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Cuando el amor llega a la vida de las personas, cambia el sentir, los paradigmas y los colores de sus días se vuelven diferentes. Y eso sucede porque el corazón del ser humano tiene la misma capacidad de amar desde que nace hasta que trasciende a otro plano. Sensible a las emociones que a flor de piel no tardaron en revelarse, Mirian Nanci Mamani se conmovió por una obra de arte que observó en sus redes sociales.
Y desde Palpalá comenzó a escribir una historia que ella misma define como un cuento de hadas. La magia llegó cuando esta docente de Educación Especial y licenciada en Artes Visuales conoció a José Cornelio Agripino Aguilar Negrete, el artista detrás de la pieza que la cautivó el 12 de febrero de este año vía internet. Mientras coincidían con intereses artísticos en común, las conversaciones y el tiempo de calidad entre ella y el pintor mexicano fueron cada vez mejores. Entre chats y videollamadas, se acompañaban de manera incondicional.
Algo esencial para dos almas solitarias que suspiraban por un naciente sentimiento a la distancia. "El 25 de febrero nos hicimos novios, el 25 de abril nos comprometimos y el 25 de junio nos decidimos a estar juntos", expresó Nanci que con una sensibilidad perceptible, relató que un 6 de octubre llegó el gran encuentro. "Mis hijos tenían miedo porque podía ser un narco o un alcohólico y se sorprendieron que me haya decidido a irme tan lejos; pero les dije que ellos estaban encaminados y que yo quería vivir mi vida y ser feliz", reflexionó. Para animarse al desafío, bastó sólo la decisión y tomar los vuelos correspondientes e ir en busca de su amor. Entonces cuando llegó a Guanajuato, se fundieron en un tierno abrazo que fue eterno. "Nos miramos y fue tan lindo, una emoción que no puedo describir", contó con alegría en su voz.
Y entonces la aventura cobraría otro sentido en la existencia de Nanci. "Me integré a todo, 'Pino' es profesor en un taller de arte y tiene proyectos de muralismo con los adultos mayores", aseguró ilusionada. No obstante, "Pino" desde el primer momento fue su traductor personal para cada palabra o detalle que a ella le resultaba extraño. "Aquí cada comida tiene su nombre. Por ejemplo, me tocó tomar helado con ají, chile, limón y sal; algo impensado en Argentina", indicó admirada de la idiosincrasia que a cada paso la sorprendía más. Es que para el mexicano, un desayuno sería como un almuerzo para el argentino.
"Te sirven un tazón de café, enchiladas, quesadillas y gorditas. En la confitería te sirven litros de café y es gratis, pero la comida sí hay que pagarla", develó Mamani. Desde su residencia en la calle Saragoza 417, ubicada a una cuadra de la plaza central de la ciudad de Salamanca; todo gira en torno al taco y las salsas con carne o verduras. "En toda fiesta hay taquitos", aseguró encantada de descubrir la gastronomía tan particular del país en el que hoy vive. "Y los buñuelos son como tortillas fritas, no como el buñuelo que conocemos de El Carmen", dijo, entusiasmada de encontrar más similitudes en piezas de panadería y verdulería; el bolillo que es como el mignón y el tomate se denomina jitomate, respectivamente.
La sincronía sobre cómo se sucedieron los acontecimientos, hermana países tal como Perú, Guatemala y México a los imperios aborígenes que tuvieron su apogeo en algún momento de la historia. Y esas mismas características se ven en costumbres aggiornadas entre sí. Por eso, el primero de noviembre visitaron Michoacán. "El Día de los Muertos se conmemora adornando panteones, que los visten con flores virreinas, en altares que serían para nosotros las mesas de ofrendas. Se decora el cementerio y se encienden velas en la noche.
También llevan canastos con comida para compartir con sus muertos", explicó. Contemplando lugares únicos, destaca en su retina las calles como pasajes, escalones y callejones; además de plazas donde siempre hay una glorieta que ellos dicen "kiosco". "La arquitectura de las iglesias es colonial", dijo esta jujeña que comparte su vida con el hombre que eligió para besar en el emblemático "Callejón del beso". Dos almas unidas por la pasión de vivir, se encontraron. Ella con sesenta y tres años; y él con setenta y cuatro, no saben de obstáculos, ni de fronteras. "Ahora que la conocí, siento el amor", dijo un romántico Agripino Aguilar, feliz de que Nanci esté junto a él, unidos en matrimonio desde el reciente 15 de diciembre.