inicia sesión o regístrate.
Tras el nuevo escándalo en el IPV, Juan Manuel Urtubey tuvo la oportunidad de tomar el toro por las astas y enviar un claro mensaje de transparencia en medio de su doble campaña para 2015. Una respuesta de ese tipo, condenado enfáticamente los manejos discrecionales en el organismo, lo hubiese humanizado en medio de otro escándalo mayúsculo de corrupción en su Gobierno. Sin embargo, una vez más el gobernador decidió matar al mensajero, pegándose a si mismo ante la atenta mirada de la opinión pública.
Su tardía respuesta –habló del tema recién 48 horas después de haber sido denunciado- dejó nuevamente la sensación en el aire de que el mandatario prioriza el cuidado de su imagen pública por sobre sus propias responsabilidades ejecutivas. No condenar la corrupción con claridad es ser cómplice de ella, no hay muchas vueltas.
Sin criticar públicamente ninguno de los bochornos que encabezó Fernando Alesanco, Urtubey se dedicó otra vez a difamar aEl Tribuno, el medio que reveló todas las irregularidades que él mismo no investigó ni desmintió. La respuesta de Urtubey llamó la atención para un político que busca la presidencia: el gobernador se mostró molesto con la difusión del hecho pero no con la corrupción que se hizo insostenible en el organismo.
El mandatario no condenó que empresas ligadas a funcionarios sean adjudicatarias de obras públicas ni tampoco que ministros de su Gabinete se construyan mansiones con fondos destinados a viviendas sociales. Lejos de eso, designó como reemplazante de Alesanco a Matías Posadas, quien había dicho que “no solo la gente de bajos recursos tiene derecho a una vivienda social”.