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Un problema que ya afecta a toda la economía

Sabado, 02 de febrero de 2013 22:38
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Que el Gobierno esté preparando una medición inflacionaria de alcance nacional es saludable y nunca debió haber sido de otra manera. Argentina es un país federal y no tiene por qué relevar sus precios mirando solo lo que pasa alrededor del Obelisco. Sin embargo, lo importante es si dotará de credibilidad a esos índices ante los ojos de la opinión pública o si continuará manipulando las cifras como hasta ahora pero con una nueva metodología. Eso aún es una incógnita.

De todos modos, el debate de fondo no pasa por la medición sino por cómo evitar una suba desenfrenada de los precios, que según los privados en enero estuvo cerca del tres por ciento y en todo el año podría llegar al 30%. Para eso aún no hay planes, anuncios ni ideas.

En un año electoral como este, la Casa Rosada está más preocupada por repartir el costo político de la inflación con opositores y empresarios que por empezar a combatirla de una vez por todas.

Lluvia de “culpas”

Culpa a Mauricio Macri por el aumento en el subte, culpa a los empresarios por los incrementos de precios en la costa y culpa a intendentes y gobernadores, Daniel Scioli y José de la Sota entre ellos, por las eventuales tasas que apliquen sobre los combustibles.

Todo eso es cierto, pero esconde el quit del asunto que sigue sin tener solución: la emisión desmedida del Banco Central y el aumento del gasto público.

Otra vez, el relato va por un lado y la realidad va por el otro.

El Gobierno sigue sin encontrarle la vuelta a un problema que ya influye negativamente en casi todas las áreas críticas de la economía, y que está aportando un manto de incertidumbre importante sobre el Palacio de Hacienda. Por la inflación el dólar paralelo ya está en los ocho pesos; por la inflación, muchos gremios empiezan a tomar distancia del Gobierno y por la inflación, la moneda argentina cada vez vale menos en comparación con las otras.

La suba de Ganancias

Lo que ocurrió esta semana con la suba del mínimo no imponible de Ganancias no puede pasar desapercibido en el equipo de gobierno. Pese al aumento, las cinco centrales sindicales salieron a rechazarlo y ahora amenazan con incrementar sus pedidos de aumento salarial.

Lo que quiso ser un anuncio que le dé certidumbre a las paritarias, y así modere la inflación de este año, terminó siendo la excusa sindical para radicalizar sus reclamos con el riesgo serio de incrementar la suba de precios al consumidor.

¿Tenía margen Cristina Kirchner para anunciar una suba mayor en momentos en los que la recaudación no sobra? Quizás no ahora, pero sí el año pasado, cuando el piso del regresivo impuesto no subió ni siquiera el uno por ciento. La inflación y sus derivaciones están dándole a los sindicatos opositores la excusa perfecta para salir a la calle y a los oficialistas para alejarse definitivamente del Gobierno.

Las durísimas declaraciones de Oscar Lescano ¿de la CGT oficialista?, en la edición de hoy de El Tribuno (ver página 4), parecen ser una muestra cabal de ello. Los que dicen apoyar al Gobierno se dividen entre el silencio -Antonio Caló-, la crítica subliminal -Hugo Yasky- y los cuestionamientos frontales -Lescano.

Gremios desalineados

Casi no hay ya en el espectro sindical un alineamiento absoluto con el Gobierno como sí ocurre en ámbitos legislativos y ejecutivos. ¿Por qué el Gobierno ni siquiera discutió con la CGT Balcarce el alcance del anuncio? La razón parece obvia: los sindicalistas no convalidarían nunca un incremento tan exiguo. Cristina prefirió cuidar la recaudación aún al costo de perder apoyo político en un año electoral.

Eso, a la luz de los acontecimientos, no parece negocio para una Presidenta que quiere eternizar su modelo en el país y que necesita respaldo para hacerlo.

Los movimientos

 

Si bien las encuestas están marcando que la imagen de Cristina levantó algunos puntos en relación a fin de año, los sondeos también revelan que la aceptación de Daniel Scioli y Sergio Massa, hoy más cerca de la oposición que del oficialismo, se mantienen inmutables.

Ambos tienen una estrategia similar de no confrontación y de evitar todo tipo de polémicas. ¿Por qué no rompen con el kirchnerismo si ya tendrían decidido hacerlo?

Porque correrían el riesgo de ser castigados por la opinión pública como oportunistas.

Scioli, el más firme candidato presidencial para 2015, no se aleja del kirchnerismo ni cuando el vicepresidente le dice cobarde. Massa, exjefe de gabinete de Cristina, tampoco lo hace públicamente pese a que mantiene reuniones con muchos de los opositores más rancios al Gobierno. Los dos buscan ser candidatos, uno a presidente y otro a gobernador, como representantes de un peronismo que aglutine también a sectores kirchneristas.

Momentos difíciles

En tanto, el socialismo que salió segundo en las presidenciales de 2011, pasa por uno de los momentos más críticos de los últimos años.

Rosario está seriamente afectada por el crimen organizado y la Policía provincial no parece preparada para enfrentarlo. Es más, muchas veces da señales hasta de connivencia con el delito. La situación está siendo aprovechada por el kirchnerismo para limar la autoridad de Antonio Bonfatti e indirectamente de Hermes Binner. Allí los seguidores de Cristina caen en una contradicción: critican la inseguridad de Santa Fe pero nada dicen de lo que ocurre en el resto del país. Como sea, el socialismo está sintiendo el impacto de la embestida.

Macri, por su parte, es poco lo que viene mostrando en materia de gestión y encima tuvo que padecer el grotesco exabrupto de Miguel del Sel contra Cristina. No son pocos los que creen que el líder del Pro podría terminar haciendo una alianza con De la Sota para las presidenciales de 2015. Quizás entonces, producto de sus desavenencias, deba ceder la candidatura presidencial a manos del cordobés.

 

 

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