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?Palabras para Eva?, a 61 años de su muerte

Jueves, 25 de julio de 2013 23:26
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Hace 61 años la muerte de Eva Duarte de Perón conmovió a la Nación Argentina. Los poetas, por ejemplo, dieron rienda suelta a sus sentimientos dedicándole poemas a la ilustre difunta. Aquí en Salta, don Antonio Nella Castro dejó “Palabras a Eva Perón” que salió en el diario La Prensa de Buenos Aires, el 2 de agosto de 1952. El 4 de agosto de 1952, El Tribuno también lo publicó junto a dos trabajos de las poetisas Lucrecia del Valle Villagra Novillo y María del Carmen Oliver de Alderete. En este nuevo aniversario, creemos que vale la oportunidad para volver a leer el poema del ya desaparecido vate salteño Antonio Nella Castro.

Palabras a Eva Perón

Ahora que tu favor me está vedado/

aire en el aire suspendido y terso/

quiero entregar mi voz,

mi voz sin mancha,

a la amplia latitud de tu alto vuelo/

Yo no fui tu Ronsard. Yo soy tu pueblo./

Ese que quiere sin que se lo pidan./

El que ama porque sí.

El que ama a impulsos. Y camina./

Yo soy un poco eterno.

Como el buey en su siembra.

Como el aire en la tarde.

Como el tiempo.

Yo no fui tu Ronsard. Es cierto. Es cierto./

Yo te miré despacio.

Estaba cerca... pero estaba lejos./

Y tal vez por eso,

por estar con los más,

pude mirar tu corazón por dentro.

Yo caminé tus pasos, cada día,

acaso sin saberlo,

porque todos tus pasos coincidían/

con ese denso trajinar del pueblo./

Yo camino tus pasos

desde hace tanto tiempo,

que me he sentido padre de mi padre/

y me he sentido abuelo de mi abuelo./

Tú viniste de abajo.

Desde el centro

de la palabra pueblo.

Donde se sabe por herencia amarga,/

sin diccionarios ni cuadernos,

que el hambre es algún niño triste y flaco/

y el apetito es un señor obeso.

Tu viniste de abajo.

Desde el pueblo.

Desde el obrero con pensiones frías./

Desde las casas de los barrios viejos./

Desde el hogar de los empleados pobres./

De los niños con fútbol y potreros./

Tu viniste de abajo.

Desde el calor humano del puchero./

De las mañanas con capillas dulces./

De las mesas sin gong. De los obreros/

con tranvías y fábricas lejanas.

Desde el pueblo.

Y nunca lo dejaste.

Y lo fuiste a buscar cuando sintiendo/

que algo gritaba vivo entre tu sangre/

fue necesario sacudirlo entero.

Y lo fuiste a buscar en los talleres,/

en el campo, en las fábricas...

Y le tocaste el alma desde el tiempo./

Y le entregaste en panes de tu carne/

las rosas que sembraron sus abuelos./

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