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24 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Adolfo Onetto: “Uno no mide la magnitud de crear un coro: resulta infinita”

Domingo, 11 de agosto de 2013 01:15

Podríamos decir que la música es una operación revolucionaria por naturaleza, un ejercicio espiritual, un método de liberación interior, una invitación al viaje y también una búsqueda de regreso al terruño. Pero para que todo esto ocurra es necesario que el aprendiz encuentre -bien guiado por un profesor- lo que ya estaba prefijado como término de un seguimiento metódico. Adolfo Onetto es uno de esos pares de manos y gestos que muchos alumnos no dejarían de buscar como guía. Pero antes de ser un maestro tuvo varios trabajos, fue profesor de computación y técnico electrónico. “Un día, cuando yo tenía 19 años, un ingeniero -en cuya empresa trabajaba- me dijo: "Adolfo, a usted no le gusta lo que está haciendo. Debe trabajar en lo que ama'. Esas palabras cambiaron mi forma de pensar y dije "cómo no atreverme a hacer algo que amo con toda mi alma', y luego descubrí que podía vivir de eso y que hoy sea redituable es extraordinario”, cuenta. A los 14 años tuvo “la osadía” de dirigir el coro de la escuela Albert Einstein, donde él estudiaba. “El director me preguntó si me animaba. "Sos el único que toca la guitarra'. Osado, yo, dirigiendo un coro de 40 personas porque algunos eran mayores que yo, y debía establecer reglas como un docente: "Si vienen acá es para cantar y todo eso'”, recuerda.

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Podríamos decir que la música es una operación revolucionaria por naturaleza, un ejercicio espiritual, un método de liberación interior, una invitación al viaje y también una búsqueda de regreso al terruño. Pero para que todo esto ocurra es necesario que el aprendiz encuentre -bien guiado por un profesor- lo que ya estaba prefijado como término de un seguimiento metódico. Adolfo Onetto es uno de esos pares de manos y gestos que muchos alumnos no dejarían de buscar como guía. Pero antes de ser un maestro tuvo varios trabajos, fue profesor de computación y técnico electrónico. “Un día, cuando yo tenía 19 años, un ingeniero -en cuya empresa trabajaba- me dijo: "Adolfo, a usted no le gusta lo que está haciendo. Debe trabajar en lo que ama'. Esas palabras cambiaron mi forma de pensar y dije "cómo no atreverme a hacer algo que amo con toda mi alma', y luego descubrí que podía vivir de eso y que hoy sea redituable es extraordinario”, cuenta. A los 14 años tuvo “la osadía” de dirigir el coro de la escuela Albert Einstein, donde él estudiaba. “El director me preguntó si me animaba. "Sos el único que toca la guitarra'. Osado, yo, dirigiendo un coro de 40 personas porque algunos eran mayores que yo, y debía establecer reglas como un docente: "Si vienen acá es para cantar y todo eso'”, recuerda.

El alumno y el profesor son territorios de paso, similares a una superficie sensible en la que lo que pasa produce algunos efectos, inscribe algunas marcas. Nadie puede entrar en la docencia si no es sabiendo esta verdad. Adolfo Onetto la conoce de sobre y hoy dice lo suyo, consciente de que no enseña solo elementos estrictamente musicales como el ritmo, la melodía y el tono.

¿Dónde se formó?

En varios lugares: en la escuela de Música, donde estudié piano y guitarra Luego me perfeccioné en Buenos Aires con grandes maestros como Néstor Zadoff, que es el actual director del Coro Nacional de Jóvenes, el coro más premiado de Argentina. Luego me descubrió mi maestro de dirección coral que es Clifford Wagner, de Río Cuarto. Me acuerdo que en una charla de café me dijo: “Yo tomo un alumno por año”. No sabía que él en esa entrevista me estaba evaluando porque yo pasé por Córdoba y le pregunté: “Maestro, ¿podemos tomar un café?”. El accedió y luego me dijo que esa charla, además de social, era para ver realmente si yo podría ser un director de coro y para ofrecerse como mi maestro. Yo estaba contentísimo de que una persona así me pudiera formar. De ahí se fueron abriendo otras puertas, pero la formación nunca termina y eso es lo bueno de esta profesión: el director aprende todos los días.

¿Cómo vive el director -y también los alumnos- los ciclos de recambio de integrantes en los coros?

