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"Descanso solo en verano cuando me voy al campo"

Lidia Flores tiene su puesto de venta de golosinas en la vereda del Colegio del Huerto desde hace más de 20 años.
Domingo, 29 de mayo de 2022 01:02

Lidia Flores es una mujer humilde, de sonrisa amplia y de pocas palabras. Esta quiaqueña de pura cepa como ella misma se define nos atiende como una marcada educación y respeto a la vez que nos dice "pero yo qué les puedo decir, si estoy aquí desde las 6.30 a las 19 con mi carrito". La vendedora está ubicada sobre la calle San Martín a un costado del salón de actos del Colegio del Huerto y cuidando el mural que cubre esa enorme pared.

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Lidia Flores es una mujer humilde, de sonrisa amplia y de pocas palabras. Esta quiaqueña de pura cepa como ella misma se define nos atiende como una marcada educación y respeto a la vez que nos dice "pero yo qué les puedo decir, si estoy aquí desde las 6.30 a las 19 con mi carrito". La vendedora está ubicada sobre la calle San Martín a un costado del salón de actos del Colegio del Huerto y cuidando el mural que cubre esa enorme pared.

Lidia Flores nos cuenta que es madre de seis hijos, "cinco son los changos y una sola la nena y con mi trabajo pude terminar de criar a mis hijos con mucho esfuerzo y mucho trabajo porque aquí estoy desde hace un poco más de quince años ya que antes vendía mandarinas en la plaza y un par de caramelitos".

Nuestra entrevistada nos cuenta que antes de esta actividad trabajaba como empleada doméstica y que había venido de La Quiaca con solo quince años instalándose en la casa de un familiar en el barrio Mariano Moreno, hasta que a los 18 se "amichó" con el padre de sus hijos.

FIELES CLIENTES | LOS NIÑOS DEL COLEGIO O AQUELLOS QUE PASAN CIRCUNSTANCIALMENTE, TODOS SE PEGAN AL “CARRITO”.

Nos habla de sus hijos Abraham de 32, Alejandro de 28, Ivan 23, Noelia 22, Fredy 20 y Roberto 18, de sus esfuerzos por salir adelante y del trabajo que desarrolla en medio de otras dos vendedoras que miran a la distancia.

"De a poco salí adelante, porque un día me sacaron de la plaza y me tuve que instalar en este lugar y a medida que vendía iba reponiendo la mercadería y compraba cada vez más, hasta que un día mi marido me trajo el carrito que era de mi suegra que había fallecido, lo hicimos arreglar y comencé a trabajar mucho mejor". señala con orgullo.

"Hoy todo está muy difícil -agrega Lidia- han bajado mucho las ventas, además yo estoy al día con el pago de los impuestos, a la municipalidad pero así y todo estoy muy bien porque mis hijos salieron adelante, con esfuerzo, pero todos son muy buenas personas, todos muy trabajadores por suerte", afirma Lidia Flores.

GOLOSINAS Y JUGUETES | TODO A LA VISTA DE SUS CLIENTES

Lidia nos cuenta que su carrito perteneció a su suegra y que luego de hacerlo arreglar lo acondicionaron y hoy le permite transportar toda su mercancía que no solo está compuesta de golosinas, sino que además vende gaseosa, maní y las ofertas que salen para los niños, los álbumes, las revistas para las niñas que vienen con souvenir.

"El carrito lo dejo en una guardería que está sobre la calle Argañaraz y donde quedan otros carros, eso también se paga, pero ahí la gente es muy buena y nos cuida las cosas", agrega.

Finalmente, Lidia Flores nos cuenta que sus vacaciones son en Coranzulí en la casa de unos familiares ya que trabaja de marzo a diciembre y en enero y febrero realiza otras actividades junto a su familia y con sus 51 años piensa seguir peleándole cada mañana a la vida con alegría.

"Necesito un trabajo para mi hijo menor"

"Por suerte todos mis hijos son muy buenos y trabajadores, pero la pandemia nos afectó a todos y eso hizo que la situación en la casa se ponga muy fea", afirma Lidia Flores mientras la mirada se pierde por la calle San Martín en dirección al norte y en ella se puede observar una profunda tristeza.

"La muerte de mi marido los afectó mucho a todos, aunque estaba muy enfermo, no colaboraba mucho con la casa y a veces tomaba un poco, los más chicos lo extrañan, en especial el Roberto que me dejó los estudios y aunque hace changas en el mercado, no tiene un trabajo fijo y a mí eso me aflige mucho. Necesito que tenga un trabajo estable, fijo porque a veces anda dando vuelta sin hacer nada" aclara la vendedora antes de atender a los niños que salen del colegio y corren presurosos a su encuentro para comprar una golosina, "por favor necesito que alguien me dé una mano y lo contrate de manera permanente".

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