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La Mataca

Domingo, 03 de abril de 2022 14:30

Extranjera, la mataca nunca pudo o no quiso ser una más. El cartero la trajo al regreso de una de sus vacaciones y dijo que se había casado con ella. Vivían solos en una pieza alquilada frente a la plaza. Para el pueblo, sólo existía en los atardeceres cuando se la veía apoyada en el marco de la puerta de la calle.

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Extranjera, la mataca nunca pudo o no quiso ser una más. El cartero la trajo al regreso de una de sus vacaciones y dijo que se había casado con ella. Vivían solos en una pieza alquilada frente a la plaza. Para el pueblo, sólo existía en los atardeceres cuando se la veía apoyada en el marco de la puerta de la calle.

La desaparición de los gatos fue tan lenta que al principio nadie se dio cuenta. Después se pensó que alguien se los estaba comiendo, pero el misterio se aclaró enseguida: se iban a la casa de la mataca. Durante algún tiempo, sin oposición ni violencia, los gatos fueron recogidos y devueltos a sus hogares. Muchos llegaron a encerrarlos, pero el esfuerzo no duró y terminaron por resignarse.

Cuando murió la mataca, la gente fue al velorio con la secreta esperanza de rescatar a sus gatos. Allí estaban, flacos pero lustrosos y vitales. Al principio se mantuvieron alejados del cadáver, pero al caer la tarde se acercaron y dieron comienzo a una ronda interminable alrededor de la cama. Ante la alarma y el temor de los presentes, el cartero, armado de un látigo, los expulsó una y otra vez.

La escena del velorio fue suficiente para que los propietarios de los gatos desistieran de sus propósitos. Siguen viviendo en la casa de la mataca. El cartero, borracho sin consuelo, inventa historias que el pueblo adorna después de boca en boca. Se dice que los gatos no comen y que en los amaneceres el látigo chasquea incansable.

 

Nota: Este microrrelato originalmente fue publicado el 14 de septiembre de 1986 en el Suplemento cultural del diario Pregón. (Recopilación a cargo de Gloria C. Quispe)

 

Biografía del autor

Luis Antonio Wayar (1945- 2000) nació en San Salvador de Jujuy, Provincia de Jujuy. Estudió en su ciudad natal y obtuvo el título de Bachiller. Se dedicó de inmediato al periodismo y trabajó en distintos medios locales y regionales. Publicó Oscura como la palabra luna: 12 sonetos (1983) y Breve antología del apodo jujeño (1994). Y entre 1986 y 1990, publicó, alternadamente, microrrelatos en su columna “Harina de otro costal” y microficciones en otra de sus columnas “Sic, ídem y etcétera”. Además, cuentos, poemas y artículos de opinión de su autoría fueron publicados en variados medios gráficos de la región.

 

 

 

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