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La industria y una prueba de fuego para el discurso oficial

Domingo, 19 de mayo de 2013 12:23
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La situación de inseguridad se respira día a día en la provincia y particularmente en ciudades como Tartagal y Orán

La grave sequía por la que atraviesa el departamento San Martín ya obligó a cientos de productores a despedir a sus empleados y a redeterminar los costos de una cosecha que está en cero y por la cual no obtendrán ninguna utilidad en esta temporada.

Con pocos precedentes en la historia, el norte salteño se ve afectado por una de las inclemencias más extremas de las últimas décadas y la ayuda que el Estado debe brindar aparece como insuficiente, burocrática e inaccesible, sobre todo para pequeños productores o los arrendatarios.

El panorama para ellos no es nada optimista, ya que los créditos que liberó el Gobierno deben tener necesariamente la garantía de propiedad. Además, los dueños de parcelas no podrán acceder a los montos suficientes como para aguantar esta cosecha y continuar en la próxima temporada. La incertidumbre y el miedo rondan noche y día en la cabeza de los productores.

Como elemento motorizador, el campo sostiene al resto de las actividades humanas en Salta. Esta es una realidad inapelable. Ante la crisis que se avecina, la industria debería entonces ocupar un lugar estratégico en el entramado social.

Este será el momento de poner a prueba el discurso sobre el incremento exponencial en las industrias de la provincia.

Si hay fábricas concentradas en los polos industriales -como lo asegura el Gobierno- el efecto social por la caída en la actividad agrícola no debería notarse; no al menos en los niveles preocupantes que hoy aparecen en el norte salteño. Pero la realidad, una vez más, es equidistante de lo que aseguran.

La crisis social se agudiza día a día en el norte de la provincia y sus efectos solo pueden ser calculados en términos de impacto en la comunidad en general y no solo acotados a los daños en un sector productivo. Los efectos colaterales se harán notables en otros rubros como el comercio y la construcción; subestimar esta realidad podría ser catastrófico.

El plan de contingencia para lo que puede venir debe ser abarcativo, pero sobre todo honesto y objetivo, sin mensajes preelectorales y con la mirada puesta en la paz social.

En el departamento San Martín la matriz laboral se ve seriamente afectada por la falta de inversiones, como por ejemplo en la actividad petrolera. Pero hay factores restrictivos a la actividad agrícola, algunos externos (como la tremenda sequía) y otros que tienen que ver directamente con las políticas de fomento. Admitir estas falencias y focalizar el esfuerzo para salir de la emergencia, es una tarea indelegable del Estado, que hoy parece estar más preocupado por la publicidad del Fondo de Reparación Histórica.

Mientras tanto, la situación de inseguridad se respira día a día en la provincia y particularmente en ciudades como Tartagal y Orán, donde la falta de trabajo tiene su reflejo inmediato en la delincuencia, potenciada por la droga que encontró vetas de fabricación, distribución y comercio de una manera inimaginable en esas zonas fronterizas con Bolivia.

Todos estos flagelos tienen un hilo conductor y el Gobierno no puede desconocerlo.

El dato: La situación de inseguridad se respira día a día en la pro­vincia y particularmente en ciudades como Tartagal y Orán.

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