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Elecciones del futuro: ¿podremos votar desde casa en algún momento?

Los sistemas electorales, incluso en países desarrollados, parecen ajenos a los avances tecnológicos de las últimas décadas.

Lunes, 14 de agosto de 2023 09:21

Desde hace ya varias décadas, cada dos años, el ritual se mantiene inalterable. El ciudadano busca unos días antes la mesa donde votará. El domingo de la elección se acerca con su documento de identidad al colegio designado, hace la fila, se presenta ante las autoridades de mesa e ingresa al cuarto oscuro. Está solo, rodeado de cientos de boletas de distintos colores e imágenes, que representan a cada uno de los candidatos. Elige una y, por fin, pone el sobre dentro de la urna. Después tendrá que esperar algunas horas, casi siempre hasta entrado el día siguiente, para conocer los resultados de la elección.

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Desde hace ya varias décadas, cada dos años, el ritual se mantiene inalterable. El ciudadano busca unos días antes la mesa donde votará. El domingo de la elección se acerca con su documento de identidad al colegio designado, hace la fila, se presenta ante las autoridades de mesa e ingresa al cuarto oscuro. Está solo, rodeado de cientos de boletas de distintos colores e imágenes, que representan a cada uno de los candidatos. Elige una y, por fin, pone el sobre dentro de la urna. Después tendrá que esperar algunas horas, casi siempre hasta entrado el día siguiente, para conocer los resultados de la elección.

Alrededor el mundo cambia, la tecnología evoluciona día a día, pero el proceso electoral, incluso en muchos países desarrollados, es igual de analógico que siempre. ¿A qué se debe? ¿No hay margen para modernizar el proceso, hacerlo más ágil y seguro? ¿Seguiremos usando por siempre las boletas en papel y el recuento será voto a voto? Más aún, ¿se podrá votar desde casa algún día?

Lucas Jolías fundó OS City, una startup de tecnologías para gobierno. Si bien asegura que se incorporaron herramientas digitales en distintos momentos del acto electoral, reconoce que la instancia más importante, la de la emisión del voto, sigue siendo analógica tanto en la Argentina como en muchos países del mundo.

Según Jolías, la poca incidencia de la tecnología se debe a dos cuestiones. La primera es que no llega a satisfacer criterios como el voto secreto o la seguridad en la transmisión de los datos. “No son criterios menores al momento de una elección para definir quién va a tener el poder por los próximos años. Es verdad que en las experiencias de voto electrónico a nivel provincial no han existido hackeos a gran escala, pero las explicaciones sobre la seguridad de los sistemas brindadas por gobiernos o empresas y las trabas al momento de auditar abiertamente el software dejan mucho que desear”, remarcó en diálogo con Infobae.

El segundo punto, dice, va de la mano con la intención. ¿Para qué se quiere incluir tecnología? ¿Para hacer el proceso más rápido? ¿Más transparente? ¿Más seguro? “Antes de digitalizar el proceso de votación, tenemos que estar de acuerdo como sociedad en qué atributo queremos mejorar, porque no siempre son compatibles entre sí. Los que están a favor quieren resaltar el valor de la rapidez, pero los que están en contra señalan que se pierde transparencia. Sin resolver este punto, es difícil que nos pongamos de acuerdo”, explicó.

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se desarrollaron ayer tuvieron una excepción de carácter tecnológico: la inclusión de la boleta electrónica en la Ciudad de Buenos Aires para elegir jefe de Gobierno, legisladores y comuneros. Justamente en el distrito porteño, la tecnología, en lugar de acelerar el proceso, lo ralentizó. En las escuelas se registraron demoras y hubo largas filas para emitir el voto.

Para Santiago Siri, fundador Democracy Earth y pionero en la introducción de tecnología a las votaciones, lo recomendable es un sistema híbrido similar al que dispuso CABA pero mejor ejecutado: que se permita el voto digital, pero que a la vez se deje una prueba de papel de cómo fue el sufragio para corroborar en caso de que haya un problema.

