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Lo que pasó el 12 de junio en Tartagal no fue un festival más: fue una demostración de fuerza, organización y pasión popular que dejó a más de uno con la boca abierta. Con dos noches consecutivas de Serenata, una cifra histórica de asistentes y una logística impecable, la ciudad se posiciona como una de las grandes candidatas para reemplazar a los legendarios festivales del norte.
La primera jornada, con Jorge Rojas, el Chaqueño Palavecino y Christian Herrera, fue un verdadero tsunami de música y emociones: unas 75 mil personas bailaron y cantaron hasta las 5 de la mañana. Con la segunda noche, se completó un total de más de 100 mil asistentes. Todo transcurrió sin incidentes graves, gracias a un despliegue de seguridad por parte de la Policía de la Provincia, con drones y más de 500 efectivos.
Mientras los artistas deslumbraban en el escenario, abajo se vivía una fiesta gastronómica: unos 600 puestos vendieron empanadas, pizzas, tortas, hasta cordero a la estaca o locro. La gran mayoría agotó stock. Si bien días antes hubo algunas quejas por parte de los puesteros respecto de los precios de los productos que debían vender, todos eran de nacionalidad argentina y estaban autorizados por la Dirección de Bromatología municipal. El compromiso con la salubridad y la formalidad fue clave: sin productos bolivianos que ingresan por contrabando y, sobre todo, sin riesgos sanitarios.
Reemplazo del Trichaco
Para los observadores del megaevento, Tartagal podría convertirse en la nueva sede central de los grandes festivales del norte. Con el anuncio del Chaqueño Palavecino de suspender el Trichaco, muchos miran al norte del departamento San Martín como el heredero natural de esa mística. De hecho, el festival solidario del Trichaco comenzó en Tartagal y, con los años, Palavecino decidió llevarlo hacia el lugar donde nació: el paraje Rancho El Ñato.
"No es casualidad. Tartagal tiene lo que hace falta: convocatoria, clima ideal en junio, experiencia de dos años consecutivos en organización y respaldo del gobierno provincial", aseguró un relacionista público local. "No cualquiera junta 75 mil personas en una sola noche. Es la capacidad del Monumental, pero en Tartagal, a 50 kilómetros del límite con Bolivia. Eso hay que valorarlo y potenciarlo", afirmó.
El impulso no fue solo institucional: un importante empresario distribuidor de bebidas y alimentos apoyó el evento como principal sponsor, y su participación demostró que la sinergia público-privada puede dar excelentes resultados si se organiza con criterio empresarial.
Para muchos, lo que vivió Tartagal es el principio de algo más grande. Si el municipio mantiene esta línea de trabajo y apuesta a fortalecer la logística, el escenario está listo para instalarse como uno de los polos culturales más importantes del país.
Un camino que está más que claro
En tiempos donde lo popular y lo accesible valen oro, Tartagal puede convertirse en la referencia festivalera del noroeste. La pregunta sería: ¿hasta dónde puede llegar Tartagal con esto que comenzó en 2007 como una fiesta del pueblo, pero que con organización, mirada empresaria y una alianza estratégica entre lo público y lo privado?