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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Silvina Isasmendi: ?Tenemos que rescatar el interés por el otro?

Sabado, 15 de diciembre de 2012 20:35

Tiene bajo perfil y carga en sus espaldas una gran tarea social realizada. Si no fuera por los premios que recibió en reconocimiento a su labor, probablemente pasaría desapercibida como la mayoría de aquellos que ayudan a los demás sin esperar nada a cambio. Silvina Isasmendi es una mujer de 49 años, con una destacable fortaleza interior. Sólida e íntegra, alcanzó el cariño de quienes la rodean por la tarea social que comenzó a partir de una fuerte experiencia personal. Es un claro ejemplo de que los obstáculos pueden transformarse en grandes oportunidades. Es la creadora de la Fundación Por Nuestros Niños, desde donde provee atención médica a chicos de barrio La Loma. La institución no solo realiza eso, sino también brinda talleres a madres, apoyo escolar y recreativo a los niños, pero, sobre todo, se apoya en dos pilares escasos en la sociedad de hoy: contención y afecto.

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Tiene bajo perfil y carga en sus espaldas una gran tarea social realizada. Si no fuera por los premios que recibió en reconocimiento a su labor, probablemente pasaría desapercibida como la mayoría de aquellos que ayudan a los demás sin esperar nada a cambio. Silvina Isasmendi es una mujer de 49 años, con una destacable fortaleza interior. Sólida e íntegra, alcanzó el cariño de quienes la rodean por la tarea social que comenzó a partir de una fuerte experiencia personal. Es un claro ejemplo de que los obstáculos pueden transformarse en grandes oportunidades. Es la creadora de la Fundación Por Nuestros Niños, desde donde provee atención médica a chicos de barrio La Loma. La institución no solo realiza eso, sino también brinda talleres a madres, apoyo escolar y recreativo a los niños, pero, sobre todo, se apoya en dos pilares escasos en la sociedad de hoy: contención y afecto.

Recibió ofrecimientos para participar en política. Los rechazó. Cree que la sociedad tiene que dejar de lado la indiferencia y comprometerse con el prójimo. En su afán por lograr esto fue una de las salteñas galardonadas con el premio “Lola Mora, mérito a la mujer salteña”.

Sus días están repartidos en su tarea como madre y como referente de un barrio en el que no le fue fácil ganarse el afecto de los vecinos.

Silvina, ¿cuál fue el motivo por el que decidió dedicar gran parte de su vida al trabajo social?

Una experiencia personal me llevó a dedicarme a esto. Cuando tuve mi tercer hijo, nació con una enfermedad compleja que se denomina espina bífida (Nota de la Redacción: es una malformación congénita del tubo neural, que se caracteriza porque uno o varios arcos vertebrales posteriores no han fusionado correctamente durante la gestación y la médula espinal queda sin protección ósea). Apenas supe que sufría de esto, me interioricé mucho sobre la enfermedad y lo primero que intenté es abrir una fundación donde se tratara la espina bífida. Pero era muy costoso porque los médicos tenían que venir desde Buenos Aires varias veces al mes, e iba a ser muy difícil que funcionara porque no contaba con los recursos suficientes para asegurar la continuidad.

¿Entonces decidió inclinarse por otra fundación de asistencia médica más general?

Claro. Cuando empecé a llevarlo a mi hijo a la fisioterapia recuerdo que veía en las salas de espera a muchos chicos con problemas, y pensé: quiero poner un centro en un barrio donde haya muchos niños carenciados.

¿Y arrancó sola con la idea?

No. Dos médicos me acompañaron en la iniciativa: el doctor Carlos Bassani y el doctor Soto. Les propuse que hagamos una fundación y me dijeron que sí. Luego Soto murió y Bassani sigue colaborando hasta el día de hoy. Vinimos al barrio La Loma porque había una chica que conocimos y que nos contó los problemas que sufrían, así que llegamos acá, compramos una casita y comenzamos a buscar socios. La fundación ya tiene 15 años, tenemos cuatro consultorios, psicólogos, médicos, una sala para odontología, otra para ginecología, un salón de usos múltiples para talleres, etc.

¿Que pasó cuando se enteró del problema que tenía su hijo?

Me planteé lo siguiente: me hundo o salgo adelante. Con mi marido decidimos luchar y que esta lucha se haga extensiva a los demás. Salimos adelante los tres. Le debo la fundación a mi hijo, lo hice por él. Fuerzas me sobraban en ese momento. Sí o sí necesitaba hacer algo para ayudar a mi hijo y a niños que padecieran dificultades de salud.

Su hijo fue el que motivó esta gran obra entonces...

Sí, el fue el motor que me llevó a trabajar en esto. El tiene espina bífida y no tiene sensibilidad de la cintura para abajo. Ahora ya tiene 18 años y está por terminar el secundario. Va a ir a la universidad para estudiar psicología. El ama la fundación, y me dice que él va a continuar con esto.

¿Le pasó que le dieron ganas de dejar todo en algún momento?

Sí me pasó en los primeros momentos, sobre todo cuando las cosas son muy difíciles, pero sentía que alguien me decía: seguí, seguí. Recuerdo que iba a misa y le planteaba al papa Juan Pablo II: mirá Juan Pablo, si querés que yo siga con esta obra, dame una mano, si no dejo todo (ríe).

¿Cuál fue la dificultad más grande?

