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La universidad tiene como función aportar al desarrollo sustentable, la generación de saber y la educación.
El secretario de Políticas Universitarias de la Nación, Alberto Dibbern, en nombre del Gobierno nacional, definió ayer durante el acto de la UNSa que la educación universitaria no es un bien transable sino un derecho humano; recalcó que proveerla es deber del Estado y definió los objetivos de las universidades: proveer al desarrollo sustentable de la región, generar conocimiento y garantizar la formación profesional de los jóvenes.
La Universidad Nacional de Salta acaba de cumplir cuarenta años. Tiene más de once mil alumnos y un porcentaje de graduados que se acerca al 10 por ciento. Tiene varias carreras concebidas en función de las necesidades de nuestra provincia: Geología, Antropología, Ciencias de la Salud y Ciencias de la Educación, por ejemplo.
Existen varias carreras convencionales, como economía, agronomía y las ingenierías, y otras disciplinas tecnológicas y científicas. Para las tradicionales, Derecho, Medicina y Psicología, los alumnos deben trasladarse de provincia o recurrir a la educación privada.
La creación de subsedes en Tartagal, Orán, Metán y Rosario de la Frontera, así como la proyectada en Cafayate, acercan la universidad a las regiones y a su gente.
A cuatro décadas de su fundación, es imprescindible una evaluación científica, como debe serlo siempre la actividad universitaria, para verificar si lo que viene haciendo la UNSa se traduce en generación de conocimientos, aportes al desarrollo sustentable y un fuerte impulso a la calidad educativa.
Ese balance impostergable no debe ser una especulación política: es una necesidad de la sociedad y del Estado.
No estaría nada mal que, como celebración del aniversario, los académicos de las distintas carreras brindaran, semana a semana, conferencias de alto nivel que sirvan como una introspección de esa querida casa de altos estudios y que permitan realizar una evaluación de la realidad profunda de Salta, con una adecuada proyección histórica.
Una realidad compleja
La educación argentina pasa por un mal momento. El deterioro de la escuela pública ha producido una fractura cultural que es fácil de percibir y difícil de resolver. Los índices de deserción de los estudiantes en los primeros años evidencian que la mala preparación básica se cobra un precio alto en la universidad.
El mundo vive el auge de la “sociedad del conocimiento”. Los países que más desarrollo alcanzan se caracterizan por tener más días de clases, jornadas escolares con más horas y universidades exigentes. No es el caso de la Argentina, que en los comienzos del siglo veinte se proyectaba como un país líder en educación y hoy pierde espacio a nivel mundial año a año. Casi el 60 por ciento de las personas en edad laboral no concluyeron la enseñanza media y solo el 14 por ciento tiene formación terciaria. Cerca de un millón de personas de menos de 25 años no estudian ni trabajan.
El estudio PISA, una comparación internacional del rendimiento educativo de jóvenes de 14 años, arroja que el 58 por ciento de los jóvenes argentinos tiene muy baja capacidad de comprensión de lo que leen.
En 2006, el estudio PISA nos ubicó en el puesto 52 entre 57 países.
Un institución esperanzadora
La UNSa fue creada como respuesta a una fuerte demanda de los salteños. Su destino es brindar los elementos críticos para el desarrollo: conocimiento y educación. Hoy es una de las instituciones educativas más importantes de Salta. Sería bueno que el mundo político entablara otro tipo de relación con la UNSa; básicamente, que comenzara a escucharla. En la Argentina sobran palabras y escasean ideas; la universidad, justamente, puede ser una usina de pensamiento que será operativo o no, de acuerdo su relación con la sociedad.