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¡Manden apoyo, necesitamos ayuda, dos criaturas se queman! El pedido, desesperado y desgarrador, es de uno de los efectivos motorizados del 911 a través del comando radioeléctrico de la policía. Los policías, con pequeños tachos y sus propios cascos que hacían las veces de recipientes, arrojaban agua al interior de la pequeña vivienda de la familia Ruiz, que se quemaba rápidamente. Eran dos precarias habitaciones de cuatro por cuatro. El infierno se desató en minutos.
En una cama de dos plazas yacían acostados y abrazados los dos pequeños hermanitos: Pablo, de un año y Marisol de tres. La oscuridad, el humo, y el fuego. “Todo era brasas, el humo estaba por encima de los treinta centímetros, me arrojé por el piso, mis compañeros me tiraban agua para que no me quemara. Hasta que llegué a metros de los niños”, relató, entre llantos, uno de los motorizados del 911, recién salido del hospital Joaquín Corbalán de Rosario de Lerma, donde fue internado con principio de intoxicación por inhalación de monóxido de carbono.
La pausa y la angustia llega al remate del elocuente testimonio: “Los tenía ahí, a mi alcance, pero era todo brasas, de repente la niñita abrazó a su hermanito y llegó el final. No pude, me arrastré para salir como pude. Mis compañeros estaban desesperados, no llegaban las ambulancias y los bomberos apenas tenían agua en su autobomba. Fue horrible, quizás los habríamos salvado si teníamos todo los elementos necesarios”.
El testimonio se corta, se retiran caminando los efectivos. Les suministraron tranquilizantes y los mandaron a sus casas. Las tres motos quedaron estacionadas, con cubiertas casi lisas, magulladas y con cascos que no debieran usar, por tantos golpes recibidos en la caídas de los motorizados, que hacen ineficiente su protección homologada.
La realidad asusta aunque algunos la quieren disimular. El parte de la Policía de la Provincia menciona cómo el personal del Departamento de Bomberos de esta fuerza, realizó el trabajo de sofocación del incendio. Lo que no menciona es que llegaron 50 minutos después y que no podían ingresar con la autobomba hasta la casa siniestrada.
El fuego se apagó como se pudo. Con tachos, cascos y las mangueras del camión de los bomberos voluntarios de la localidad de Rosario de Lerma, que pudieron llegar primero que el resto. Sólo eso. Las ambulancias de los hospitales de Rosario de Lerma y Campo Quijano demoraron media hora en llegar. Los enfermeros llegaron en autos particulares. Y, quizás lo más vergonzoso, es que los efectivos de la comisaria de Quijano tuvieron que subir a una camioneta de un particular para trasladarse tres kilómetros desde el pueblo hasta la casa de la familia Ruiz. Un policía de Rosario de Lerma llegó en bicicleta, porque no había móviles en ese momento.
La ayuda, sin medios, tarda
Los bomberos no tenían hachas ni extintores. Las ambulancias llegaron sin médicos. La indignación de la población por la muerte de estos chicos es tal que en las redes sociales piden a las autoridades urgentes medidas para salvaguardara a la población en este tipo de siniestros.
La precaria casa donde vivía Pablo Ruiz, de apenas 25 años, y su familia está situada a orillas de la ruta provincial 36, el camino que une Rosario de Lerma con Campo Quijano. A un costado corre un canal de riego. A metros de allí está la escuela rural de Villa Angélica. Por un ingreso de tierra, a unos 100 metros, está la casita de dos habitaciones. Su propietario, José Luis Rojas, cría ganado. Ruiz y su mujer, Silvia Alejo, eran los caseros. Vivian junto a sus tres pequeños hijos. Pablo, Marisol y (A.) de 5 años. Está última pequeña se salvó porque su madre la había llevado a la escuela rural, como todos los días.
La mujer regresaba de la escuela cuando observó el intenso humo. Salió corriendo y vio que cuatro efectivos del 911 intentaban por fuera de la vivienda apagar las llamas que provenían del interior de la casa. “¡Mis hijos están ahí dentro!”, gritó. Ante la espeluznante advertencia, los efectivos comenzaron a romper una de las paredes porque la puerta de acceso al dormitorio estaba en llamas. Apenas ingresó uno de los efectivos, la habitación se transformó en una caldera.
La mujer intentó ingresar pero fue contenida a tiempo por uno de los policías. Cuando la situación se puso crítica, un policía gritó que podía ver a uno de los chicos, moviéndose en la cama.
Al rato comenzaron a romper la pared para, a través del boquete, sacar a los niños. Todo fue en vano. Llegaron los bomberos de Rosario y apagaron lo que quedaba. Según varios testigos, hubo varios llamados al 911 advirtiendo del incendio.