La gala de cierre del Bicentenario del paso a la inmortalidad del general jujeño Manuel Eduardo Arias tendrá lugar hoy a las 20 en el teatro Mitre. La conmemoración fue organizada por el Instituto de Estudios Históricos "General Manuel Eduardo Arias" que preside Isidoro Arzud Cruz.
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La gala de cierre del Bicentenario del paso a la inmortalidad del general jujeño Manuel Eduardo Arias tendrá lugar hoy a las 20 en el teatro Mitre. La conmemoración fue organizada por el Instituto de Estudios Históricos "General Manuel Eduardo Arias" que preside Isidoro Arzud Cruz.
Una entrega de prensa de la institución rescató textos incluidos en el tomo I del libro "Vidas paralelas: Manuel Eduardo Arias".
"¿Cómo se mata a un valiente? Del modo más cobarde. El 11 de enero de 1822, el coronel Arias recibió los avisos de una conspiración en su contra y gracias a su rápido accionar, los responsables fueron aprisionados. A pesar de los intentos homicidas, el coronel Arias prosiguió con su responsabilidad de custodiar los parajes inhóspitos y de comunicar a las partidas gauchas de la presencia realista. Lejos de menguar, los intentos de asesinato cobraron fuerza en el mes de junio. Durante la fría jornada del día 16 de junio de 1822, el gallardo coronel Arias, que cubrió de gloria a las armas de la patria al vencer a los realistas en los numerosos combates librados en distintos escenarios de la Puna y Quebrada, recorrió el trayecto final de su vida. Antes de dirigirse a Salta para limpiar su honor ante tantas injurias, optó por salir de Humahuaca para emprender el camino a San Andrés y visitar a su amigo de toda la vida, el capitán don Pedro Velásquez.
En plena charla -amenizada tal vez con el mate y los panes caseros- un grupo de treinta cobardes encabezados por un patriota devenido en traidor, Mariano Aban, rodearon la casa con oscuras intenciones: matar al coronel. Desde lejos iniciaron disparos que no atinaron al blanco. Desde el interior Arias se dispuso a resistir y hacer lo que mejor sabía: luchar con valor. No hallaron otro medio más radical que acudir al incendio de la propiedad para consumar el vil propósito. En esa hora el humo enturbió el aire del interior y lo convirtió irrespirable. Arias se hallaba solo y sin posibilidad de recibir ayuda. Optó por salir afuera y resistir con sable en mano para enfrentar a los canallas, resistió hasta que fue golpeado, al caer el suelo los incesantes golpes acabaron con su vida". Lo que "los realistas no pudieron concretar en la guerra, la traición y la cobardía lo consiguieron. El silencio de Arias es un clamor vivo que permanece vigente esperando la justicia histórica".