El asunto es complejo y fácil a la vez. Para reír o para llorar. Depende de qué lado de la línea esté ubicado usted. En nuestro país para la población en general, que es la que consume bienes y servicios, hay una inflación que, en algunos casos, supera el 30 por ciento.
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El asunto es complejo y fácil a la vez. Para reír o para llorar. Depende de qué lado de la línea esté ubicado usted. En nuestro país para la población en general, que es la que consume bienes y servicios, hay una inflación que, en algunos casos, supera el 30 por ciento.
Para el gobierno cristinista, que es el que aporta la mayoría de las causas que crean la inflación (subsidios a granel, gasto público desmesurado, emisión de moneda a gusto y paladar, etcétera), ésta no existe.
Sin embargo, pese a negar obstinadamente esa realidad, aplica medidas de gobierno que históricamente culminaron en fracasos, aquí y en otras épocas y latitudes, pretendidamente dirigidas a descomprimir la situación inflacionaria.
Así, el secretario de Comercio Interior que también, en los hechos, es del Exterior, el temido Guillermo Moreno (con el aval de la señora Cristina, por supuesto), ha forzado a las principales cadenas nacionales de supermercados y a los propietarios de cadenas de venta de electrodomésticos a aceptar el congelamiento de los precios hasta el 1 de abril.
En verdad, se trata de un control estatal de precios, política que no tuvo éxito en ninguna parte. Control de precios y salarios, para decirlo con exactitud. El control sobre precios y salarios, que aquí está disfrazado de “congelamiento”, no sirve para combatir la inflación.
Y sus efectos son negativos. En primer lugar, los controles jamás alcanzan su objetivo de estabilizar los precios y distorsionan el funcionamiento de una economía fomentando la escasez de productos y servicios, y dañan su calidad.
Cuando eso sucede, el gobierno de turno trata de remediar la escasez mediante subsidios a los bienes y servicios que perdieron rentabilidad, sin tener en cuenta, o sin importarle, que los subsidios generan incremento del gasto público, agravando la inflación.
En estos días estuvo en Salta la subsecretaria de Defensa del Consumidor de la Nación, María Lucila “Pimpi” Colombo, una especie de mano derecha de Moreno. Dijo varias cosas muy llamativas. Por ejemplo: “Los que están preocupados por la inflación no están preocupados por el pueblo.”. Ajá.
Otra: “Mientras vos te asegurés que se mantiene la capacidad adquisitiva, vos no podés estar preocupándote en hablar de la inflación. La medida de cuál es la variación generalizada de los precios son los números que el Indec está informando”.
De acuerdo con eso, estamos salvados: Pimpi nos congeló la desazón.