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El magnetismo siempre vigente de Luis Miguel

El ídolo mexicano actuó en Buenos Aires despertando sentimientos y tejiendo recuerdos. Su voz única y su poderosa presencia en escena conectaron generaciones en una noche llena de magia.
Miércoles, 16 de agosto de 2023 00:48

Un recital de Luis Miguel es una experiencia, pero una intensa y emocionante. Miles de personas, sobre todo mujeres, se congregan en un mismo espacio para adorar al ídolo, a ese ser que se venera como si fuera la divinidad misma, y que decide descender de su pedestal de vez en cuando para regalarnos un poco de su magnificencia. Y Luis Miguel es eso para las fanáticas y forjó su grandeza durante una trayectoria de más de 40 años con un talento inigualable y un aura que se eleva entre la conjetura y el enigma.

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Un recital de Luis Miguel es una experiencia, pero una intensa y emocionante. Miles de personas, sobre todo mujeres, se congregan en un mismo espacio para adorar al ídolo, a ese ser que se venera como si fuera la divinidad misma, y que decide descender de su pedestal de vez en cuando para regalarnos un poco de su magnificencia. Y Luis Miguel es eso para las fanáticas y forjó su grandeza durante una trayectoria de más de 40 años con un talento inigualable y un aura que se eleva entre la conjetura y el enigma.

El astro mexicano comenzó en Buenos. Aires, la gira que lo devuelve a los escenarios tras años de ausencia y El Tribuno de Jujuy fue parte de una de sus 10 presentaciones en el Movistar Arena. Y durante la espléndida velada el artista con su voz extraordinaria fue capaz de embriagar hasta la inconsciencia, desplegando un repertorio imbatible de hits imperecederos. El Sol encandiló con su brillo por dos horas y media a las 12 mil almas anhelantes distribuidas en el predio de Villa Crespo, demostrando por qué simplemente es El Rey.

Micky es un mito andante, una leyenda viva, la personificación del culto y lo demostró con creces cuando la banda fenomenal, extensa y ecléctica que lo respalda este año, apareció a las 9 en punto en el escenario. La locura (casi rozando la histeria) se apoderó del recinto. Y comenzó el hechizo, el artista se presentó en su mejor versión, desandando el camino que lo llevo a ser el número uno de la canción latina. Desató la euforia en el público mientras navegaba entre canciones románticas y pop, se aventuraba en los mares del bolero tradicional, modernizaba tangos, abrazaba la música de mariachis y creaba dúos memorables en compañía de figuras ya desaparecidas.

E inició su show emergiendo de lo profundo del escenario en un elevador para liberar una flecha certera al alma cantando “Será que no me amas”, hiperconocido cover que desde su lanzamiento de los ‘90 jamás ha dejado de sonar. Y fue ese el instante en el que Luis Miguel retomó su idilio con la gente. Ni siquiera necesitó decir mucho, al instante, las fans volvieron a vibrar. con su sonrisa, su mirada única, sus gestos, movimientos, saltos y ademanes, tan suyos como reconocibles por todos Y con la potente cadencia de su voz maravillosa y su presencia magnética de estrella consciente que ocupa el centro de la galaxia, mantuvo en estado de éxtasis a un público en el que no solo estuvieron sus fieles admiradoras devotas de siempre sino la nuevas, las chicas que lo conocieron por la exitosa serie de Netflix y los hombres a lo que se le hizo prácticamente imposible resistirse a aplaudir su impecable profesionalismo y maestría sobre el escenario.

En un concierto estructurado en bloques temáticos, la etapa inicial se abrió con clásicos movidos noventosos, tales como “Amor, amor, amor” o “Suave”, y canciones impregnadas de emotividad romántica, como “Hasta que me olvides”, “Dormir contigo” o “Es por ti”; para concluir este tramo con una vibrante entrega de “Dame”. Para su actuación el intérprete contó con la colaboración de una sobresaliente banda, repartida en el escenario de tres niveles que respaldo eficientemente al artista, quien hizo gala de su impresionante y poderosa voz, incluso llegando al extremo de colocar estratégicamente el micrófono a la altura del pecho en diferentes momentos, sin que ello afectara en lo más mínimo su volumen vocal. Luego con la llegada de la sección de cuerdas, el intérprete se adentró en el repertorio de boleros que marcó un punto de inflexión en su carrera, cuando en 1991 lanzó el aclamado álbum “Romance”.

