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Enrique y Gustavo, dos tipos audaces

Domingo, 15 de mayo de 2016 01:30
<div>Gustavo y Enrique están terminando un salón en la casa de un amigo; paredes y pisos llevarán el sello de estos singulares albañiles. Lucas Alascio</div><div>
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Gustavo (22) y Enrique (21) son albañiles y también tapan baches. Está claro que su intención no es cubrir la incontable cantidad de pozos que durante tantos años atestan las olvidadas calles de Salta. Lo de ellos es un gesto. Un gesto que pone al descubierto quiénes son, sus formas de ser, su educación, sus propósitos personales, sus objetivos de vida.
De apellido Gutiérrez, son dos de nueve hermanos, hijos de Miguel (mozo) y de Silvia (ama de casa). Una familia de trabajo y de mucho esfuerzo, reconocidos vecinos del barrio 20 de Febrero.
Desde chicos hicieron cualquier changuita para ayudar a la economía de la casa y para pagarse los primeros gustos de adolescentes. Juntaron cartón, chatarra y vidrio, limpiaron autos. "Todo lo que podíamos hacer, que fuera honesto, lo hacíamos. Nunca tuvimos vergenza de trabajar en cualquier cosa porque desde chicos nos enseñaron en la casa que "vergenza es robar''.
Y entre changa y changa, un día, un tío los llamó para que le ayudaran en tareas de albañilería, a la vez que aprendieran el oficio. Allá fueron, aprendieron, se involucraron en cada tarea. Gustavo se perfeccionó en colocación de cerámicos y Enrique es pintor.

En la calle

Ahora, trabajan en una vivienda de la calle Deán Funes, a metros de Tejada. Casi al frente de la obra había un bache de unos 30 centímetros de diámetro, pero de unos 40 de profundidad. "Cada vez que un auto caía ahí hacía un ruido tremendo. Escuchábamos el golpe de las carrocerías; nos daba pena cuando los autos caían ahí", relataron.
Para el otro lado, otra rotura en la calle que ocupaba media calzada y, a la par, un pozo más chico. "Son peligrosos esos baches, sobre todo de noche o cuando llueve, porque no se ven", explicaron. Y recordaron que al frente del lugar donde trabajaban, resolvieron otro problema de la carpeta asfáltica y le colocaron alrededor una cinta de "Peligro", pero "se ve que alguien pasó y se llevó puesta la cinta y el arreglo".
Contaron que a los materiales que les sobran le agregan un poco de cemento para que endurezca más y se haga más resistente. "En un ratito tapamos el pozo y evitamos posibles accidentes", dicen.

albañiles1.jpg

En la familia

La semana laboral de Enrique y Gustavo termina el viernes.

El sábado es el día de descanso, generalmente, práctica de fútbol o charlas y salidas con amigos. Pero el domingo, otra vez al trabajo, esta vez no a la albañilería. El domingo es el momento de ayudar a mamá en la preparación y venta de empanadas. Entre los dos preparan la masa, el recado y reparten.
"Como somos muchos, hacemos de todo. Cuando éramos chicos, alguna vez hemos comido pan duro remojado con agua porque no había otra cosa", señalaron.
Destacaron luego que sus padres les enseñaron la cultura del trabajo y del esfuerzo. Les dijeron que iban a tener que sudar si querían tener algo. Desde la solidez de esa formación familiar, les llama la atención cuando ven a algunos jóvenes como ellos que "no saben de sacrificios ni esfuerzos y quieren que todo les venga de arriba".

Lo que vendrá

Además de la albañilería y de las empanadas de los domingos, los chicos Gutiérrez tienen claros objetivos. Están más que agradecidos por haber aprendido este oficio, pero saben, por ejemplo, que el polvillo de la cal es nocivo para los pulmones. Y harán todo lo posible por ser otra cosa en la vida. Enrique estudia Higiene y Seguridad en el terciario de Vaqueros, y juega al fútbol en Camioneros. Gustavo tuvo que abandonar sus estudios de maestro mayor de obras en la escuela técnica Gurruchaga, pero piensa retomarlos apenas pueda porque su aspiración es ser arquitecto. Sin dudas, dos tipos audaces.
155-782337 Es el celular (s/ WApp) de Gustavo para consultas laborales.
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