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El 13 de febrero del año 1813, representa un hito histórico de gran envergadura dentro de una etapa del proceso de emancipación de nuestro país (1806-1816), iniciado hace más de doscientos años.
En aquel entonces, las tropas que comandaba el general Manuel Belgrano cruzaron el denominado Río Pasaje, actualmente conocido como Río Juramento y a orillas del mismo, unos 3.000 soldados prestaron juramento de fidelidad a la Asamblea General constituida en Buenos Aires. Ceremonia que se realizó ante la insignia azul-celeste y blanca que se enarboló en esa ocasión.
Al respecto, los historiadores Colmenares y Chiericotti sostienen que el carácter revolucionario de ese acto patriótico radica por un lado, en que legitimó a la Asamblea, quien actuaba en representación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por otra parte le otorgó al Ejército del Norte, comandado por Belgrano, su propio emblema para contrarrestar el despotismo de la corona española, encarnado en las fuerzas realistas de Pío Tristán.
La batalla victoriosa
En efecto, fue la insignia que identificaba a las provincias la que flameó el día 20 de febrero de 1813, cuando el ejército patriota emprendió en Salta una nueva batalla victoriosa.
Ahora bien, dicho acontecimiento nos lleva a pensar en las siguientes cuestiones: en primer lugar, ¿proyectamos nuestro futuro en base al conocimiento del presente como realidad tangible del pasado?.
En segundo lugar, ¿creemos en la necesidad de incentivar en las generaciones venideras el deseo de forjar una identidad nacional?.
Finalmente, ¿estamos convencidos que este es el momento para resignificar el sentido de pertenencia a la tierra que nos vio nacer?
Ciertamente, tales cuestiones nos interpelan en una fecha tan especial como la que estamos celebrando. Así pues, cuando conmemoramos el juramento de fidelidad a la Asamblea del Año XIII, pensamos en la impronta que tiene nuestra bandera como símbolo de una nueva patria que se construye en el presente a través de la reivindicación de su pasado.
Ello nos permite tener una mirada amplia de la realidad actual pero con la perspectiva puesta en el horizonte, de manera tal que le posibilite a la sociedad en su conjunto, recuperarse del descreimiento de sus instituciones.
Espacios de sociabilidad
Será fundamental la creación de espacios democráticos de sociabilidad, propios de un sistema republicano, en los que se conciba una identidad nacional basada en el respeto a la diversidad cultural de sus habitantes y sustentada en la convivencia pacífica al interior de la comunidad social que logra internalizar la idea de una identidad colectiva incluyente.
Por consiguiente, como miembros del Estado nacional argentino tenemos la tarea de trabajar en la elaboración y concreción de un proyecto político y cultural -cuya columna vertebral sea la defensa del derecho de la soberanía de los pueblos- que pueda anteponerse a las actuales formas imperialistas de dominación, provenientes de grandes potencias del Atlántico norte, de otros continentes o de países vecinos de la región.
En definitiva, si tomamos conciencia, en este nuevo momento de refundación de la nación, de que cada vez que enarbolamos nuestra enseña nacional afianzamos la soberanía de nuestro pueblo, estaremos no sólo construyendo la argentinidad sino también comprendiendo realmente la historia de nuestro país.