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Un complejo laberinto electoral

Sabado, 08 de junio de 2013 23:08
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Terminados los estériles debates sobre la “década ganada o desaprovechada”, ambos teñidos del extremismo que domina hoy a buena parte de la sociedad, todas las miradas volvieron a centrarse en el complejo escenario electoral para lo que viene. Complejo porque hay problemas de liderazgos en la oposición y de alternativas en el oficialismo, y también porque estando en tiempo de descuento se desconoce aún si habrá elecciones para la Magistratura y qué pasará con las primarias de agosto, que hace poco fueron ratificadas por el Gobierno pero aún hay muchos dirigentes que dudan de su realización.

Los cierres de listas de cara a los comicios de octubre, tanto en el oficialismo como en la oposición, están dejando al descubierto como pocas veces las grandes falencias programáticas que todavía existen en la política argentina. Eso, a solo dos años de un recambio presidencial que amenaza con ser dificultoso, representa una importante señal de alerta en materia de renovación.

En el kirchnerismo, única fuerza nacional con peso importante en todas las provincias, comienza a apreciarse una notable falta de candidatos taquilleros en la mayoría de los distritos. En muchos de los menos poblados, su triunfo puede llegar a ser generalizado más por el peso de su estructura que por la influencia de sus postulantes, pero en algunos como Córdoba, Santa Fe o Capital Federal, la situación podría ser aún más grave: allí está la chance de no ser ni segundo. De todos modos, el escenario en esas provincias no sería el peor para el kirchnerismo, ya que en Capital perdería con el PRO, en Córdoba con el PJ disidente y en Santa Fe con el FAP. Ejemplos crudos de la dispersión opositora: ninguno de esos referentes antikirchneristas podrá adjudicarse más que un simple triunfo provincial, dificultando así un resultado que lo catapulte automáticamente a la disputa presidencial.

La falta de postulantes oficialistas está provocando algunos raros efectos políticos. Tanto es así que el eventual lanzamiento del intendente de Tigre, Sergio Massa, que nadie sabe si apoya al Gobierno ni qué piensa sobre los temas clave, podría propinarle una dura derrota en la provincia más poblada de la Argentina.

Esta semana se conoció algo de Massa: el único voto en contra de la ley de fertilización asistida fue de un diputado cercano a él. En ese debate, hay que admitirlo, el macrismo tuvo una postura sumamente antipopular al abstenerse. Paula Bertol habla ahora del riesgo de un tráfico de vientres, pero también se argumentó que era un altísimo costo para las obras sociales.

Las razones

¿Cómo se explicaría un fenómeno como el de Massa o Daniel Scioli? Básicamente porque Cristina acapara toda la buena imagen que aún mantiene el Gobierno, dejando poco margen de acción para sus dirigentes de segundas y terceras líneas, que muchas veces quedan relegados. Un dato: la Presidenta detuvo la caída de su imagen y comenzó a recuperar buena parte del terreno perdido en los últimos meses. ¿A qué se debe? Las denuncias de corrupción ya no pegan como antes y los últimos anuncios sociales de Cristina, ligados a las asignaciones familiares, impulsaron su aceptación en los sectores más populares del país.

Que en diez años el kirchnerismo no haya encontrado ya no un sucesor para Cristina sino exponentes valiosos para ofrecerle a la opinión pública es una clara deuda pendiente en materia de construcción política. El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, lo dijo esta semana con todas las letras: “No le entregaría la continuidad del modelo a otro que no sea Cristina”. En el orden legislativo eso parece estar influyendo.

¿Y la oposición? Pese a los reagrupamientos que se perciben, todo indica que no habrá acuerdos nacionales sino simples frentes distritales, transformando así a quienes son aliados en una provincia en adversarios en otra.

Esa jugada, que puede servir en algunos casos, tiene serios riesgos para la credibilidad de esos espacios, ya que podría actuar como un condicionante para alianzas más profundas en el futuro y aumentaría los recelos entre las distintas fuerzas políticas.

Los detractores kirchneristas lo saben: o arman dos o tres frentes sólidos para 2015 o volverán a perder la presidencia. No hay muchas más opciones. Por ese motivo, la elección es tan crucial para el Gobierno como para sus adversarios. Quien no tenga un buen desempeño en agosto -en caso de que se realicen las primarias- quedará cuasi descartado de la competencia mayor.

La oposición pone en juego varios de sus presidenciables, aunque a pocos de los principales. Scioli no jugará y de la Sota tampoco. Mauricio Macri no será candidato ni tampoco Ernesto Sanz. A excepción de lo que haga Massa, solo competirán este año Julio Cobos y Hermes Binner.

La ambivalencia de liderazgos en la oposición reflejada con nitidez en la exageración de las figuras de Massa y Scioli, quienes ni siquiera se sabe si no son en realidad kirchneristas, es una mochila pesada de llevar. Pesada, y lastimosamente real.

 

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