“No es una cuestión de uno u otro. Tranquilamente se pueden utilizar sistemas híbridos, que de hecho son los recomendados por casi toda la literatura académica. Lo que sucede es que hay una discusión muy manoseada políticamente, que divide bandos entre voto electrónico o boleta de papel, como si no hubiera posibilidad de encontrar un punto intermedio”, advirtió.

Siri cree que el gran obstáculo para sumar innovación está en la necesidad de que todos los ciudadanos puedan auditar la elección. Cuando se incorpora tecnología, una computadora puede sufrir infiltraciones muy difíciles o imposibles de detectar para el ciudadano medio.

“Es una obligación que cada ciudadano tenga el derecho de revisar que todo funciona correctamente sin requerir de un conocimiento especial ni de un dispositivo puntual. Entonces, en pos de que pueda auditar, se usa el menor grado de tecnología posible”, afirmó.

El caso emblemático de India

Las democracias más grandes del mundo -India, algunos estados de Estados Unidos y Brasil- introducen desde hace años tecnología a sus sistemas electorales. En estos países, los votantes se cuentan de a cientos de millones y la digitalización ayuda a reducir costos en fiscalización y agilizar el recuento posterior de votos.

El caso de India quizás sea el más emblemático por la dimensión -votan más de 800 millones de personas- y por los beneficios que trajo en el tiempo. Desde 1994 utiliza un sistema electrónico muy sencillo: un dispositivo que parece, más bien, una calculadora, con un puñado de circuitos y botones.

“Esa simplicidad es la que permite a cualquier ciudadano auditar la elección”, remarcó Siri. “El sistema redujo a 0 la cantidad de muertes producidas en cada elección. Hasta entonces, durante las seis semanas que se extienden los comicios, ocurrían hechos de violencia como quema de urnas en los que se lamentaban entre 100 y 200 víctimas fatales. Además aumentó la cantidad de mujeres que van a votar, al punto de equipararse con el voto masculino”, agregó.

En India, el proceso electoral es único en el mundo, tanto por su enorme población como por su distribución dispersa: sus votantes viven en ciudades que rebalsan de habitantes, pero también en zonas selváticas, desérticas y cumbres con comunidades remotas, que no tienen el más mínimo acceso a tecnología y, a menudo, tampoco a la alfabetización primaria.

Pese a todas esas dificultades, su índice de participación ahora supera el 60% debido, principalmente, a las urnas electrónicas que aplican desde hace casi treinta años. Se llaman Electronic Voting Machine o EVM. Son aparatos rudimentarios pero útiles, que no están conectados a internet ni funcionan por bluetooth, y tienen una capacidad limitada de 2 mil votantes, lo que es una medida estratégica para salvaguardar la integridad del proceso electoral.

Los EVM tienen tres patas: la unidad de control, que habilita al presidente de la mesa a activar el voto electrónico tras la identificación plena del votante; el tablero de voto, que permite al elector ejercer su derecho al voto a través de una lista de candidatos y partidos, presentada junto a un botón que se acciona; y la impresora del voto electrónico para que el votante lo pueda corroborar.

Una vez impreso, el voto se almacena en un depósito sellado que solo se abrirá en caso de requerir un recuento comparativo entre los resultados de la unidad de control y la impresora. Estas máquinas permiten que las elecciones se resuelvan en cuestión de horas, cuando antes había largos recuentos con episodios de violencia y denuncias de fraude.

En India encontraron en una tecnología sencilla una solución clave que mantienen hasta hoy. La combinación de seguridad, eficiencia y accesibilidad atrajo la atención mundial y, pese a que sirvió como modelo para otros países que buscan modernizar sus sistemas de votación, aún los ensayos tecnológicos son excepciones a la regla.

Votar desde casa

Después de cada elección, sobre todo de aquellas que implican demoras prolongadas, sobrevuela la inquietud por cambios en la forma en la que emitimos el voto. La tecnología avanza a paso redoblado, pero los sistemas electorales se mueven a un ritmo cansino. Una de las quimeras recurrentes, más con el avance de tecnologías como blockchain, es la de si algún día podremos validar la identidad y votar desde la comodidad del hogar.

