Con el sol del segundo día de noviembre en lo alto, las almas de aquellos seres que alguna vez existieron en el mundo de los mortales, realizaron su descenso planificado. Acorde a la fecha, los jujeños se unieron en esa fe que es de cada uno y de todos, al mismo tiempo, para congregarse en las necrópolis y visitar a quienes son parte de la eternidad.
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Con el sol del segundo día de noviembre en lo alto, las almas de aquellos seres que alguna vez existieron en el mundo de los mortales, realizaron su descenso planificado. Acorde a la fecha, los jujeños se unieron en esa fe que es de cada uno y de todos, al mismo tiempo, para congregarse en las necrópolis y visitar a quienes son parte de la eternidad.
En un caudal de emociones, como vaivén de energías en movimiento permanente, se escribió otra página en el libro de las tradiciones jujeñas, donde el mito se volvió rito puesto en acción una vez más al entender que era necesario encontrar la forma de romper el vacío representado en la ausencia física, tan difícil de asimilar.
Sucedió entonces que desde la intención del reencuentro espiritual, se abrieron las puertas en los cementerios y todo fue colores. La abundancia en flores naturales, secas, plásticas y molinetes llamativos; enarboló la voluntad en masa de que la ornamentación fuera ideal a fin de dar una bienvenida inolvidable a los fieles difuntos y ser motivo suficiente para aguardar su luz y dejarse iluminar. Ya ante los mausoleos, nichos y tumbas las plegarias se renovaron en palabras que recitaban a viva voz rezos con sentimiento sostenido, a través de lazos inquebrantables de manos abiertas al cielo. Gracias a la oración, el secreto -de alguna manera- fue dejarse fluir en el instante y ser parte de una muy especial congregación con la posibilidad de enaltecerse en corazones que no dejaron de latir en la fe.
Así también, mientras muchos disfrutaban de un snack al paso sobre el mediodía, las misas reunían a grupos de feligreses y los nombres desfilaban por altoparlantes en listas interminables que hacían sentir su presencia. Lo significativo radicó en más de un suceso especial advertido como señal de algo, como lo hicieron las llamas inquietas al pie de las cruces blancas, llamando la atención de todos.
Las almas puras de niños que bajaron para luego ascender junto a los ángeles tampoco fueron olvidadas y en autitos de juguete, muñecas o hadas con brillantina se rememoraron entre lágrimas las anécdotas con un guiño a la frase de "todavía siguen vivos". La firme creencia popular se reveló imponente en el mundo terrenal, el mismo que les permitió sentir el sabor de las ofrendas y alimentos dispuestos en la mesa familiar un día antes, con total consideración. Sólo que en esta ocasión, la jornada unió el misticismo de la muerte con el prevalecer y el transcurrir con valentía el camino que a cada uno le toca en la vida al ser parte de la realidad corpórea; al tiempo de convencerse deque las almas de los seres queridos son llevadas en el corazón porque el hecho de recordarlas así es, precisamente, aquello que las mantiene vivas.
La opinión
Este momento es muy recordatorio para nosotros, desde armar la mesa para esperar a mi familia y ahora venir para dejarles flores y compartir con rezos. Lo poquito o lo mucho que nos han enseñado, lo sabemos valorar y los extrañamos.
Todos los años venimos a honrar a mi nietito y a mi mamá, a dejarles cositas. Como siempre nuestra forma de acordarnos de ellos es poniendo la mesa, venir a visitarlos no sólo un día como este, sino como su cumpleaños o en el aniversario.
Este día es para venir y reunirnos en familia. Es hermoso ver este movimiento de gente porque significa estar junto a nuestros ángeles de alguna manera. Me siento con fortaleza y vengo a dejar flores a las almas de los niños.
Hoy visitar a todos los fieles difuntos significa estar cerca de nuestros seres queridos como abuelos y padres, recordar y celebrar con aquellos que físicamente no están. Es la tradición que nos enseñaron, a mí lo viví en el norte porque es algo muy lindo.
Es un día histórico porque nuestros fieles difuntos han existido, han dejado su ejemplo para los nietos e hijos. Considero que hay que aprender de los buenos recuerdos que ellos en vida nos dejaron porque son parte de nosotros.
La gente de aquí siempre recordamos a nuestros seres queridos. Venir a recordar es lindo; yo vengo a ver a mi papá y a mi abuelo que están enterrados y les traigo flores y pancito. Esto es un homenaje mío, pienso que es una cultura.