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Carta de la madre de Diego Esper, asesinado hace 2 años

Viernes, 31 de agosto de 2012 21:55

Diego, mi querido y tan esperado hijo nació el 13 de junio de 1977 con una afección en su corazoncito. Con la gracia de Dios y después de mucho peregrinar entre médicos cardiólogos superó esa afección.

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Diego, mi querido y tan esperado hijo nació el 13 de junio de 1977 con una afección en su corazoncito. Con la gracia de Dios y después de mucho peregrinar entre médicos cardiólogos superó esa afección.

Recuerdo que a los 8 meses sacaba su manito entre los barrotes de la cuna, tomaba mi mano y así se dormía. Hizo la primaria en el Colegio San Francisco de Tartagal y portó la Bandera Argentina al obtener el promedio de 10. Terminó el secundario en el IEM, se recibió como profesor de inglés y comenzó a trabajar en un colegio privado. En su vida no hubo alcohol ni drogas porque siempre cuidó su salud; discreto en su vida personal, sufrí a su lado por actitudes discriminatorias de algunas personas. Nuestra vida -como la de cualquier familia- tuvo nubarrones pero siempre salió el sol, con muchos, muchísimos momentos felices en familia. Siempre le hicimos saber lo orgullosos que nos sentíamos de él y cuánto lo amamos.

Estudió tres años en la Universidad Católica de Salta y pasó a la UNSA donde obtuvo el título de licenciado en administración con mención en sector empresas; fue ayudante de cátedra y jefe de trabajos prácticos. Pero durante sus años de estudios, de preparación, nunca se olvidó de disfrutar de su familia, de amar a sus padres y a su hermana menor. A mi hijo le gustaban las fiestas y mucho más los viajes; tenía muchos y buenos amigos y colegas. Trabajaba como tesorero en ALUDIS, profesor en la UNSA y formulaba proyectos de inversión. Cuando mi esposo y yo sentíamos que nuestras vidas estaban organizadas, acompañando a nuestros hijos a realizarse y concretar todos sus proyectos, apareció un sujeto que le robó la vida, una vida sana, alegre y feliz; le quitó el derecho al mismo Dios de decidir cuándo llevarlo con Él. En esta desgracia apareció otro sujeto a quien las investigaciones lo involucran por haber ingresado al departamento de mi hijo (se decía amigo de Diego y hasta tenía llaves de su departamento). Lo encontró sin vida y allí lo dejó, tirado con un desprecio que no se da ni a un animal. Estos seres malditos truncaron una vida plena, feliz, llena de proyectos y de tan solo 33 años, la vida de mi Diego, mi ruiseñor libre y fresco.

Mi corazón late hasta desgarrarse de solo pensar en su ausencia. Fue y es una pesadilla saberlo sin vida. El dolor caló en mi alma pero aún en mis sueños veo su sonrisa llamándome “mamá”.

Ha pasado un año de las marchas que cada viernes realizamos en la plaza 9 de julio pidiendo justicia y lo hacemos bajo el lema “no a la impunidad” porque los homicidas de nuestros hijos siguen sin ser condenados; hoy nos encontramos en la incertidumbre de no saber cuándo tendrá lugar el juicio por el asesinato de mi hijo Diego. A los padres que saben de este terrible dolor, lo que nos mantiene en pie es la fe en Dios; pidiéndole cada día que no nos abandone y que su justicia haga ver la verdad a los jueces terrenales.

Al finalizar una de las marchas una madre me expresaba su angustia y me decía “vamos a las marchas, volvemos con el corazón destrozado, sin nuestros hijos y sin justicia”.

Somos los padres de Diego Antonio Esper, Esteban López Frecena; Cristian Luna; Norma Mercados; Cintia Fernández; Gustavo Lobo, Mirta Llanos, Jesús Albornoz; Eduardo Rosas; Miriam Velazquez; Eurione Corregidor y de muchos más.

Han sido días y noches de sufrimiento; queremos justicia porque hoy solo nos queda vivir de recuerdos que son como perlas guardadas en un cofre y amarlos como siempre los hemos amado. Sus asesinos les arrebataron sus vidas sanas, felices, llenas de proyectos. Nuestros corazones ante tanto dolor tienen miles de interrogantes y sus muertes, no tienen ni tuvieron ninguna razón de ser.

María del Socorro Sánchez, Madre de Diego Esper, asesinado en septiembre de 2010.

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