Al cumplirse un año de su presidencia, Javier Milei llega con la legítima satisfacción de un logro: la incertidumbre casi terminal que reinaba en el país en esos días se ha diluido y su gobierno genera entre la población cautas expectativas con respecto al futuro. Haber bajado la inflación a índices muy cercanos a la estabilidad es una señal de éxito en una sociedad que esperaba un cataclismo. La saturación del modelo kirchnerista y la absoluta pérdida de credibilidad de su relato habían quedado en evidencia mucho antes, cuando Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Mauricio Macri se vieron obligados a declinar sus candidaturas. Pero también había quedado en claro la crisis populista, cuando el candidato del PJ fue Sergio Massa y su gestión como ministro de Economía precipitó la crisis que parecía terminar en el abismo.
inicia sesión o regístrate.
Al cumplirse un año de su presidencia, Javier Milei llega con la legítima satisfacción de un logro: la incertidumbre casi terminal que reinaba en el país en esos días se ha diluido y su gobierno genera entre la población cautas expectativas con respecto al futuro. Haber bajado la inflación a índices muy cercanos a la estabilidad es una señal de éxito en una sociedad que esperaba un cataclismo. La saturación del modelo kirchnerista y la absoluta pérdida de credibilidad de su relato habían quedado en evidencia mucho antes, cuando Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Mauricio Macri se vieron obligados a declinar sus candidaturas. Pero también había quedado en claro la crisis populista, cuando el candidato del PJ fue Sergio Massa y su gestión como ministro de Economía precipitó la crisis que parecía terminar en el abismo.
Embanderado con los economistas ultraliberales de la Escuela Austríaca y de la mano del reservado ministro de Economía, Luis Caputo, y del reformador del Estado, Federico Sturzenegger, lograron reducir el gasto público y el déficit fiscal, y frenar el endeudamiento por emisión. El impacto favorable de esos éxitos hace sentir que estamos saliendo de una pesadilla y, por eso, hay un extraordinario margen de tolerancia frente a decisiones de alto riesgo, como recortar el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, confrontar con las universidades públicas y reformar el acceso a medicamentos en el Pami.
Otro logro celebrado por la opinión pública es la desarticulación del movimiento piquetero, la investigación y denuncia de hechos de corrupción y el candado a quienes son burócratas de la pobreza.
Vínculos tormentosos
Milei encarna un punto de inflexión en la cultura política, aunque no termina de despejar las dudas acerca de si sus recursos mediáticos y la retórica anarco - libertaria proyectan un cambio hacia una nueva era o solo apuntan a un nuevo populismo.
Sus confrontaciones cada vez más fuertes con la vicepresidenta Victoria Villarruel muestran desapego al orden institucional y al mismo tiempo, insinúan una tendencia a la autocracia. Le guste o no, el presidente es un político, pero nadie cosecha éxitos duraderos si confunde al adversario con el enemigo, y si es incapaz de entablar diálogos fructíferos con opositores y, muy especialmente con quienes comparte la responsabilidad del poder. Incluido su gabinete, caracterizado por la permanente inestabilidad de los ministros.
La inconsistencia del vínculo de Milei con la "fuerza propia", es decir, con los aliados o compañeros de ruta como Mauricio Macri y el PRO, el destrato a los radicales dialoguistas y, en definitiva, la decisión a gobernar "de espaldas al Congreso", como lo simbolizó en su primer discurso, fuera del recinto, mirando hacia la Plaza de los dos Congresos, guardan muchas similitudes con el "decisionismo" que caracteriza al kirchnerismo y al chavismo. Es cierto que, con el andar de los meses, Javier Milei mostró una ductilidad inesperada. De ese modo pudo sostener en Diputados los vetos a DNU muy sensibles sobre jubilaciones y presupuesto universitario.
El presidente Javier Milei tendrá una extensa agenda hoy, que incluye un acto de la Sociedad Rural Argentina y un brindis en Casa Rosada. A las 17.30, Milei grabará un mensaje al país que se emitirá a las 21 por cadena nacional. Hará foco en los hitos de gestión, y buscará mostrar "el contraste" de la actualidad con diciembre de 2023, con fuertes críticas a Alberto Fernández.
Pero, al mismo tiempo, con su estilo corre el riesgo de no poder superar, en las elecciones del año próximo, su debilidad parlamentaria de origen. Si la bonanza se frena y su frente político llega dividido, la segunda mitad de su mandato podría terminar en naufragio.
La extraña maniobra que dejó sin quórum la ley de ficha limpia deja la sensación de que el oficialismo busca sostener a Cristina Kirchner para confrontar electoralmente en 2025 con una figura desgastada y también para mantener dividido al peronismo. Una jugarreta política de alto riesgo, probablemente acordada con el triángulo de hierro que conforma el presidente con su hermana Karina y su asesor Santiago Caputo. Un poder demasiado ensimismado.
Un cambio de época
Javier Milei es el fruto de una época en que la democracia ha entrado en un eclipse, no solo en el país, sino en el mundo.
El hiperpresidencialismo que caracteriza al movimiento bolivariano es un síntoma de vocación dictatorial, decadente y vulnerable.
La contracara la ofrecen los líderes de países occidentales más afines con Milei: el húngaro Viktor Orbán, la italiana Giorgia Meloni, el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, y el salvadoreño Nayib Bukele, encabezados todos por Donald Trump. Pero, en todos los casos, el bolivarianismo en retirada y este nuevo conservadorismo en auge nos hablan del deterioro de la democracia representativa tal como la conocemos.
El sistema y hasta la misma civilización occidental están en crisis. La vocación autocrática y la generalizada incapacidad de consensos la socavan por dentro. Enfrente, el fundamentalismo de Oriente Medio y la aparente restauración zarista encabezada por Vladimir Putin señalan a Europa y a América como el mal absoluto. Pero la violencia también los divide a ellos.
Probablemente, el retorno de Donald Trump y el crecimiento paciente de la economía china vayan configurando un nuevo mundo multipolar.
La política argentina, y no solo Milei, deben comenzar a mirar hacia dentro, sin encandilarse con fuegos de artificio. Las potencias solo han de mirar sus intereses, hay que tenerlo presente. La recesión, la pobreza, la crisis educativa, la falta de inversión tecnológica y el avance del crimen organizado son nuestros problemas. Y eso solo se resolverá desde adentro. Con una gestión profesional y eficiente en todas las áreas. Contrariamente al dogma libertario, el Estado es imprescindible para la seguridad nacional, la paz social y el desarrollo. Estos temas nunca los va a resolver el mercado.