A quince días de su fin, el plan blanqueo de capitales por medio de los Cedin, no llega al 3% del objetivo inicial. Las miradas apuntan al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
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A quince días de su fin, el plan blanqueo de capitales por medio de los Cedin, no llega al 3% del objetivo inicial. Las miradas apuntan al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
El funcionario es uno de los más solicitados para explicar la marcha lenta de la microeconomía virtuosa que debía recrear los Cedin.
La innovación financiera que representan los certificados estuvo justificada por las estadísticas que los avalaron. Durante el primer cuatrimestre de 2013, las escrituraciones en la ciudad de Buenos Aires, la Goliat del país, languidecían en el rubro inmobiliario. Las operaciones habían caído 37% interanual.
La actividad al momento de lanzarse el Cedin tenía una merma de 17 meses consecutivos en el ámbito porteño y de 13 en la provincia de Buenos Aires. En el resto país, el bajón no era distinto.
Los planes de Moreno y del equipo económico, en su momento, fueron más de expectativas que de análisis económico institucional. El país del Cedin fue aquel momento previo a las PASO. Hoy las variables económicas que tienen las inmobiliarias muestran la tendencia reacia a blanquear dólares. El Cedin había nacido en plena alza de la acumulación de dólares en negro. Así, la iniciativa de exteriorizar casi fue calculada matemáticamente, como hacen la mayoría de los economistas expertos en ecuaciones de pizarrón. Simplificando la enorme desconfianza en el clima de negocios inmobiliarios, se hizo una partición seductora políticamente, como los análisis de café: se previsionó un blanqueo cercano a US$ 4.000 millones, de los cuales la mitad podría volcarse a los bonos para financiar energía con los Baade; entonces, había US$ 2.000 millones transformados en Cedin. Pero la realidad desmintió al algoritmo de la pizarra académica y de la mesa de café. No se tuvo en cuenta que en el mercado inmobiliario se mantiene constante la búsqueda de elevadas rentas y el dólar billete (en todas sus formas) sigue subiendo, prueba que al peso nadie lo quiere atesorar, porque se devalúa. Los Cedin son emitidos por el Central que un mercado que suscita dudas de todas layas. “Si el emisor genera incertidumbre, su producto no es confiable”, confiesan los operadores inmobiliarios.
A su vez, en el Central, los que gestionan la política de la entidad cuestionan al mercado de compra y venta de propiedades “porque está obsesivamente operado sólo en dólares en una Argentina que sólo tiene pesos”.
En la mutua desconfianza que hay entre los sectores público y privado con iniciativas en el rubro, el Cedin no impulsa aún la reactivación inmobiliaria. La prueba de ello es que la suscripción de los Cedin trepó, recién, a los US$100 millones desde su inicio el pasado 1 de julio, fecha en la que se lanzó el proceso de exteriorización de capitales. En el seguimiento del blanqueo también se apunta que hay que sumar US$ 10 millones que ingresaron para adquirir Baade.
Un operador del mercado, que expresa lo que los desarrolladores inmobiliarios descubren o no de ventaja económica con el Cedin, explica cuál es el panorama:“A partir de las elecciones es posible que la gente tenga más desconfianza; no sabe qué es lo que se va a venir; esto hace que el mercado se siga retrayendo”, dijo Roberto Arévalo, presidente de la Cámara de Inmobiliarias Argentinas. Y agregó: “Creemos que sería de ayuda que se extienda hasta diciembre el plazo para emitir Cedin”.
Parecía panacea el certificado. Le pidieron generar divisas y ser el boom inmobiliario. Para ello, antes había que ganarle la batalla cultural al dólar, burbuja siempre tan apreciada en el imaginario colectivo de consumidores y consejeros económicos.
El objetivo que se les asignó
Los Cedin fueron diseñados para que el que tenga dólares no declarados los introduzca en el circuito formal sin pagar impuestos. Otros fines son reemplazar al dólar “blue” y amortiguar la caída de reservas del Central.
A la ortodoxia económica no le cayó bien el instrumento. Lo criticó, en su inicio, por regulatorio del mercado inmobiliario y por absorber dólares a particulares en plena incertidumbre cambiaria. Los economistas refractarios decían que el Cedin era un “subsidio privado” a las políticas del Estado.
Por su parte, el Gobierno, más heterodoxo, apuntó a “disciplinar” a tenedores de dólares en abundancia y en negro. Llamó a un blanqueo, al control de la fuga de divisas y a pesificar la economía. La lección que deja el blanqueo la puede dar el Nobel en Economía, Joseph Stiglitz, que enseñó: “El verdadero debate hoy en día gira en torno a encontrar el balance correcto entre el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Uno puede complementar al otro. Este balance será diferente dependiendo de la época y el lugar”.