Es un sufrimiento para los directores cuando los integrantes empiezan a cambiar y uno tiene que volver a comenzar y decir: “Bueno, chicos, sigamos adelante”. Se fueron algunas personas, por cuestiones de estudio o trabajo, o se mudaron de provincia y hay que volver. Clifford me dijo: “Esto sucede y es muy ingrato porque estás tratando con personas. Si no formá un coro de pajaritos, como dice Roberto Carlos”. Desde entonces siempre que los coros tienen ciclos me acuerdo de ambos: de Wagner y de Roberto Carlos (risas). Uno a veces tiene un trabajo de doce años y cambia todo el grupo.

Hay duelos...

Como es un grupo humano siempre se siente afectado por los que se van, por los que vienen. A veces se cristalizan los coros cuando viene alguien más “quién será este, de dónde vendrá”, y surgen los celos, o cuando alguien se va “cómo extrañamos a tal persona”, y siguen en contacto porque se hacen amigos.

El coro es un club de amigos...

Es una cosa maravillosa. Si alguien está enfermo, el coro está presente. En el caso del coro Renacer cuando alguien se va es por fallecimiento y es mucho más fuerte. No es lo mismo perder a un tenor en Esencia que a un tenor en Renacer. Entonces hay que hacer el duelo, conversamos y recordamos lo mejor de la persona que se fue.

¿Cómo es la entrevista inicial, la prueba de voz para Renacer?

Ahí no hay blanco o negro, no hay contemplaciones, pero si no son afinados les recomiendo: “Miren hay otros talleres en esta hermosa institución. Hay pintura, teatro, gimnasia... pero para el canto no, porque sería para mí una estafa decirle a usted que es afinado”. Directamente de plano le digo no puede ser. Luego sí les tengo todas las contemplaciones, los quiero como a hijos. En el último ensayo les decía: “Ustedes son hijos para mí”. Y ellos se reían, claro, algunos me duplican en edad...

Está dirigiendo tres coros: Esencia, Renacer y Berimbau. ¿Cuál es la identidad de cada uno?

El más antiguo es el coro Renacer, que tiene 26 años de vida, pero yo lo dirijo hace 12. Ese coro tiene la particularidad de que es gente muy cumplida, es gente que se compromete. Una vez le pregunté a una alumna: “¿Por qué viene tan arreglada?”. Y ella lo resumió diciendo: “Es mi salida del día”. Y entendí muchas cosas. Para muchos de ellos el coro es todo: su salida, sus amigos. Es gente que dice: “Quiero disfrutar cada día que pasa” porque sienten que debe ser así. Berimbau es un coro reciente, con toda la fuerza juvenil, y pertenece a la cátedra de Portugués de la Universidad Nacional de Salta. Me ha pasado de ver que en este corto periodo que hemos trabajado hemos hecho muchísimas cosas. Es un grupo que promete muchísimo y sé que las autoridades de la Universidad lo van a saber ver y valorar Están anotados 75 y los que cantan son 30 o 35.

El coro Esencia surgió exclusivamente con mujeres en 2000 y luego se incorporaron los varones, por sugerencia de Clifford. Es una experiencia que no tiene vuelta atrás porque una cosa es trabajar con voces blancas y otra con voces mixtas. Desde que ensamblamos la parte femenina con la masculina a los dos meses ya estábamos cantando. Ensayábamos cuatro horas por día cinco veces por semana, una cuestión casi enfermiza.
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¿Cómo la elección de un repertorio define al grupo?

Hay que tener el cuidado de un cirujano porque el repertorio, efectivamente, define al grupo. Entonces, hay que hacer algo que el grupo disfrute, que se sienta orgulloso de cantar. En el caso de Berimbau tienen un 90% de canciones en portugués, que es una tendencia que les gusta por lo mismo que se desprende de una cátedra. En el caso de Esencia, estos últimos años me incliné mucho por la música popular, los spirituals y gospels. A Renacer le gustan los tangos, los boleros porque pueden revivir sus memorias con cada canción y cantarlas con el corazón porque las vivieron y bailaron.

¿Qué diferencias hay entre un coro vocacional y otro profesional?

