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Carlitos Melián: ?Ninguna universidad te enseña a darle vida a un muñeco?

Domingo, 09 de septiembre de 2012 06:21

Difícil errarle a la dirección. La casa de Carlitos Melián, en la calle General Gemes, es reconocible desde lejos. Apenas uno se acerca, cabezas desmesuradas con ojos saltones y narices caricaturescas asoman desde el garaje, coloridas, apiladas, con esa ilógica que el tiempo y el polvo les dan a las cosas en desuso... O a las cosas que simplemente “esperan”.

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Difícil errarle a la dirección. La casa de Carlitos Melián, en la calle General Gemes, es reconocible desde lejos. Apenas uno se acerca, cabezas desmesuradas con ojos saltones y narices caricaturescas asoman desde el garaje, coloridas, apiladas, con esa ilógica que el tiempo y el polvo les dan a las cosas en desuso... O a las cosas que simplemente “esperan”.

Carlitos Melián, payaso, titiritero, marionetista, animador de fiestas infantiles, ha hecho de su nombre una marca. “Mi vida es un lío”, dice apenas abre la puerta enfundado en una de sus remeras de merchandising. Nadie se atrevería a contradecirlo. Con 41 años, ya es un “profesional” en el mercado de las fiestas infantiles. A pesar de que los años no parecen muchos, a él, el oficio de darles vida a los muñecos le ha consumido el 85% de la existencia.

“Mis comienzos en el campo de los espectáculos infantiles fueron al lado de mi viejo. Yo nací en medio de los muñecos. Mi papá es el Payaso Batuke. Cuando yo tenía un año ya quería manejar un títere... y lo hice. Conviví con ese mundo desde niño. Los muñecos, los títeres y las marionetas fueron mis juguetes. Siempre colaboré con mi viejo, lo acompañaba en sus shows... Y en determinado momento me largué solo. Tenía 12 años. Fue por iniciativa de un amigo, compañero en la escuela Jacoba Saravia. Necesitábamos recaudar plata para hacer un viaje de fin de curso. Con visión comercial, este amigo me propuso que le pidiéramos material a mi papá para hacer un show. Nos lo prestó y ahí me presenté con el nombre artístico de Batukito. Nos fue muy bien y pudimos viajar. Esa presentación fue una copia en pequeña escala de lo que hacía mi viejo”.

¿El también fabricaba sus propios muñecos?

Sí, y él me dio la fórmula para poder hacerlos. Para fabricar estos muñecos con placa de goma espuma necesitás fórmulas geométricas. Es pura matemática, sobre todo por el tema de las proporciones. Batuke me dio los fundamentos para hacer mis propias creaciones.

Después de ese improvisado debut, Carlitos tuvo su primera cliente: la directora de la escuela lo contrató para que diera un show en el cumpleaños de su nieto. Con 12 años, Melián ya había sacado sus propias conclusiones: la clave de un buen espectáculo infantil estaba en conjugar juegos, entretenimiento, música y -su toque particular- títeres y marionetas. Sobre esos cimientos edificó una propuesta artística que hoy funciona con los engranajes de un reloj.

“Mi viejo siempre fue un titiritero, un payaso y un marionetista clásico. Yo rompí con todas esas reglas, de menor a mayor. Saqué al titiritero del retablo; hago "payasadas', pero sin pintarme la cara. Logré tener una perspectiva diferente del espectador. Hoy ya casi no manejo las marionetas, vengo a ser una especie de animador”.

¿El espectáculo que montás tiene un texto?

No, para nada. El espectáculo se fue armando casi azarosamente. Un día vino un cliente y me dijo: “Carlitos, quiero contratarte, pero por favor no te disfraces, porque mi hijo les tiene pánico a los payasos”. Me costó horrores salir a cara descubierta, pero ese animador sin pintura terminó arrasando con todo lo anterior.

 Melián tiene actualmente un programa propio en la TV por aire local (Canal 10). Se emite los miércoles, a las 17.

“Una bolsa de papel en la cabeza puede llegar a ser un disfraz alucinante si sabés aprovecharlo”.

Lo mismo pasó y pasa con el contenido del show. No usamos un texto. Nos manejamos mucho con la improvisación y las imitaciones. Tenemos un hilo conductor, pero no es rígido. Creamos sobre la marcha. El niño de hoy es muy exigente y muy despierto. Tiene poder de decisión; no tiene drama en hacer un comentario. Nosotros estamos conscientes de que estamos frente a un público formado, que maneja información, y disfrutamos mucho eso. Y en algún punto es un desafío. Mucha gente cree erróneamente que los chicos son un público fácil de convencer. Hoy se minimiza mucho al artista titiritero, al payaso... El payaso no goza del respeto que inspiraba antes. Yo comparo el presente con lo que vivió mi papá. A pesar de que él sigue siendo muy respetado porque es una persona de mucha trayectoria, noto que en otros casos la profesión está muy desvalorizada. Pero es culpa de los mismos “payasos” (y entrecomillo), porque no cualquiera puede pintarse la cara y salir al ruedo.

¿Qué se necesita para ser un buen payaso?

