Escabeches
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Escabeches
La liebre, que era más sabia de lo que podía sospechar, señaló que no sólo pensaba como humano sino como humano occidental. Los orientales estudian a los animales para sus artes marciales, los quechuas estudian nuestros nombres para sus apellidos, y cuando usted habla conmigo recuerda lo que le dijo un cazador.
Me dieron un poco de vergüenza sus comentarios, y lo cierto es que adoro los escabeches. No es que hablara con una liebre y me imaginara el frasquito con trocitos de carne, ajo y zanahoria en salmuera o al vinagre, y capaz que después de esta charla sea uno de los productos que me cueste comprar en el mercado.
Les parecerá algo tonto, pero también me avergonzó que pudiera saber que, a la hora de preferir, elegiría escabeche de vizcacha al de liebre, y comprendí que aquello por lo que la liebre me increpaba era bastante cierto: nos definimos por las cosas que relacionamos en nuestra imaginación.
Me desagradaba pensar que puedo estar conversando con alguien e imaginarlo en un plato, listo para comerlo, y pensé en la cantidad de veces en las que hacemos cosas por el estilo entre nosotros, los humanos, nos volvemos utilitarios y ladinos, pero también me sorprendió que esta conversación me hiciera sacar tantas conclusiones.
¿Usted sabe en qué pienso yo cuando hablo con usted?, me dijo la liebre con una sonrisa que tenía cierto tono que me resultaba extraño. La verdad que no lo sé, pero pronto comprendí que su pregunta iba más allá de una respuesta anecdótica. ¿Con quién estaba conversando?, me pregunté.