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El que no vota. . . vota

Viernes, 11 de agosto de 2023 00:58

El que crea que votando en blanco o anulando su voto, o simplemente no yendo a votar, es decir, absteniéndose, está ejerciendo un protagonismo en la vida democrática, o está totalmente equivocado, o juega deliberadamente en contra de la Democracia que dice defender. Hoy finalizan las campañas de frentes, coaliciones y partidos, y las recorridas de los precandidatos, y se abre el famoso "período de silencio" para que los electores ya sin el bombardeo de la publicidad, se inunden de una "paz política" que les permita las últimas reflexiones antes de la decisión. Para que vaya a votar.

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El que crea que votando en blanco o anulando su voto, o simplemente no yendo a votar, es decir, absteniéndose, está ejerciendo un protagonismo en la vida democrática, o está totalmente equivocado, o juega deliberadamente en contra de la Democracia que dice defender. Hoy finalizan las campañas de frentes, coaliciones y partidos, y las recorridas de los precandidatos, y se abre el famoso "período de silencio" para que los electores ya sin el bombardeo de la publicidad, se inunden de una "paz política" que les permita las últimas reflexiones antes de la decisión. Para que vaya a votar.

Para ser sinceros, esta campaña no deja nada ni nuevo ni original: abundaron chicanas, utilización espuria de los defectos y errores del adversario a falta de las virtudes y aciertos propios, golpes debajo del cinturón, algunos carpetazos, abrazos a jubilados, besuqueos a niños y bebés, muchas sonrisas de ocasión y muchas más "caras de piedra". Para todos los gustos. Y casi todos los precandidatos diciendo qué es lo que necesita el país, pero sin explicar de manera suficientemente creíble cómo y cuándo lo conseguirían. Todos encontraron motivos para culpar a las herencias recibidas o a los desastres naturales, con los que no lograron tapar la ausencia de soluciones creíbles para resolver los problemas. Como se dijo, nada ni nuevo ni original. Pero no es una deficiencia exclusiva de esta campaña y de esta clase dirigente: es la desgastada reiteración de una forma de hacer política, que después 40 años de Democracia, está viviendo (ojalá) los últimos tramos de su existencia. En el futuro todo deberá cambiar, modernizarse, acercarse más a la sinceridad, a la austeridad y a la transparencia. Y sobre todo, a la gente. O no habrá destino.

El capítulo de las encuestas merece un párrafo aparte. Tampoco se modernizaron ni se volvieron creíbles. No es secreto que los resultados que se muestran en público aparecen a pedido de quienes los encargan, y son otro paso de comedia de los equipos de campaña. Sólo los informes reservados, los que no se muestran, son los que inquietan o alientan a los precandidatos. De allí que la mayoría de los vaticinios publicados termina en un sonoro ridículo. ¿Los jefes de campaña no se dieron cuenta, o es más fuerte el negocio de las encuestas, el armado de incomprobables focusgroups, aunque no ayuden mucho? Los precandidatos que se prestan al juego aparecen tan prolija y tan rígidamente "coacheados" que todos saben lo que dirán, en qué tono y con qué énfasis: cero credibilidad. La que sí se dio cuenta es la gente, que corta los teléfonos apenas escucha que llama una encuestadora, esquiva sondeos online o rechaza las entrevistas presenciales. O simplemente se divierte contestando "cualquier verdura" para salir del paso. Y eso es lo que aparece en las encuestas, lo que se ve al final, y lo que causa los resultados sorprendentes e inesperados tan comentados. Porque los electores, a cuatro décadas de votar ininterrumpidamente, ya sienten, saben o sospechan que están siendo subestimados, tanto por encuestadores como por los candidatos. Por eso en muchos casos, deciden lo peor: la abstención, no ir a votar.

Volviendo a la abstención, según la ciencia política, es el acto por el cual el potencial votante decide ejercer su derecho al voto por el absurdo: absteniéndose, como respuesta a lo que cree es un sistema que está vacío o corrupto, o simplemente incapaz de resolverle sus problemas. Así, por no votar, después deberá atenerse y acatar el resultado de los que sí votaron y comprenderá, tarde, que su abstención pudo haber beneficiado a los que menos quería favorecer, como a los aparatos poderosos o al éxito de las maniobras fraudulentas. Dicho de otra manera: quien decide no votar... ívota! Y en la peor de las direcciones. Por eso, con los ojos puestos en el día después, en este caso el 14-AG, sería muy sano ir a votar el 13-AG. Por lo que se crea lo mejor. O lo menos malo. Ese sería el mejor homenaje a los 40 años de esta joven y atormentada Democracia.