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Hace 61 años la muerte de Eva Duarte de Perón conmovió a la Nación Argentina. Los poetas, por ejemplo, dieron rienda suelta a sus sentimientos dedicándole poemas a la ilustre difunta. Aquí en Salta, don Antonio Nella Castro dejó “Palabras a Eva Perón” que salió en el diario La Prensa de Buenos Aires, el 2 de agosto de 1952. El 4 de agosto de 1952, El Tribuno también lo publicó junto a dos trabajos de las poetisas Lucrecia del Valle Villagra Novillo y María del Carmen Oliver de Alderete. En este nuevo aniversario, creemos que vale la oportunidad para volver a leer el poema del ya desaparecido vate salteño Antonio Nella Castro.
Palabras a Eva Perón
Ahora que tu favor me está vedado/
aire en el aire suspendido y terso/
quiero entregar mi voz,
mi voz sin mancha,
a la amplia latitud de tu alto vuelo/
Yo no fui tu Ronsard. Yo soy tu pueblo./
Ese que quiere sin que se lo pidan./
El que ama porque sí.
El que ama a impulsos. Y camina./
Yo soy un poco eterno.
Como el buey en su siembra.
Como el aire en la tarde.
Como el tiempo.
Yo no fui tu Ronsard. Es cierto. Es cierto./
Yo te miré despacio.
Estaba cerca... pero estaba lejos./
Y tal vez por eso,
por estar con los más,
pude mirar tu corazón por dentro.
Yo caminé tus pasos, cada día,
acaso sin saberlo,
porque todos tus pasos coincidían/
con ese denso trajinar del pueblo./
Yo camino tus pasos
desde hace tanto tiempo,
que me he sentido padre de mi padre/
y me he sentido abuelo de mi abuelo./
Tú viniste de abajo.
Desde el centro
de la palabra pueblo.
Donde se sabe por herencia amarga,/
sin diccionarios ni cuadernos,
que el hambre es algún niño triste y flaco/
y el apetito es un señor obeso.
Tu viniste de abajo.
Desde el pueblo.
Desde el obrero con pensiones frías./
Desde las casas de los barrios viejos./
Desde el hogar de los empleados pobres./
De los niños con fútbol y potreros./
Tu viniste de abajo.
Desde el calor humano del puchero./
De las mañanas con capillas dulces./
De las mesas sin gong. De los obreros/
con tranvías y fábricas lejanas.
Desde el pueblo.
Y nunca lo dejaste.
Y lo fuiste a buscar cuando sintiendo/
que algo gritaba vivo entre tu sangre/
fue necesario sacudirlo entero.
Y lo fuiste a buscar en los talleres,/
en el campo, en las fábricas...
Y le tocaste el alma desde el tiempo./
Y le entregaste en panes de tu carne/
las rosas que sembraron sus abuelos./