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29.000, 13.000; 1.000.000: los números mágicos

Lunes, 24 de mayo de 2021 01:01

La semana que pasó se confirmó hasta qué punto la campaña electoral y la pandemia se cruzarán en los próximos días, tal como anticipamos sin ser ni infectólogos ni politicólogos. Simple sentido común. Mientras arrecia la actividad de los candidatos, la amenaza del virus se cierne sobre los jujeños que hasta ahora pudieron gambetearla. Pero los números mandan y por eso ese título: Para meter un diputado en la legislatura, hay que alcanzar nada más y nada menos que 29.000 votos, para calzar un concejal en la capital (escenario de la madre de todas las batallas) habrá que superar los 13.000 votos. Y para que estemos todos tranquilos, al menos por un tiempo, habrá que rogar que el proyecto de GM de conseguir 1.000.000 de vacunas chinas se haga realidad, lo más rápido posible. Vamos por partes.

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La semana que pasó se confirmó hasta qué punto la campaña electoral y la pandemia se cruzarán en los próximos días, tal como anticipamos sin ser ni infectólogos ni politicólogos. Simple sentido común. Mientras arrecia la actividad de los candidatos, la amenaza del virus se cierne sobre los jujeños que hasta ahora pudieron gambetearla. Pero los números mandan y por eso ese título: Para meter un diputado en la legislatura, hay que alcanzar nada más y nada menos que 29.000 votos, para calzar un concejal en la capital (escenario de la madre de todas las batallas) habrá que superar los 13.000 votos. Y para que estemos todos tranquilos, al menos por un tiempo, habrá que rogar que el proyecto de GM de conseguir 1.000.000 de vacunas chinas se haga realidad, lo más rápido posible. Vamos por partes.

Los frentes grandes, sin estar tan seguros, son los que llevan ventajas. Ahora bien, ¿por qué sale al ruedo el "chiquitaje" en política.? 1) Por convicción y principios para que las ideas no se pierdan, 2) Porque puede ser un buen negocio momentáneo, que reditúa imagen en los medios y en algunos sponsors que son convencidos a invertir; 3) Porque confían en usufructuar el desgaste de los "grandotes del barrio" desde donde se derramarán desencantados, enojados y esperanzados en otra cosa, y ellos pasarán el "medio mundo" recogiendo votos que pueden causar una sorpresa. Ya pasó con la izquierda.

Los primeros son elogiables: luchadores natos, remadores en la adversidad, y sostenedores de ideas aunque nunca se aplicarán a menos que se las apropien los poderosos. Lamentablemente cada vez son menos. Sucumben aplastados por el bipartidismo y sus socios colaterales. Sus esfuerzos nunca alcanzan, terminan endeudados o quebrados, desilusionados, y al final de las campañas con la pobre cosecha de sufragios conseguida, se consolarán pensando que de entre esa pequeña fortuna amasada con sacrificio y honor, quizá algo florezca el día de mañana. Algunos de esos dirigentes pueden ser absorbidos por los más grandes, pero la mayoría vuelve a sus casas -satisfechos del deber cumplido- mirando cómo las semillas de sus ideales envejecen sin haber podido ver la luz.

Los segundos son una casta más criticable: Oportunistas ocasionales de mayor o menor locuacidad y gran capacidad de convencimiento que aparecen en medio de las tormentas. Capaces de fuertes discursos bien estructurados, son los clásicos vendedores de humo que a veces logran gran notoriedad y hasta dejan pensando a los "grandotes" si no hubiese sido bueno subirlos al carro para engrosar sus filas. Pero cumplen el rol de fuegos artificiales, cruzan el cielo de los tiempos electorales, se elevan ante el asombro general y estallan deslumbrando durante unos segundos. Luego, convertidos en cenizas caen diseminados sin destino. Quizás hayan obtenido además del efímero protagonismo, un sustento que les permitirá subsistir un tiempo, que nunca se estirará hasta la próxima campaña. Entonces volverán para intentarlo de nuevo.

