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El General Manuel Eduardo Arias, un patriota ejemplar

A 200 años de su muerte, el recuerdo en la pluma de Vicente Baca quien investigó la vida del prócer por largo tiempo.

Jueves, 16 de junio de 2022 00:59

"Si tenemos un patriota ejemplar ¿por qué no hemos de mostrarlo a nuestros jóvenes y niños como inspiración rectora en su formación?", se preguntaba en 1971 Don Vicente Baca sobre el General Manuel Eduardo Arias. Eran tiempos en que se iban a cumplir 150 años de su muerte y consideraba que "es la última oportunidad que se le presenta a Jujuy y a sus autoridades para reparar un injusto y lamentable olvido".

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"Si tenemos un patriota ejemplar ¿por qué no hemos de mostrarlo a nuestros jóvenes y niños como inspiración rectora en su formación?", se preguntaba en 1971 Don Vicente Baca sobre el General Manuel Eduardo Arias. Eran tiempos en que se iban a cumplir 150 años de su muerte y consideraba que "es la última oportunidad que se le presenta a Jujuy y a sus autoridades para reparar un injusto y lamentable olvido".

Al cumplirse hoy el bicentenario del paso a la inmortalidad del prócer, los familiares de Baca, docente rural, investigador, escritor e historiador acercaron a El Tribuno de Jujuy el valioso material surgido desde la década del '30 en que con 17 años fue nombrado maestro en la escuela de Palca de Aparzo en la Quebrada y luego en Pozo de las Avispas en los Valles que por su impulso y el de los vecinos pasó a llamarse Coronel Arias.

Sobre el héroe independentista señala que "nació en Humahuaca hacia 1785, descendiente de militares que conformaban familias ilustres de nuestro norte; su cultura aventajaba en mucho a la pléyade de oficiales de su época; sus actividades comerciales le enseñaron todos los caminos desde Tucumán hasta el Perú; era hombre de temer, templado en la vida de arriero, en donde se aprende a vivir libre y a defender derechos a punta de acero.

Su lucha por la causa de la libertad se pierde en una infinita lista de honores que sería muy largo enumerar, por eso solamente diré que empezó con el último cargo y en los peores lugares: bombero en las regiones de la Puna.

Su inteligencia y refinada habilidad para tender celadas y emboscadas permitió al ejército permanente contar con información y el continuo envío de prisioneros.

Los ascensos llegaron uno tras otro premiando su febril actividad, hasta que en 1817, es nombrado Coronel, a cargo de la defensa de los valles orientales. Desde entonces se suceden los partes de Güemes, Belgrano, el General Cruz, memorias de Iriarte, historiadores españoles que les compartieron el teatro de la guerra. Decían de él 'el prestigioso caudillo', 'el activo y emprendedor cabecilla Arias', 'el benemérito Teniente Coronel Don Manuel Eduardo Arias ha hecho como siempre su deber, persiguiéndolos por la retaguardia, hasta entregarlos a las otras divisiones que los esperaban'.

La historia hispana reconoce que el sablazo del 1 de marzo de 1817 en Humahuaca quebró el espinazo de aquel luciente ejército que llevaba destino a Córdoba.

Como casi todos los hombres del mundo que la guerra les dio poder ilimitado, su nombradía trajo su ruina. Güemes sintió el mareo de las alturas, se rodeó de incondicionales y adulones, comenzó a oprimir a los pueblos y perseguir a los que de algún modo eclipsaban su prestigio o entorpecían sus designios.

Sigilosamente se tejieron los hilos de la conspiración, en donde estaban comprometidos dos oficiales de Arias, descubierto el plan y aunque a Arias no se le pudo probar participación directa, fue preso y luego deportado a Tucumán.

Aquella provincia lo incorporó a sus filas y al producirse el litigio armado entre Güemes y Araoz en 1821, el Coronel Arias fue nombrado Mayor General de las fuerzas tucumanas y con las mismas derrotó a Güemes en Rincón de Marlopa, luego en Trancas y finalmente en Acequiones.

Después de la muerte de Güemes producida en el mismo año, el Coronel Arias regresa a su provincia. El gobernador de Jujuy lo nombra jefe de vanguardia para proteger el norte de las invasiones realistas. Organiza sus gauchos y los distribuye en pequeños grupos en observación del enemigo. Sus partes hablan de su febril actividad y de las medidas tomadas para cualquier emergencia.

En Salta, una revolución montonera se hace cargo del gobierno. Jujuy no reconoce a los revoltosos y exige la reposición de las autoridades elegidas por el pueblo. Las tropas de Jujuy invaden Salta y se conviene en la existencia de un gobierno provisorio, que muy pronto traicionando lo pactado y los revolucionarios de las viejas legiones de Güemes prevalecen en el gobierno.

El Coronel Dávila, gobernador de Jujuy, queda así entre dos fuegos, pero aquel amigo leal el Coronel Arias asegura las fronteras del norte e impone respeto a los enemigos políticos. Entonces se piensa en el asesinato y en el secreto de sucios conciliábulos se trama su muerte.

El 16 de junio de 1822, según su costumbre, viajaba Arias de Humahuaca a Orán pero en San Andrés, una partida de 30 a 40 hombres bajo las órdenes del capitán Mariano Abán, lo esperaba para matarlo o reducirlo.

Esa noche, como una síntesis de su valor y de su vida, lucha solo contra los fusiles, sables y dagas, de los que no le perdonan haber vencido a Güemes, hasta que al fin -dice Carrillo- 'el plomo horada el pecho y el coloso se desploma, como si se abatiera un picacho de la cordillera. Más al caer, arrastrando en el cataclismo definitivo a lo que le rodea, aplasta todavía a su heridor. Murieron así once para matarlo'.

Siete días después, otras turbas asaltan Jujuy y San Pedro; y entre excesos llega el nuevo gobernador.

Aquella sociedad nada pudo salvar del ilustre jujeño, sus gauchos fueron perseguidos hasta que los echaron en manos de los realistas; su inocente hijo de apenas 6 años fue despojado de todos sus bienes y reducido a la última pobreza. Para justificar el crimen hasta dejaron documentos falsos para infamar su nombre a la vez que quemaron su íntimo archivo.

Arias fue un héroe de la independencia, todas las invasiones realistas que tocaron territorio jujeño conocieron su terrible sable y el heroísmo de sus gauchos; y un mártir de la autonomía provincial.

Tras su muerte, 12 años más debió esperar Jujuy para sacudir esa dependencia, ese tiempo sumado a los problemas de la época fueron factores de olvido.

El General -post mortem- fue la cabeza militar máxima de Jujuy en la lucha por la independencia; la Revolución de Mayo lo contó entre sus primeros servidores; el gaucho epónimo de Jujuy -hecho militar por la causa de los hombres libres- y el sacrificio de su vida abnegada".

Es parte de los escritos de Zenón Vicente Baca, fallecido en 1998, quien había iniciado su vida laboral en Palca de Aparzo a escasos kilómetros de donde se encontraban las trincheras del General Arias.