Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

?El celibato es algo que podría modificarse durante este papado?

Domingo, 05 de mayo de 2013 23:56
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Evangelina Himitian es periodista y escribió con ritmo maratónico una biografía sobre Jorge Bergoglio que fue presentada recientemente en la Feria del Libro de Buenos Aires. Apenas tres días después de que el cónclave de cardenales eligiera al argentino como el sucesor del papa Benedicto XVI, los engranajes de la investigación comenzaron a funcionar a todo vapor. El resultado: “Francisco, el Papa de la gente” (Ed. Aguilar), un texto que pone el acento en los hitos existenciales de este porteño que lo llevaron, casi por azar, a ocupar el trono de Pedro.

¿Por qué elegiste el subtítulo “El Papa de la gente” para el libro?
 

Porque creo que lo que ha generado esta atracción sobre la figura del Papa es su imagen de hombre cercano. Estamos acostumbrados a ver líderes religiosos desde un lugar muy lejano. Francisco no solo es un Papa argentino, latinoamericano, jesuita, sino que también es un Papa cercano a la gente. Esa es la clave de su papado.

Sorprende la celeridad con que salieron libros acerca del papa Francisco. ¿Cómo surgió tu proyecto?
 

En mi caso, por mi trabajo en la sección Sociedad del diario La Nación, estuve en contacto en distintas situaciones a Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires. Pero más allá de estas notas de archivo, encaré la tarea posterior de armar su biografía luego de su designación como Papa. Fue una carrera maratónica. En pocas semanas se hicieron más de 40 entrevistas a personas que lo conocen bien y tuvimos acceso a documentación e información, tanto en el país como afuera.

Construís la imagen de Francisco en base a testimonios...
 

Sí. Pero creo que el mayor aporte que hace esta biografía es contar el proceso que llevó al papado a una persona que vivía en el barrio de Flores y que era un porteño más que en algún momento sintió el llamado de Dios. El libro reconstruye ese camino y describe qué cosas fueron determinantes en su vida para que, más allá de ser un sacerdote que fue escalando en la estructura eclesiástica, siguiera siendo una persona tan cercana a la gente.

En ese proceso, ¿qué hitos reconocés en la vida de Bergoglio que lo convirtieron en “papable”?
 

Hay dos cuestiones. Bergoglio nunca hizo campaña a favor suyo pero, en los distintos escenarios donde le tocaba participar, siempre terminaba convirtiéndose en “él” candidato. El los 80 lo mandaron como confesor a Córdoba, a manera de “castigo”, en medio de una crisis interna entre los jesuitas. Sin hacer él ninguna movida para cambiar esa situación, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, va a Córdoba para un retiro espiritual, lo conoce, queda deslumbrado y lo nombra obispo auxiliar. Este parámetro se repite a lo largo de los siguientes años. Después Quarracino lo nombra su sucesor. Siendo cardenal, en 2001 tiene que participar en un sínodo. El cardenal de Nueva York, que iba a ser el relator de este encuentro, falta por el atentado a las Torres Gemelas. Bergoglio era el suplente. Siendo un cardenal prácticamente desconocido, tiene una participación descollante. Cuando muere Juan Pablo II, en el cónclave de 2005 ya empieza a figurar entre los candidatos. Ese año tuvo muchas chances pero él mismo le pide a los cardenales que voten a Ratzinger.

Se autoexcluye...
 

Sí, porque sabía que en ese momento él no era el candidato natural, sino el candidato de una fracción que se oponía al status quo del Vaticano. De alguna manera, Bergoglio intuyó que revestirse de Papa entonces no le iba a proporcionar el poder necesario para encarar una reforma de la Curia romana y de la Iglesia católica en general.

Y qué cambios hubo en ese contexto para que decidiera aceptar?
 

En 2005 el cónclave se dividía entre el ala más progresista y los conservadores. Estos últimos impulsaban a Ratzinger. Los progresistas no tenían un candidato natural que pudiera hacerle sombra al alemán. Tenían a Franco Marini pero por problemas de salud él desiste de esa candidatura y se la traspasa a Bergoglio. El argentino sabía entonces que los votos no iban a ser emitidos pensando en él, sino en quien él estaba reemplazando.

Pensás que ahora están dadas las condiciones para una reforma?
 

