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Ola de protestas en Turquía

Viernes, 07 de junio de 2013 21:29
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Los “indignados” turcos que ocupan un parque de Estambul desde hace más de una semana aseguran que no les importan las exigencias del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de que cesen su protesta, y le responden: “No nos moveremos”

Erdogan exigió ayer “el fin inmediato de las protestas”, y acusó a los manifestantes de originar saqueos y vandalismo, ante los gritos de sus seguidores que prometían “aplastar Taksim”, la plaza en la que se concentran las protestas antigubernamentales. “Nos esperábamos un tono más suave, más conciliador, pero se ve que Erdogan prefiere insistir en su actitud dictatorial, no cambia”, asegura la estudiante de Ciencias Políticas Su en el parque Gezi, epicentro de las protestas que mantienen en vilo al país desde hace diez días. “Ha insistido en su proyecto de reformar el parque” y construir sobre los cuarteles otomanos en el lugar. “Eso quiere decir que no nos escucha, no hace caso a la gente, y habla como si quisiera provocar más violencia”, se queja. Pero Su no cree que el discurso cambie, ya que los miles de personas que ahora llenan el parque Gezi día y noche y organizan talleres y juegos seguirán aquí, asegura.

“Los jóvenes hemos sufrido la represión”

Edil, una diseñadora, juzga el discurso de Erdogan como “una muestra de irresponsabilidad para alguien que tiene el cargo de primer ministro. Los jóvenes hemos sufrido ya demasiada represión”, opinó.

Tampoco parece muy preocupado Ayta‡, un bibliotecario que ahora distribuye decenas de libros en el césped del parque Gezi, como un servicio público de lectura.

“No importa ya qué diga o deje de decir Erdogan. Puede mandar a la policía en cualquier momento, de todas formas no sabemos cuándo puede ocurrir. De manera que, mientras tanto, nos quedaremos aquí”, asegura el joven.

No cree que la policía vaya a intentar de nuevo desalojar el parque, pero recuerda que las protestas y las intervenciones de agentes antidisturbios con gas lacrimógeno continúan en Ankara, Adana, Esmirna e, incluso, en otros barrios de Estambul.

No opinan lo mismo los empleados de un popular puesto de comida para llevar en una calle aledaña a la plaza.

“Basta con lanzar una granada de gas lacrimógeno desde un helicóptero y de las miles de personas que ahora hay en el parque apenas quedarán cien”, vaticinan, convencidos de que el Gobierno no dará su brazo a torcer. Pero a los ciudadanos que ahora deambulan por el espacio verde, curiosean en los puestos de información, comida o artesanía . “Llevamos diez días aquí y no ha habido problemas; solo hay heridos cuando entra la policía a cargar. No hacemos mal a nadie y aquí seguiremos”, promete un activista de 29 años.
 

 

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