Quizá se trate del último femicidio de 2017. El 17 de diciembre a las 6.45, cuando Elizabeth Agero, madre de la joven asesinada, prendió su celular ingresó una llamada perdida realizada unos 15 minutos antes. El autor de esa llamada era el hombre que hoy está detenido acusado de homicidio calificado por el vínculo y la relación de pareja, quien al parecer se confundió y en vez de llamar a la abuela de su novia, víctima de un presunto femicidio, se comunicó con su suegra.
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Quizá se trate del último femicidio de 2017. El 17 de diciembre a las 6.45, cuando Elizabeth Agero, madre de la joven asesinada, prendió su celular ingresó una llamada perdida realizada unos 15 minutos antes. El autor de esa llamada era el hombre que hoy está detenido acusado de homicidio calificado por el vínculo y la relación de pareja, quien al parecer se confundió y en vez de llamar a la abuela de su novia, víctima de un presunto femicidio, se comunicó con su suegra.
"Cerca de las 9.30 me volvió a llamar, al parecer seguía sin saber que era mi número, y desesperado me decía que Romina estaba mal, que convulsionaba, que fuera rápido. Le dije cómo no la llevaba al hospital que tiene a una cuadra y media, y ahí él sorprendido me contestó: "Ah usted es la madre' y me colgó el teléfono", sostuvo Elizabeth, quien en ese momento estaba en Formosa. "Para mí se confundió de número, pienso que desde las 6.30 que llamó por primera vez ya la había golpeado y la dejó agonizando hasta morir".
Romina María Agero tenía 26 años y toda una vida que disfrutar junto a su bebé de casi un año. "A mi hija le arrebataron la vida de una forma trágica y no voy a parar hasta saber la verdad, quiero justicia y que ese tipo pague por lo que hizo", disparó la madre, convencida de lo ocurrido aquella mañana en el barrio San Cayetano, en la casa ubicada en la calle Misiones al 500, donde vivía Jair Andrés Farro Rodríguez (23), el ecuatoriano imputado y sospechado del femicidio de su novia.
Según le dijo Elizabeth a El Tribuno, la primera versión que escuchó fue la del imputado, "primero dijo que mi hija se había golpeado la cabeza en el baño y después, cuando llamó a las 9.30, dijo que convulsionaba como si tuviera alguna enfermedad". Respecto a esto último, la mujer se encargó de descartar que su hija haya tenido epilepsia, "como dijeron por ahí", aclaró. "Era una chica sana, bien alimentada y criada. Una mujer fuerte", agregó.
El cuerpo fue trasladado a Orán, donde le practicaron la autopsia, "después de eso me dejaron entrar para ver a mi hija. La destape y comencé a revisarla, porque hasta ese momento solo tenía la versión del tipo -Rodríguez-, y constaté cada uno de los golpes, llegue a contar unos 13, por lo menos. Eran moretones, excoriaciones en todo el cuerpo de días anteriores y recientes en los brazos, en ambas nalgas, sus piernas, la canilla de la derecha tenía un golpe de unos 25 a 30 centímetros, tenía rayones en la piel que le habrían hecho con algo filoso y sus manos tenían moretones en los nudillos, como signos de haberse defendido, de hecho el tipo -ecuatoriano- tiene marcas de mi hija".
Sin tener nada contra nadie, Elizabeth exige que "trabajen de manera responsable, no puede ser que la ambulancia haya tardado una hora, que el lugar nunca se haya preservado para levantar pruebas y ese tipo de cuestiones".
Incertidumbre de llegar a la verdad
Situaciones posteriores al crimen preocupan a la madre de la víctima.
Elizabeth manifestó no estar en contra la fiscal penal, María Sofía Fuentes, “ni de nadie”, solo pide que trabajen como corresponde. “Necesito garantías, cómo puede ser que haya querido presentar pruebas y no me dejen, después me llaman desde la Fiscalía para pedirme que busque a los hombres que estuvieron esa mañana”.
Según los vecinos, además de la demora de la ambulancia no fue el imputado quien alertó sobre el hecho, sino dos hombres que trabajaban al lado, “hacían trabajos de albañilería y fueron quienes sintieron los quejidos de mi hija”, dijo.
Por otra parte, los vecinos también contaron que la casa nunca fue resguardada, “me dijeron que después de dos o tres días de lo ocurrido entraban y salían colombianos en esa casa. Me preocupan algunas cosas que pasaron, repito, no estoy en contra de nadie, solo exijo que trabajen como tiene que ser, esta vez me toca de cerca y no voy a parar hasta que se haga justicia por mi hija”.