“Hay avances en el mundo de la criptografía que pueden sumar. Por caso, la ‘prueba de conocimiento cero’ que implica dar la certeza de que alguien votó sin revelar el contenido de su votación. Hoy existen infraestructuras de blockchain que ya operan bajo este concepto y varios especialistas consideran que el futuro de la privacidad en internet está en estos avances criptográficos”, describió Jolías.

Más allá de la tecnología elegida, agregó, el problema radica en cómo se aplica. “Si tenemos el mejor sistema, con los últimos desarrollos tecnológicos y todos los ‘chiches’, pero es un software cerrado, que no permite auditorías abiertas a todo aquel que quiera auditarlo, entonces es un sistema que no trae mucha confianza. Creo que la mejor forma de pensar el tema es como una infraestructura pública”, planteó.

En el abanico de herramientas, blockchain emerge como la mejor opción para avanzar en sistemas de votación, por ahora, de baja escala. “Es un sistema indispensable para pensar sistemas de votación puramente digitales porque trae un montón de ventajas criptográficas para certificar la identidad”, remarcó Santiago Siri.

Son muchas las ventajas que ofrece de cara a posibles elecciones del futuro. En primer lugar, encripta la información, lo que ofrece seguridad y sostiene el derecho al voto secreto. También asegura que el votante sea real: se puede identificar su identidad y, de ese modo, evitar que se emitan votos dobles. El recuento puede ser posterior o en tiempo real sin mayores demoras y es poco probable que sufran infiltraciones debido a que la información no se concentra en un solo servidor.

Con esos beneficios sobre la mesa, Siri pergeñó un caso de avanzada a nivel mundial, uno de los pilotos de democracia digital más sofisticados. Con su proyecto Proof of Humanity construyeron la Decentralized Autonomous Organization (DAO) más grande de la red Ethereum, con casi 20 mil participantes y más de cien elecciones de voto directo.

Proof of Humanity se lanzó en 2021. La plataforma pretende establecer una renta básica universal a cada una de las personas que validen su identidad. Para ello, los usuarios deben hacer un video de sí mismos mostrando que son un humano real. A eso le sigue una prueba de voz y un depósito de la criptomoneda Ether que, en caso de que se verifique la veracidad de la identidad, se devolverá al usuario. Como recompensa, a todos los verificados se les otorga una suma del activo digital Universal Basic Income (UBI).

Lo distintivo es el sistema de votación de la plataforma. Los usuarios tienen incidencia directa sobre el futuro del proyecto e incluso se han llegado a votar temas que van contra los intereses de los desarrolladores, como lo fue la remoción de uno de los cofundadores. Las elecciones deben pasar primero por una etapa de propuesta en el foro y, en caso de que haya suficiente debate, una segunda fase en la que se verifica si hay intenciones de votar. Si esto se confirma, entonces sí se desarrolla una votación vinculante que tendrá efecto sobre el futuro de la plataforma. Todo esto los usuarios lo definen desde la comodidad de su hogar, en la calle o en un café, a través de sus computadoras o celulares.

Hoy la blockchain choca contra un muro evidente de escalabilidad. Aún son clara minoría los usuarios de la tecnología, que tienen internet, conocimiento y acceso a una billetera. “No creo que esta tecnología esté lista para escalar y satisfacer a millones de habitantes en un país, pero dimos pasos muy importantes para poder verificar humanos de forma descentralizada. Si el voto ocurriera en una base de datos controlada por un servidor, se podría manipular la elección, pero acá hay transparencia”, planteó Siri.

A corto plazo, Jolías tiene una mirada similar. Coincide en que solo será posible votar “a distancia” en elecciones en las que el voto no sea secreto, como los presupuestos participativos que se hacen en todo el país. Allí no hace falta montar una infraestructura de voto electrónico y las votaciones se desarrollarían a un costo muy inferior al actual.

Ahora, para elecciones presidenciales o legislativas como las de ayer, parece muy lejano. “Todavía tenemos gran parte de los trámites al ciudadano en papel, por lo que no serviría de mucho votar desde casa cada dos años pero tener que acercarse a una oficina pública a hacer un trámite a diario”, señaló Jolías. “Para votar desde casa se necesitarían infraestructuras públicas de identidad digital, confiables y seguras. Y hoy eso está lejos”.

FUENTE: INFOBAE