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Día del Trabajador: la historia empezó en Chicago, en 1886

Lunes, 02 de mayo de 2016 01:30
<div>Una escultura conmemora la gesta en Chicago.&nbsp;</div><div>
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Hace 130 años cambiaba la historia del mundo. Miles de obreros se pararon para terminar con las jornadas laborales sin límite y lograr 8 horas de trabajo, 8 horas de hogar y 8 horas de descanso. Y fue en la obrera ciudad de Chicago en EEUU. Ese 1 de mayo venían de todos lados, bajando por Michigan o el canal, no importaba; algo trascendental estaba pasando: empezaba la huelga por las 8 horas. Más de 70 mil marchando por la ciudad del viento y 150 mil obreros más adhiriendo. El 20 por ciento de los empresarios se sumaron aceptando el pedido, pero la inmensa mayoría prefirió jugar a quién tiene más poder. Los días se sucedieron con la potencia y permanencia de 10 horas en los mitines: ya estaban acostumbrados pues ya trabajaban jornadas mínimas de 12 horas.
Y fue en la fábrica industrial agrícola Mc Cormick, donde no solo se trabajaba a destajo sino que arbitrariamente se descontaba salario para la construcción de una iglesia. El dueño de la fábrica había contratado trabajadores rompehuelgas, los conocidos esquiroles o carneros rompehuelgas, y a la salida del turno mientras sonaban las sirenas los arengadores pro huelga y los cientos de reclamadores se trenzaron, las fuerzas del "orden y la justicia" arremetieron y dejaron un tendal de heridos y 6 muertos. Así comenzaba la primera matanza de mayo. La ciudad literalmente estaba parada. Se fue comunicando por los panfletos para un nuevo encuentro mientras que El Chicago Tribune blindaba los acontecimientos. Al otro día el punto de concentración fue la mítica plaza Haymarket, donde miles se congregaron para escuchar a los oradores que clamaban por el reordenamiento horario. De repente, lo nunca pensado: un provocador tiró una bomba que mató a un policía y sobrevino la brutal represión. Comenzaron los allanamientos y los arrestos. Aquellos que trataban de defender a los detenidos caían bajo sospecha. Dieron orden de arresto contra los líderes obreros Albert Parsons, August Spies, Samuel Fielden, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg y Oscar Neebes. Todos ellos fueron formalmente acusados de incitar al asesinato y de matar a un policía, pero en realidad los estaban juzgando por sus convicciones políticas. En solo siete meses ejecutaron en la horca a cuatro de ellos, otro se suicidó y los demás fueron condenados a cadena perpetua. El mundo estaba conmocionado, hasta el eximio escritor William Howells escribió en el New York Times: ". . . esta República libre ha matado a cinco hombres por sus opiniones". Qué paradoja: en esos mismos meses, en ese mismo año, se inauguraba el icono norteamericano, la estatua de la libertad. Ayer, como en aquellos días estuvo lloviendo. La calle Michigan está repleta de negocios donde se pelean las marcas, los autos juegan a no parecerse, las sirenas de las ambulancias avisan de otro que el corazón le hizo un piquete, y los trabajadores ni remotamente saben que allí nació la fecha más festejada en el planeta. Cómo saberlo, si desde chiquitos se buscó ocultarles la historia. Aquí ayer no fue el día del trabajador, aunque el mundo lo haya tomado. Camino hacia Haymarket y una escultura conmemora la gesta, son los oradores sobre una estructura de un tren como en aquella época. La gente pasa sin mirar, cada uno en su resistencia y por esas cosas de la vida atrás se está construyendo un edificio y el cartel de la empresa grita Power, y no puedo dejar de relacionar. Me entero que hay marcha organizada para elevar el salario mínimo y en contra del racismo. El nuevo McCormick se llama Donald Trump, hacia allí los inmigrantes de piel cobriza se enfilan, extranjeros como aquellos mártires de 1886 y nuevamente no puedo dejar de relacionar.
Y así, de aquella lucha por 8 horas de trabajo, 8 horas de hogar y 8 horas de descanso, pasaron ya 130 años .8x8x8= 130 es el mejor reflejo de cuando las multiplicaciones no dan. Feliz Día del Trabajador.
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