Cuando uno le pone afecto y amor a lo que hace, las cosas salen de una manera distinta. Aunque no puedo negar que crear una fundación requiere un papelerío gigante, mucha burocracia en el medio y fui aprendiendo a los golpes. Pero la fuerza interior que tenía me alivianaba todo. Después, otra dificultad se planteó cuando llegamos con la fundación al barrio. No fue nada fácil. Había resistencia de mucha gente del lugar, pero ahora adoran la fundación.

¿Recuerda algún momento en que sintió que una situación en particular la superaba?

Me pasó, cuando una chica adicta vino con los brazos cortados. Entró a la fundación llorando y toda lastimada mientras gritaba mi nombre para que la ayude. Fue atendida de manera urgente, pero ahí recuerdo haber sentido un fuerte dolor, y lloré. También lloré de emoción cuando le construimos una casa a un niño discapacitado. Nos escribió cartas muy movilizantes.

Mirando para atrás, ¿se arrepiente de algo?

De nada. Va... en realidad me arrepiento de no haberme preparado cuando fui más joven para que la parte administrativa de la fundación no me costara tanto. Igualmente lo aprendí, a los golpes, pero lo aprendí. Hoy con el equipo nos manejamos muy bien.

¿Se sintió sola en algún momento cuando estaba poniendo los primeros cimientos del proyecto?

Sí. Recuerdo que iba de un lado para el otro buscando ayuda, gente que colabore, que me explique cómo se hacían las cosas.

¿Cómo ve a la sociedad hoy?

Veo mucha indiferencia. Y la falla está en la educación. La sociedad está revolucionada y en el medio de ese caos, el interés por el otro es lo que tenemos que rescatar. Hay mucho interés por lo económico, lo cual no es malo, pero esto no hace feliz a una persona. La felicidad está en la capacidad de amar y de ayudar a quien tengamos al lado. Si todos miráramos más allá, aportaríamos un granito de arena. Uno en la vida tiene que ser agradecido y dar sin esperar nada a cambio.

¿Para usted, el salteño es solidario?

Muy solidario. Nosotros nos sostenemos gracias al apoyo de los salteños y a las empresas que colaboran.

¿La familia qué rol tiene hoy?

Yo lo que veo es que hay una importante falta de afecto y contención. Si todos entendiéramos lo fundamental de esos dos valores, las cosas serían diferentes. Creo que hay que entender también que ponerles límites a los chicos es mostrarles cariño. La falta de límites refleja una falta de afecto. Buscamos darles amor a los chicos. Me emociona ver a los chicos en la fundación y saber que están contenidos acá... ­siempre quieren venir!

¿Sintió que lo que hace con su aporte es remar contra la corriente?

Sí, muchas veces. Pero yo me siento una mamá más, que puede ver la necesidad que hay en otras personas. Siempre me pasó esto porque mi padre se fijaba mucho en el otro, en qué necesitaba el que estaba al lado. Mi papá iba a los hospitales, recorría la casa de la gente para ver en qué podía ayudar, sin ser político. El era excelente, y mi madre también lo es.

¿Qué observa detrás de los ojos de los chicos con los que trabaja?

Carencia de afecto y una fuerte necesidad de que sean contenidos. Esa contención se la damos en la fundación, prestándoles atención médica, organizando partidos de fútbol, con atención médica, etc. Es importante que sepan que ellos son importantes. Una vez vino una chica de 13 años embarazada. Apareció y nos dijo que quería abortar. La contuvimos, le explicamos lo grave que sería para ella hacer eso, y el ginecólogo la habló. Hoy está feliz con su hijo.

¿Alguna vez le ofrecieron entrar en política?

De tres partidos me lo han ofrecido. Me ofrecieron incluso una candidatura para senadora. Rechacé las ofertas.

¿Por qué?

Porque considero que desde la fundación trabajamos muy bien, en equipo y me siento cómoda en esto. Además, no sé si tengo el carácter para hacer política. No me voy a meter en un mundo que desconozco y difícil.

¿Qué es la política para usted? Porque usted bien sabe Silvina que las tareas que desarrolla son muy nobles pero demuestran falencias del Estado, ya que es una obligación que éste debería cubrir.

Lo sé. Yo entiendo que la política es administrar los recursos desde los valores. Cuando se pierden los valores, se pierde todo. Acá en la fundación hacemos las cosas por la gente, no por otra cosa. Los políticos tienen que hacer lo que les corresponde. Vivimos en un país rico pero hay gente que muere de hambre.

¿Qué mirada tiene de la clase política?

Los políticos no están en los problemas cotidianos que padece la sociedad, están más arriba.

Supongamos que la Presidenta pide hablar con usted, ¿qué es lo primero que le diría?

Qué le diría... Ella está más allá. Le diría que siendo una mujer inteligente, preparada, tendría que ver la importancia de los valores, ver que hay gente que sufre. Mirar al otro, respetarlo. Me pregunto cómo hará para dormir tranquila... Creo que se podrían hacer tantas cosas con buena voluntad.

¿Qué le genera impotencia a usted?

La burocracia. Lo que uno debería hacer en una mañana lo termina haciendo en días. La indiferencia también me genera impotencia.

¿Qué satisfacción le dio el premio “Lola Mora” que ganó hace poco?

Fue una sorpresa grande. Valoro el premio porque hoy vivimos una crisis de indiferencia y se reconoció a gente perdida que ayuda muchísimo, como mujeres del interior de Salta que trabajan incansablemente.

Los salteños que quieran colaborar, pueden comunicarse a la sede de la fundación Por Nuestros Niños 4-362025, ubicada en la calle Arístenes Papi 1250 o ingresar a www.fpnn.org.ar.

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