Los terceros son más organizados y asumen mayor y mejor protagonismo. Con gran sentido de la oportunidad en algunos casos, se refuerzan y consolidan, y arman sus mensajes a contrario sensu de los relatos del oficialismo y la oposición. Pivotean sobre las debilidades de esas estructuras, sus desgastes, sus personalismos asfixiantes y sus internas tóxicas. Un ejemplo en Jujuy fue la izquierda en el 2019. Acertó con un candidato genuinamente de base, que sumó el carisma a su autenticidad. Así recogió infinidad de votos de un peronismo que se deslizaba en el togobán y un radicalismo aliado al PRO que no dejó margen para intercalar esa izquierda en el frente electoral de Cambia Jujuy. La gente los ayudó más por castigar a las propuestas tradicionales que por convicción izquierdista y les prestó la potencia de una presencia parlamentaria. Fue eso sólo: un préstamo. Ahora se verá si se prorroga o hace tronar la fecha de vencimiento.

Otros sectores se desprenden de los troncos principales, son los que confían en que una elección general les permitirá dar la sorpresa y el golpe de timón que desde adentro de sus estructuras no darán jamás. Los hay en el peronismo, declaman unidad pero en la práctica la desprecian, priorizan atacar ferozmente a sus conducciones y si sobreviene la derrota o una mala elección de ese oficialismo partidario, disfrutarán mostrando que "tenían razón". Por el contrario, ese oficialismo gana o hace una buena elección, luego de una etapa de silencio, buscarán volver a casa completando la parábola del hijo pródigo, o persistirán en su rebeldía a riesgo de seguir el camino de la extinción, sin apoyo popular y descastados de su propio origen.

El radicalismo local no es la excepción. Tiene sus problemas, no tan expuestos como los del PJ, pero subterráneamente existen. Algunos se manifiestan en pequeños grupos que pretenden en vano arrastrar radicales hacia otras corrientes, otros más numerosos, pero más difíciles de medir, se retraen, mascullan sus rabias a escondidas y reprimen sus críticas en contra del uso del poder de los correligionarios que lo detentan, pero reprimen disidencia por disciplina partidaria, o por conciencia de su baja potencia para reunir una masa crítica que haga sentir una rebelión.

Todo el "chiquitaje" también avanza y/o retrocede con un ojo puesto en los referentes del nivel nacional. Estos grupos de la oposición local buscan un guiño, una foto, un saludo, al menos un ws o un twit de sus referentes nacionales, mientras apuestan a los desencuentros permanentes de la coalición gobernante, que, justo es decirlo, les da día tras día tanta tela para cortar, que se pueden hacer un traje a medida. Del lado opuesto, el oficialismo local revuelve el cuchillo en las múltiples heridas del cuerpo de la coalición opositora nacional, también generosa en sus escandaletes internos. Un clásico: a falta de ideas propias y proyectos, apuestan a magnificar los errores y falencias del adversario. Abundan los diagnósticos y las enunciaciones abstractas. Pero faltan las propuestas. Esto, obviamente, no es exclusivo del "chiquitaje". Los grandotes juegan el mismo juego. Basta mirar el abanico de frentes y partidos que corren hacia el 27-J para comprender este análisis. Y el amable lector bien puede jugar al ejercicio de poner los nombres propios en cada casillero. Y rápidamente descubrirá a quienes les quita el sueño los números 29.000 y 13.000.

El número final 1.000.000 es el de las vacunas que el Gobierno comprará a China. La última sesión de la Legislatura (más allá de haberla aprovechado algunos legisladores para disparar un clásico escandalete de perfiles prelectorales) aprobó ese gasto y autorizó la compra al GM. Generoso, el gobernador hasta ofreció compartir los medicamentos con otras provincias, saltando la barrera de la campaña local para dar otro paso en la nacional.

Unos y otros, con defectos y virtudes, completan el juego de la democracia y si logran bancas tanto más justificados. Casi se puede decir que todo es el locoto que se espolvorea para sazonar una contienda electoral bastante desabrida. Y como sea merecen el homenaje a los que se juegan, sabiendo que el 28-J todo será una página de la historia que quizá nadie o casi nadie volverá a leer en el futuro.