Irrumpió en sus dominios y demostró su excelencia a través de un conjunto de canciones que envolvieron a los oyentes en una nostálgica danza emocional. Así, desfilaron icónicas piezas del género como “No me platiques más”, “Usted”, “La puerta”, “La barca”, “Inolvidable”, “Por debajo de la mesa”, “No sé tú”, “Como yo te amé”, “Solamente una vez”, “Somos novios”, “Todo y nada” y “Nosotros”. Al incorporar un bandoneón y una pareja de baile, el artista mexicano exploró el mundo del tango, demostrando que su versátil voz es capaz de abordar cualquier estilo.

Él ejerce su dominio sobre el género en lugar de ser dominado por él, infundiendo un aire de renovación. Una vez más, lo dejó claro al interpretar magistralmente temas como “Por una cabeza”, “Volver”, “Uno” y “El día que me quieras”. Y en un recorrido musical sin pausas, el espectáculo continuó con una secuencia de duetos que dieron vida a las voces en off de Michael Jackson y Frank Sinatra. En el primer caso, se optó por “Sonríe”, resultando en una armoniosa fusión entre la voz del “Rey del Pop” y el “Rey Sol”. Sin embargo, el punto culminante fue la colaboración con “La Voz” en “Come fly with me”, consolidándose como uno de los momentos más memorables del concierto.

Después la vertiente romántica continuó su recorrido por caminos más tradicionales, entrelazando clásicos como “Un hombre busca una mujer”, “Cuestión de piel”, “Oro de ley”, “Fría como el viento”, “Tengo todo excepto a ti” y “Entrégate”. Y seguidamente el itinerario musical aterrizó en el país natal del artista cuando una orquesta de 14 mariachis hizo su entrada en escena y compartió un momento íntimo con el artista, presentando un conjunto de canciones tradicionales que incluyó bellas creaciones como “Si nos dejan”, “La media vuelta” y “La bikina”.

Ya lamentando la llegada del final, diversos popurrís se sucedieron, abrazó tanto canciones pop latinas como piezas románticas que marcaron la juventud del intérprete. El primer grupo incluyó “Quiero”, “Qué nivel de mujer” y “Mujer de fuego”, mientras que el segundo se conformó con “No me puedes dejar así”, “Palabra de honor” y “La incondicional”. El tema “Te propongo esta noche”, sirvió para anunciar un desenlace estruendoso repleto de éxitos, encabezado por “Ahora te puedes marchar”, “La chica del bikini azul”, “Isabel” y “Cuando calienta el sol”. Una interpretación de “Cucurrucucú Paloma” en clave pop latina, en medio de un espectáculo de papelitos y con el público divirtiéndose con pelotas inflables gigantes, marcó la conclusión de la velada.

Y el encanto se acabó y el embrujo se esfumó, pero quedó muy claro que Luismi no es solo un intérprete de canciones, es un maestro del tiempo. Sus melodías actúan como portales que nos transportan a momentos que creíamos olvidados. Durante esos 150 minutos de pura magia, cada seguidora pudo tejer una retrospectiva de su propia vida, con la sinfonía de Luis Miguel hilando cada capítulo. Con sus canciones él construyó sueños y esperanzas en los corazones de sus admiradoras. Observarlo entregándose por completo sobre el escenario no solo reavivó esos anhelos sepultados en el tiempo, sino que también revitalizó la emoción y la pasión que una vez llenaron esos años juveniles en los que las posibilidades eran infinitas. Cada melodía es una invitación a renacer y a reconectar, sus canciones susurran los ecos de quienes fuimos, recordándonos que la música puede ser una ventana hacia nuestra propia esencia.