Para mí no existe una definición de diccionario. Para ser payaso hay que sentirlo, vivirlo y, ante todo, hay que establecer un respeto mutuo con el público. Eso es lo primero que se rompe cuando el “payaso” cree que su única función es hacer humor, y que el humor se reduce al chiste fácil y a lo burdo. El payaso es más que eso. El payaso puede hacer reír, pero también puede emocionar.

Algunos de los muñecos de Carlitos Melián son “personajes comerciales”. Así llama él a los que nacen inspirados en un dibujo animado o alguna “estrella” de Disney. Pero también tiene sus propias creaciones, nacidas en noches de insomnio.

“Yo estoy pensando e imaginando hasta cuando duermo. Hasta en sueños hilvano ideas. Hay personajes que invento yo y a otros los consensuamos con mis ayudantes. Ellos le ponen su cuota de creatividad”.

“Es mágico para mí ver que los chicos ya los conocen. La televisión y el cine marcan tendencia, definen lo que está de moda. A eso me apegué al principio para hacer mis personajes. Comercialmente era provechoso. Pero a la par, siempre creamos nuestros propios muñecos, aunque tuvieran un papel menor. Competir con Mickey Mouse parece casi imposible y, sin embargo, uno, al final, entra en esa carrera casi sin darte cuenta”.

Entre las creaciones a las que Melián les ha dado vida están Cochinón, “un chancho sinvergenza pero... ­ojo!, no mal educado”, y el Mono Tití, “un tipo pícaro que dice palabras deformadas y, sin embargo, los pibes le entienden”.

¿Con qué abonás esa imaginación? ¿Leés? ¿Ves películas?

No. No leo ni veo televisión ni cine. Al principio pensé que estaba equivocado, pero un día conversé con una mujer que había sido esposa de un poeta salteño y ella me contó que su marido tenía mi misma filosofía: no leía nada, para que su poesía fuera pura. Yo hago lo mismo. Veo muy poca televisión... un partido de fútbol de vez en cuando. Películas vi solo cuando tuve que hacer un personaje y necesité enterarme de qué se trataba. No veo espectáculos infantiles en vivo tampoco. Rompí con todo. En realidad, uno ya está demasiado influenciado desde siempre, entonces corre el riesgo de copiar. Eso es fatal.

El metanense que se mudó con su familia a la capital salteña al año de vida, y que dio sus primeros pasos como payaso y animador en barrio Castañares, vive hoy en una casa grande y superpoblada de muñecos estáticos que observan pasar el tiempo desde los rincones. Dice que ya perdió la cuenta, pero calcula que debe tener alrededor de 500. Algunos tienen más de 30 años de quietud. Pero Carlitos Melián no “jubila” a nadie.

“Están en el banco de suplentes. Por eso tampoco los regalo. El muñeco viejo que ya no usás es el que te ayudó a generar 50 muñecos más. Tiene un valor incalculable. Todos en algún momento se reparan, se ponen a cero y vuelven a cobrar vida.

Melián tiene la voz arenosa típica del fumador. Admite que cantar y grabar discos, en su caso, es de una “caradurez” total. Pero la empresa lo fue llevando por esos carriles casi sin querer. En julio, en su último estreno en el teatro, presentó un nuevo CD que incluye temas propios. “Mi ladera es mi señora. Estamos casados desde hace 19 años y tenemos 3 hijos. Ella es la que me aguanta todas las locuras. Es música y colabora mucho con el armado de los espectáculos, al igual que Daniel Oscar, alias "Pisotón', otro músico que forma parte de mi equipo”.

Carlitos Melián presenta tantas funciones al año que se ve obligado a recrear su show permanentemente. “Un mismo pibe a lo mejor te ve tres veces durante el mismo mes. No tenés derecho a hacerle ver siempre lo mismo”, sostiene como premisa el animador.

¿La gente te pide cosas que te resulten un desafío?

Ultimamente me están pidiendo funciones para adultos. Pero por ahora no las pienso hacer, porque tengo miedo de aferrarme al chascarrillo o al doble sentido... Yo llegué hasta acá trabajando para niños y haciéndolo con mucho respeto, y no quiero alejarme de eso. Pero nunca digo nunca, así que no descarto que hacer algo para adultos pueda llegar a ser fascinante. Me pasa en los shows: los adultos empiezan siendo indiferentes y terminan siendo el público más atento.

¿Proyectás mucho, Carlitos? ¿Ya estás pensando en qué vas a hacer de acá a diez años?

En realidad, para esa época espero estar viviendo en el campo, retirado. Y no porque yo esté cansado, sino porque ya agobié a toda mi familia. Yo soy muy obsesivo. Además, hace años que no sabemos lo que es un fin de semana libre. Pero, claro, esto de retirarme es solo un anhelo, porque la realidad me lleva por delante. Me va a resultar difícil hacer un corte.

Creciste con un papá payaso. Empezaste como payaso a los 12, casi empujado por un amigo. ¿Era lo que querías o dejaste que el contexto se te impusiera?

Estaba ahí a la mano y lo tomé. Con 41 años yo ya me siento realizado. Cualquier pibe que hace una carrera convencional, a esta edad, recién estaría dando sus primeros pasos. No fue una elección fácil. Un tipo que hace arte no es visto como un profesional, cuando sí lo es. No hay universidad que te enseñe a darle vida a un muñeco. El secreto para progresar en esta carrera está en la perseverancia y en el apoyo familiar.

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