Seguramente. La crisis del papado de Ratzinger, más allá de sus problemas de salud, deviene por el “Vatileaks” (filtración de documentos confidenciales del Vaticano) y porque los grupos que lo habían apoyado en su candidatura le soltaron la mano. En el cónclave de este año se hizo más evidente entre los cardenales la necesidad de una reforma. Entre los candidatos naturales, que eran el brasileño Odilio Scherer y el italiano Angelo Scola, fue creciendo la necesidad de otra opción: una figura que realmente llevara adelante la reforma que se necesitaba. Entonces apareció Bergoglio.

Qué deberá enfrentar Bergoglio?
 

Creo que el desafío de la reforma de la Curia romana no es menor. Y la otra gran reforma es aggiornar la fe cristiana a la vida cotidiana de la gente. Esto tiene que ver con la aceptación de ciertas situaciones. No creo que sea sencillo mantener ciertas posiciones como frente al matrimonio entre personas del mismo sexo. Bergoglio no lo acepta. Hasta ahora sus gestos fueron populares, pero cuando tenga que enfrentar planteos como ese no va a ser sencillo. Lo mismo que la comunión de las personas divorciadas.

A pesar de haber sido el candidato del ala progresista de la Iglesia, él sigue siendo muy conservador...

Es muy progresista desde lo social, pero a la vez es muy conservador con respecto al dogma de la Iglesia. El celibato, por ejemplo, es algo que Francisco podría modificar durante su papado, porque no es un dogma, es una disposición. En el caso del aborto es intransigente y no creo que vaya a modificar su posición. El tema de los métodos anticonceptivos es una incógnita. Quizás haya en algún momento una mayor apertura.

Algunos encuentros que tuvo Bergoglio generaron desconcierto. Hay quienes vieron cierto “cinismo” en las entrevistas con la Presidenta y Estela de Carlotto, por ejemplo...
 

Yo no hablaría de cinismo. Creo que en algunos casos era una relación inexistente. En otros, era de conflictividad. Pero se sabe que aceptar un nuevo rol tiene que ver con aceptar nuevos tratos y nuevos tipos de relaciones. Creo que tanto Francisco como Cristina saben que los paradigmas han cambiado en los últimos meses. Saber adaptarse a esta nueva situación es un buen signo.
 

Latinoamérica, la reserva del catolicismo

Se hacen muchas lecturas acerca de la designación de un Papa latinoamericano. ¿Cuál es la tuya?

Creo que la necesidad de un Papa latinoamericano estaba planteada en el cónclave. Por distintas razones. Más de la mitad de los católicos del planeta vive en América; y de esa mitad un 44% son latinoamericanos. El candidato del grupo más conservador era Scherer, un brasileño. El consenso acerca del Papa latino estaba desde el comienzo. Además, aunque la cantidad de católicos viene disminuyendo en el mundo, Latinoamérica es el continente donde más creció la fe católica en el último siglo. Si en Europa creció un 50%, en nuestro continente creció un 900%.

¿Qué opinás del cuestionamiento al rol que tuvo Bergoglio durante la dictadura?

Es un tema que ocupa un capítulo del libro. Era necesario poner luz sobre un tema lleno de sombras. Entre las entrevistas que se hicieron, figura una a la abogada Alicia Castro, quien fue vicepresidenta del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y a distintos sacerdotes riojanos a los que Bergoglio protegió durante esos años.

Castro fue perseguida por el gobierno militar y fue Bergoglio quien le ofreció protección. Hay testimonios de personas a las que les consta que él no colaboró con el régimen. En ese momento, era la autoridad máxima de los jesuitas y alojaba y ayudaba a salir del país a personas que eran perseguidas. También hay un anexo con las declaraciones de la causa ESMA. Entre ellos, el de Orlando Yorio, el sacerdote jesuita que fue secuestrado y salió del país ayudado por Bergoglio.

En su testimonio, él cuenta que había sido elegido por las autoridades jesuitas para llevar adelante investigaciones sobre la Teología de la Liberación en Argentina. Cuando aparece Bergoglio -esto es una interpretación que yo hago-, surge una especie de guerra de egos. O al menos así lo vivió Yorio. Entonces, cuando su superior le advirtió que se retiraran de las villas donde trabajaban porque estaban siendo señalados como “zurditos”, Yorio sintió que esto tenía que ver con una competencia entre ambos dentro de la orden. Así siguieron adelante con su trabajo en las villas aún cuando la jerarquía jesuita les había pedido que se retiraran de allí.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD