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Sara Mamaní: ?Los artistas necesitamos mostrar lo que hacemos en nuestra tierra?

Sabado, 20 de julio de 2013 19:26
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Melodías como analogías precisas de nuestras raíces. Como si toda una cultura pudiera decirse con música.

Sara Mamani es compositora e intérprete. Es salteña. Huaynos, carnavalitos, canciones, chacareras, takiraris, bailecitos y tonadas resumen su sentir por su tierra, nuestra Salta.

Actualmente vive en Buenos Aires. Disfruta de la gran ciudad pero a veces, naturalmente, se abstrae en los recuerdos de los carnavales del norte, y de sus días en su lugar.

Estudió filosofía y se reconoce filósofa a cada paso. También fue amiga del “Cuchi” Leguizamón, a quien define como un ser imborrable de su universo musical. Con esas bonitas palabras se refiere al “Cuchi” y dice que lo recuerda por su sentido gozoso de la vida. Quizás eso mismo aprendió de él.

A poco de haber editado su último disco “Yo tengo palabras”, que también es el nombre de un huayno que compuso junto a Jaime Torres, habló con El Tribuno. Sara Mamani dice lo suyo con palabras de amor para con la música y el arte.

“Warmi” (“mujer”, en quechua) es el nombre de uno de tus discos. ¿Cuál es el rol de las mujeres en el arte? ¿Se lo puede diferenciar del que tiene el hombre?

Warmi, quiere decir mujer, efectivamente, y es el nombre de uno de mis discos. Creo que las mujeres tenemos un rol muy activo en las artes, No sé si el arte tiene género. Cuando una obra es una obra de arte, lo es independientemente de quién la haya producido, de si es hombre o mujer. Sí se puede decir que hoy en día se unen las mujeres para mostrar sus obras, entonces encontramos grupos en la plástica, en el canto, en la música.

Pienso que es para afirmarse, fortalecerse, para relacionarse, para intercambiar experiencias, para diferenciarse, pero no para aislarse o hacer un círculo cerrado, en general. Y esto es siempre bueno para las mujeres. Yo pertenezco al Foro Argentino de Compositoras, nos gusta relacionarnos con asociaciones afines pero no todo el tiempo. Y el grupo que me acompaña está integrado por tres mujeres, pero puedo cambiar si es necesario, por alguna razón musical pero no de género. Sí puedo decir que me siento cómoda, muy a gusto tocando con mis compañeras. Ellas son: Adriana Leguizamón (acordeón, piano, arreglos), Violeta Bernasconi (violín) y Mariana Mariñelarena (percusión), son excelentes profesionales.

Tenés un estudio de grabación en tu casa. ¿Cómo es la experiencia de grabar en ese contexto?

Son elementos para grabar con una computadora. Es interesante. En mi caso necesito de un técnico que maneje los equipos ya que no puedo hacer las dos cosas: grabar y tocar, cantar. No tengo conocimientos como para hacerlo. La experiencia que tuve fue buena, tuve un técnico, aprendí mucho. Quizás lo vuelva a hacer, según decida la conveniencia de continuar en un sello discográfico como ahora, o regresar a “mi casa”.

Te interesan mucho las cuestiones de género. ¿Cuáles son las batallas pendientes que existen en torno a ese tema?

Yo creo que se trata de un cambio cultural que se va dando de a poco. Avanzamos y retrocedemos, y volvemos a avanzar. El entramado machista instalado en la sociedad en todos sus niveles no se va a rendir de un día para el otro. Las políticas públicas son muy necesarias, las leyes de protección de derechos, los estudios de género. Las mujeres tenemos coraje, valentía. Vamos a seguir adelante.

A ese interés por las cuestiones de género lo llevás a tu música. ¿Cómo es que eso ocurre? ¿Hay una búsqueda consciente de que eso suceda o es algo que simplemente nace junto con las melodías que van saliendo?

Un poco y un poco. No hace mucho, releyendo mi camino en la música, con nombres y fechas, me di cuenta de que mi primer conjunto fue un trío de mujeres. Se llamó Trío Juvenilla, con Isabel Martearena y Estela Echazú. Antes había empezado a cantar con Perla Daud. Estoy hablando de los 12 o 13 años. Esto lo hacía a la vez que cantaba como solista. Es decir que esto me viene de hace mucho. En el grupo Allaquí también éramos dos mujeres y dos varones. Luego se me hace más consciente, por así decir, pero la idea ya estaba, mis reflexiones sobre el tema ya andaban rondando. En cuanto a la composición, las canciones salieron solas hablando en femenino. Me parece natural, lo siento así.

No puedo dejar de preguntarte por el “Cuchi” Leguizamón, de quien fuiste amiga y discípula y a quien una vez definiste como un ser imborrable de tu universo musical. ¿Qué recordás de él?

El “Cuchi” es un ser inolvidable para mí. Siempre escucho su música, siempre me alimenta, como el pan... Recuerdo su sentido gozoso de la vida. Y su “estar en” la poesía, en la música. Sus enseñanzas no han perdido actualidad, por el contrario: por ejemplo un compromiso con la belleza. O seguir escuchando a Marian Anderson a quien escuché por primera vez en su casa. Yo conservo muchos reportajes que le hicieron. Uno de los que más me gusta es el que le hizo Estela Vázquez para la revista Puerta Abierta de la Universidad Nacional de Salta hace ya varios años atrás. De la única persona, de mi mundo musical, que guardo recortes, fotos, notas, etc., es del “Cuchi”. Son como un tesoro.

¿Reconocés rasgos del Cuchi o huellas del haberlo conocido, en tu música?

No huellas musicales propiamente dichas, más bien huellas culturales, de sensibilidad, de respeto y compromiso con lo que hago. Mis composiciones son muy posteriores a mi cantar. Y conozco al Cuchi de cuando cantaba solamente. Creo que fui desarrollando una manera propia de componer, que obviamente tiene aportes de muchas músicas, entre ellas las del “Cuchi”. Pero el “Cuchi” es único.

También estudiaste filosofía. ¿Cómo entendés, desde esa disciplina, la esencia de la música?

Me doy cuenta que siempre filosofo, por así decirlo. Me gusta conversar sobre las incógnitas de la vida, del amor, la muerte, la felicidad, y también de los misterios del arte, de la belleza, la inspiración, la poesía y de la música... Puedo pasarme horas hablando y preguntando y repreguntando. Tengo unos amigos italianos, músicos Rafaelle y Felice de Roma, a quienes visité hace poco, que son de mis interlocutores favoritos. Acaso por la diferencia cultural, por los siglos que tienen detrás, y por la situación de mi mundo, lo indígena, lo andino, la salteñidad (¿existe?), las montañas (¿sagradas?), el charango, un huayno... La circularidad del huayno me fascina. ­Nunca se sabe cuando puede terminar! Me gusta mucho conversar sobre todas estas cosas y lo hago cada vez que encuentro con quien y si no aliento, fogoneo, este gusto por las preguntas, más que nada... Con mis amigos de Salta es de un modo, con los de Buenos Aires, es de otro... Con los italianos nos sacamos chispas.

¿La esencia de la música? Voy detrás de ella. A veces se me hace que es el último huayno que hice, que allí está un pedacito de la esencia, o en un fraseo al cantar, una armonía del estribillo de una zamba, la voz de Mercedes Sosa, la mano derecha en el piano del “Cuchi”, el bandoneón en carnaval...

¿En qué estás trabajando actualmente? ¿Qué estás componiendo?

Estoy bosquejando mi nuevo disco. Lo último que compuse es un escondido, forma en la que no había incursionado. Busco la sonoridad que quisiera tener, qué instrumentos musicales para expresarme. A fin de año espero haber avanzado, luego hay que seguir puliendo, situación que se prolonga indefinidamente si no se concreta en la grabación. Y grabar es algo que me gusta mucho a pesar de ser estresante. Cuentan que el Mono Villegas tenía su piano al lado de la cama. Yo quisiera dormir en el estudio de grabación.

Tu música alude a lugares, la cultura arraigada a tu tierra, momentos de fiesta, amores... Hoy, desde Buenos Aires, ¿cómo te abstraés de la gran ciudad para volver, íntimamente, a conectarte con lo propio?

No se puede borrar lo que se mamó en los primeros años de vida, la niñez, la adolescencia. Salta va dentro mío. Y siempre vuelvo. No concibo otro carnaval que el del norte, por ejemplo.

Y por otro lado la ciudad, la ciudad de Buenos Aires, me da mucho también. Desde hace unos meses Fm La Folclórica de Radio Nacional comenzó un homenaje a Luis Alberto Spinetta que consiste en versiones de sus temas hechos desde el lado del folclore. Fui convocada para grabar un tema del Flaco. Elegí “Que ves el cielo”. Lo hice en tiempo de vidala. A raíz de esto recuerdo que en uno de mis primeros recitales, hecho en la Universidad Nacional de Salta, canté “Muchacha ojos de papel”. Es como que se cerró un círculo. Es posible que se haga un disco con todas las versiones realizadas.

Y un deseo: que a los artistas, músicos, cantantes, salteños que residen lejos de Salta, se nos facilite la posibilidad de mostrar lo que hacemos en la tierra de uno. Eso es cuidar lo propio. 

Tiene palabras que  llevan su música 

El último disco de Sara Mamani se llama “Yo tengo palabras”, que es el nombre de un huayno que compuso junto a Jaime Torres (letra de Sara, música de Jaime). “Es un gran honor para mí este encuentro musical con alguien al que admiro desde siempre”, dice Sara Mamani. “Recuerdo la vez primera que lo ví de cerca. Venía encabezando la comparsa "La juventud alegre", en Humahuaca, en carnaval, bailando y cantando. ­Fue una imagen tan fuerte!”, contó. Sara dice que el disco tiene un aire de candombe. “Una galopa como algo nuevo en mis composiciones”, lo describe.

Grabó también con Pato Sirirí quien la acompañó desde sus primeros pasos en la música y también con su sobrino Emiliano López, quien le puso sonido de bandoneón a la vidala Luna de Tilcara.

“Son emociones, sentimientos personales y colectivos los que expreso en este disco”, resumió.

Sara Mamani es una artista independiente. Al respecto, dice: “Ser independiente no es fácil y no se termina de serlo totalmente. En lo económico se trata de tener una buena gestión de los recursos. Y de eso resulta el trabajo (actuaciones) que una tenga. A veces escasea, nunca es a pleno. Pero se sigue adelante y si se busca, se encuentra. La industria discográfica, como se dice, ha cambiado mucho en los últimos años. Internet corrió de lugar muchas cosas. Resumiendo, nada es gratis. Pero sigo creyendo que grabar es necesario. Lo que hay que repensar es la comercialización y hay varias preguntas (no tengo todas las respuestas) en ese aspecto”, dijo.

Sara Mamani sigue creando. Tiene palabras. Tiene música. Tiene una vida atravesada por sus raíces culturales. 

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