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La guardia, in memoriam del doctor Roberto Percivaldi

Sabado, 14 de mayo de 2022 01:03

Por: DR. JUAN CARLOS GIMÉNEZ, MÉDICO

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Por: DR. JUAN CARLOS GIMÉNEZ, MÉDICO

Unas de mis primeras guardias, hace casi 50 años, fueron en el hospital "Doctor Guillermo Páterson" de San Pedro de Jujuy, eran distintas a las de ahora, había más compromiso del médico con el enfermo, sus problemas; no existían tantos especialistas ni aparatos, había que ocuparse del problema del paciente en su totalidad, había que resolver el problema.

La Terapia Intensiva era una novedad. En el Páterson todavía no había, pero teníamos una pieza anexa al consultorio de guardia de adultos, la usábamos como "terapia". Allí controlábamos los enfermos que no podían ir a la sala ya sea por falta de camas, enfermeras o por la gravedad del caso; eran tres camitas que cumplían con creces su función.

Médicos, personal de guardia, familiares los vigilábamos mientras atendíamos a los otros pacientes. Solucionábamos muchos problemas y, en otros, no podíamos hacer nada.

Por ser nuevo en el hospital, me tocó los sábados y la verdad que me desempeñaba bien, estaba capacitado, entusiasmado, recién terminaba mi residencia, toda una novedad entonces. Una actividad importante apenas se recibía "la guardia" era ver qué había en esa improvisada "terapia".

Un fin de semana tenía un vagabundo que estaba mal, con un cuadro de deshidratación, desnutrición, deterioro por un alcoholismo crónico, falta de alimentos, a más una diarrea que lo había descompensado gravemente. Su aspecto era lamentable, pero había llegado peor, sin presión ni pulso y gracias a un enérgico tratamiento del médico de guardia se estaba recuperando. Todavía estaba algo obnubilado, respiraba con dificultad, pero ya tenía signos vitales aceptables.

El galeno de los viernes era un joven médico cordobés macanudo, el doctor Roberto Percivaldi, bien delgado y le decíamos "el flaco".

Franco, capaz, expeditivo, práctico, agresivo en el actuar cuando correspondía. Era una leyenda en el hospital que con su bolígrafo "Bic" hizo una traqueotomía en la ambulancia.

Fue cuando actuando sin pensarlo dos veces realizó una punción cricotiroidea con la lapicera sin capuchón para abrirse camino y luego, sacando la "mina" introdujo el plástico hueco, eso permitió al paciente inconsciente respirar mejor hasta llegar al quirófano. Él lo había evaluado y, por el tipo de lesión, la clínica, la Rx, llegó a la conclusión de un hematoma subdural que el doctor Ángel Escobar, un cirujano general de verdad, con el doctor Máximo Gloss como anestesista, trató exitosamente, salvándole la vida a un colega, entonces eso no se sabía, se trataba sólo de un accidente de ruta a la altura de "La Urbana", el galeno (*) del trauma venía de Jujuy por la ruta 56, el camino de entonces, cuando volcó.

Fue él quien lograba mantener vivo al pobre hombre en la improvisada terapia, írecuperarlo! Al entregarme la guardia me dijo con resignación y respeto al enfermo: "No creo que salga, está muy castigado por la vida, el alcohol y ahora esta diarrea. Hice todo lo que pude, ahora está en manos de Dios y de vos, yo traté de localizar a sus familiares y nada, ya hice los papeles, que se los dejo en el bolsillo de su pantalón".

Escuché a medias esto último, sin entenderlo bien, me estaban llamando para una emergencia, sólo registré que tenía un paciente casi terminal que debía vigilar, tratar.

En medio del trajín de la guardia fui a verlo varias veces, adaptando las indicaciones a su evolución, estaba algo mejor, respiraba más tranquilo, se había puesto de costado. Apareció un "sobrino", casi tan destartalado como él, al que le pedí permanezca a su lado para cuidarlo y cualquier cosa nos avise. En el siguiente examen vi con gran sorpresa que se había despertado y hablaba con su pariente. A medio día pudo tomar un caldo, a la tarde ya estaba sentado al borde de la camilla, ingería líquidos, su diarrea había desaparecido, recuperando un color, presión, pulso, aceptables. El "sobrino" me aseguró que podía cuidarlo en su casa, camas no había en la sala. Le di de alta con un tratamiento y la recomendación que vuelva el lunes por consultorio, se fue deambulando con dificultad apoyado en su asistente.

El lunes estaba en consultorio y entra acalorado el médico cordobés, detrás de él doña Luisa Bofano de Rollo, la jefa de Estadística, ella tenía el semblante serio y unos papeles en la mano.

"¿Qué pasó hermano con el croto que te dejé en la guardia el sábado?", dijo mi colega. Le expliqué que era de no creerlo, que mejoró, vino un familiar, se fue a su casa con un tratamiento y la recomendación que vuelva hoy a control. Allí terció la señora Luisa: "Bueno doctor, eso es lo que hizo, vino a sacar número para el consultorio y al pedirle su documentos nos alcanzó estos papeles". Eran mis indicaciones y... ísu certificado de defunción!, íno lo podía creer!

Fue que "el flaco", al verlo tan mal y, queriendo completar el trabajo como era su manera de ser, para que no haya problemas después con el certificado, como muchas veces ocurre, se lo había hecho y dejado en el bolsillo. Allí me recriminó: te dije que dejaba los papeles en el bolsillo. Yo no había interpretado cuál era el papel a que hizo referencia; íel único que en ese momento podía necesitar!

Entonces Luisa, una antigua y respetada empleada del hospital que me conocía de chico, nos dijo protocolarmente, esbozando una incontenible sonrisa, mientras rompía el certificado: Que no se vuelva a repetir doctores, esto puede causarles un fuerte dolor de cabeza.

(*) El médico de la traqueotomía fue el doctor Espinazi, ahora radicado en Córdoba.

Nota de la Redacción: El doctor Juan Carlos Giménez trabajó en el hospital Páterson de San Pedro de Jujuy, con el doctor Roberto Percivalde, los doctores Escobar y Gloss (fallecido) a comienzos de la década del 70.

 

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