En los coros profesionales, los integrantes cobran y lo viven como un trabajo. Van, marcan tarjeta, cantan sus dos horas diarias, cobran el sueldo y listo. El repertorio y todo lo demás a veces no les interesa porque son empleados públicos que en vez de hacer un trabajo de oficina cantan.

¿Y en los coros vocacionales cuáles son los objetivos?

Tengo como objetivo que la gente se sienta bien y sepa que puede crecer como persona y como músico. Lo mejor que le puede pasar a un director es que se acerque alguien y le diga: “Estoy pasando un momento difícil en mi vida y para mí el coro es una contención”. Nos ha pasado de tener madres que han dicho: “Estoy acá porque acabo de perder a mi hija y ustedes son mi contención” o “Dejé de fumar porque tengo más aire y puedo cantar más”. Es una cosa maravillosa, es lo que enriquece a la profesión de uno y le hace decir: “Estoy haciendo algo útil”.

Hay personas que tal vez no asisten a un concierto porque tienen que entrar primero a un teatro. ¿Cómo es esa experiencia de sacar el coro a la calle, de llevarlo a los barrios más populosos?

Es una experiencia muy linda, tanto para los cantantes como para el público. Por ejemplo, en la Cantata Navideña, la gente que está haciendo sus compras esa noche se para, empieza a escuchar, y para muchos es la primera vez que escuchan un coro. Después preguntan “qué coro cantó recién, dónde ensayan”. La gente va automáticamente por la calle, se arrima y vive otra experiencia, y el coreuta se siente querido, mimado, aplaudido, útil.

¿Cómo viven la respuesta de los olvidados?

Hemos ido a asilos, donde a veces hay abuelitos a los que no va a ver ningún familiar y nos emocionamos con ellos. Hemos dado conciertos en comedores en los que la entrada es un alimento no perecedero y queda ahí. Hemos ido a Quijano, Cerrillos, Rosario. La gente en los barrios escucha y es muy agradecida. Y muchas veces a partir de eso se concretan proyectos de coros en los barrios.

Una tarea de promoción cultural

No medimos hasta dónde llega. Me ha pasado de ir a fiestas patronales y que luego el padre diga “voy a hacer un coro”. He colaborado en la formación de directores para que queden a cargo allí. Siempre se trata de sumar y esto es infinito, no se sabe dónde termina. A veces uno piensa: “Voy a dar” y es uno el que recibe mucho más.

Con una agenda tan cargada, ¿tiene tiempo de capacitarse?

Sí. Cuando era chico mi mamá me decía: “La vida es una rueda que tiene diferentes palos. En esta sos un padre, en esta un director de coro, en esta un esposo, en esta un amigo, en esta un hermano. Hay que distribuir el tiempo para poder realizarse en cada sector. Todo depende de una estricta organización del tiempo. Si dejo de hacer algo la rueda no va a girar bien. Establecer un orden de prioridades y accionar.

¿Por qué es una vocación tan linda la docencia?

Me parece que por el alcance de la palabra. El solo hecho de estar frente a una persona que te pueda escuchar y a la que puedas ayudar -y viceversa- es maravilloso. El director de coro es un profesor, a veces un amigo, o un padre, o un hijo o un psicólogo y debe estar preparado para cumplir cada función. La docencia es una vocación que se lleva en el alma. Y, simplemente, hace falta querer ser. Ese es el núcleo y esencia de un profesor.

Un sueño coral y
cultural para Salta


“Sueño con que Salta tenga un coro profesional y que los salteños tengan la oportunidad de cantar en ese coro, hacer viajes y actuar con la Sinfónica. He escuchado comentarios de que está en marcha este proyecto y resultaría muy bueno por la musicalidad que tiene Salta, admirada en toda la Argentina y en el exterior. Me he cruzado con uruguayos que me dicen: ‘Pero, claro, ustedes todos cantan, tocan la guitarra’, y a veces uno desde adentro no se da cuenta. Y eso pasa acá, en la esquina. Hasta no hace mucho se lo podía ver al Cuchi acá, en la
9 de Julio. Hubo un Dúo Salteño, avanzado diez años de lo que podíamos comprender con sus armonías. Cuánta gente en el mundo escuchó por primera vez una samba con Los Chalchaleros o a Los Fronterizos con la Misa Criolla. A veces uno no toma la magnitud de qué es pisar una vereda en Salta, trabajar en Salta”.
 

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