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El gobernador Juan Manuel Urtubey no hubiese soñado nunca los acontecimientos políticos de la semana que pasó. Nunca; ni siquiera en sus peores pesadillas.
Es que el alejamiento del Partido Renovador del frente de gobierno trajo consigo los múltiples efectos de una sociedad que se fractura.
El divorcio político deja a Urtubey con un costo objetivo que se traduce en la difícil tarea de afrontar las elecciones sin el socio mayoritario.
Pero además existe un factor anímico que es propio de las rupturas y que tiene que ver con el nerviosismo y el desánimo, con el peso extra de gobernar y al mismo tiempo prestar más atención a las columnas que quedaron en pie, luego de la explosión que significó la candidatura del vicegobernador Andrés Zottos a la senaduría nacional.
Con la mente puesta en la campaña y todas las energías invertidas en el posicionamiento de su hermano Rodolfo como otro candidato a senador nacional por el kirchnerismo, el gobernador Urtubey olvidó que la provincia no puede quedar en piloto automático y que la convivencia dentro de un frente político también requiere atención, esmero y sobre todo respeto.
Las últimas horas fueron, desde el punto de vista político, una verdadera prueba de fuego para la alianza que gobierna la provincia.
La sensación es que, al profundizarse la crisis interna, el Partido Renovador tuvo que salir a buscar por afuera las garantías que no consiguió desde adentro del frente.
Se inscriben en estas garantías, la autoridad política del PRS, la autonomía e integridad partidaria y sobre todo el respeto al espacio de poder dentro del gobierno.
Obviamente las miradas están puestas en los movimientos de Zottos, tanto en el escenario electoral, como en la gestión de gobierno, ya que su puesto como número dos del Ejecutivo provincial, es un mandato de la ciudadanía que debe cumplirse constitucionalmente, pese a las trasnochadas opiniones de quienes le piden la renuncia.
Pero reenfocando el análisis en el costo político que debe pagar, el estado anímico del gobernador Urtubey será determinante para superar la crisis política, aunque ya hay evidencias de que equivoca el camino una vez más.
Tratando de no perder la calma, aseguró hace unos días que no consideraba traición la candidatura de Zottos a senador nacional, en franca competencia con su hermano Rodolfo. Pese a ello, ordenó la inmediata remoción de todos los colaboradores del vicegobernador. Una actitud casi infantil, pero de alto voltaje emotivo, muy propia de Urtubey.
El argumento fue que esas personas pertenecían a planta política y que por ello fueron apartados de sus cargos, pero es inocultable que esos despidos suenan más a venganza que a un ordenamiento del plantel de Estado.
Dicen que ahora hay una nueva tarea en el Gobierno. A algunos empleados se les ordenó buscar el padrón de afiliados del PRS y “cruzar” esos datos con la nómina actual de los trabajadores del Estado. Pocos conocen esta tarea, pero muchos ya presienten sus resultados.