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La muerte y la infamia

Martes, 31 de octubre de 2017 00:00
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Santiago Maldonado apareció justo allí donde había desaparecido. Se lo había buscado en toda la Argentina (incluso, en Chile) menos en el preciso lugar donde había que hacerlo.

Se peritaron ADN y huellas digitales en las camionetas de Gendarmería, se llamaron a declarar uno por uno a los gendarmes que participaron en la disolución del corte de ruta, se peritaron sus celulares y otras diligencias que corresponden y son de manual.

De estos últimos, porque fueron filmados y difundidos por los medios, todo el mundo sabe el nombre y apellido y hasta les conoce la cara. No es un detalle menor el precisar que la Gendarmería no es un cuerpo integrado por asesinos perversos

Una pesquisa por un caso de la desaparición de una persona debe, después de revisar exhaustivamente el lugar, como primera medida elemental recabar el testimonio de los que se encontraban con la víctima en el momento mismo en que se comenzó a notar su ausencia.

Pero, he aquí que ello no ocurrió cuando la causa estaba a cargo del juez Otranto ni cuando en manos del juez Lleral. En las fotos que obran del corte de ruta del RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) del primero de agosto se pueden ver a nueve encapuchados resistiendo a las fuerzas legales.

Uno de ellos, fue reconocido por la familia, sería Santiago Maldonado y el otro, según declaró él mismo, es Matías Santana. De los siete restantes, dado que ocultan su rostro, nadie tiene la menor idea sobre su identidad personal. Si se sabe, y nadie lo niega, que se encontraban allí delinquiendo contra la seguridad de los medios de transporte y de comunicación y que atacaron con piedras y lesionaron a dos gendarmes. Según sus propios dichos, el corte de ruta era para pedir por la libertad de Jones Huala; el jefe de la RAM que está entre rejas y podría ser extraditado a Chile por delitos que se le endilgan en el país trasandino.

Mas, si para hacer el rastreo del río Chubut la justicia debe pedir permiso a los encapuchados, someterse a registro de armas y tolerar agresiones físicas y verbales a sus funcionarios, estamos en el horno. Ya la ministra Patricia Bullrich fue escrachada a coro por no haber alimentado a las fieras con carne de gendarmes. Carlotto dijo de ella: "Es una persona enemiga de la democracia", que "se puso el traje de gendarme"; Pérez Esquivel, pidió su renuncia. Por su parte, añadió Tati Almeida: "Hay pruebas de que el Estado es el único culpable y responsable de la desaparición de Santiago", Horacio Verbitsky, sostuvo, es "una desaparición forzada a manos de fuerzas federales". Víctor Hugo Morales: "A Santiago Maldonado lo desapareció Gendarmería". Calumniar a un milico en este país es gratis.

El 17 de octubre apareció el cuerpo de Santiago Maldonado. Antes de que se certificara su identidad, rápidas de reflejos, Miriam Bregman, desde la izquierda, y Mabel Sánchez, de la APDH, salieron a afirmar, categóricamente, que: "El cuerpo fue plantado". La autopsia reveló que el estado del cadáver era compatible con haber estado en el agua el tiempo que llevaba de desaparecido, que no tenía golpes, heridas de armas de fuego o signos de violencia.

La hipótesis, "políticamente incorrecta", sostiene que Maldonado se ahogó cuando cruzaba el río con los RAM; que estos no hicieron nada para salvarlo, que siempre supieron que estaba allí, sumergido; que, con el cuento del territorio sagrado, impidieron que la justicia de pusilánimes lo encontrara antes y que los RAM, el kirchnerismo, los derechos humanos y la mar en coche, usaron la muerte de un joven para sus espurios intereses personales. En mi opinión, es la única verosímil.

Cuando esto al fin se aclare, los que calumnian a los inocentes por un crimen que ocurrió debieran llamar a esa gente que escarnecen y persiguen (los gendarmes) para implorarles su perdón.

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