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Cachi, la gran energía

Jueves, 17 de diciembre de 2020 22:06
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No sorprende la situación de usurpaciones y apropiaciones ilegales en Cachi, donde la propiedad privada ha quedado una vez más relegada a los designios que una ideología que nada tiene que ver con la idiosincrasia de la región. Con esa idea mal intencionada, los grupos que dicen defender a los pueblos originarios han fabricado a su medida supuestas comunidades que ocultan la verdadera intención de lucro personal de quienes fomentan las tomas de tierras en producción. 

Esta parafernalia, en mi caso, destrozó impunemente con topadoras, viviendas en desuso dentro de mi propiedad, abandonadas desde el tiempo de la epidemia de fiebre petequial, producida por los piojos y cobijada en los techos de cañas y paredes de adobe que diezmó a la población de los Altos Valles Calchaquíes.

La peste se produjo en las últimas décadas de 1800 y provocó la huida de los pobladores que murieron por cientos. Un médico cordobés vino a prestar desinteresados y altruistas servicios a la comunidad afectada. Con el escape de los habitantes hacia zonas del Valle de Lerma en busca de auxilio médico, se habilitan en Pulares, dos hornos del tipo fábrica de carbón donde quemaban la ropa de los enfermos y duchas improvisadas para desinfectar a la gente. Los humildes habitantes de aquella época hicieron historia y mantuvieron, pese a la epidemia, sus casas con catastro, cédulas parcelarias y animales domésticos propios. Esto está demostrado en los expedientes donde duermen hace más de diez años nuestros reclamos.

Desde mi trabajo de hace más de medio siglo, con fraccionamientos de superficies de dos mil, cuatro mil, ocho mil hectáreas, que hoy producen granos, cereales, tabaco, frutas, exportables por muchos millones de dólares, puedo dar fe de muchos atropellos que hoy pasan por arriba de la Justicia y que se sostienen delictivamente con un argumento de proximidad política. Cachi, está comprobado, es una zona de excelencia para la producción y la calidad de vida y es por eso que los intereses han aparecido con tanta vehemencia en los últimos años. Por eso, no muevo las cejas por sorpresa cuando esta gente quiere entrometerse en proyectos de producción que dan trabajo a cientos de personas de la zona y respetan la convivencia y la propiedad de otros tantos que son descendientes de aquellos pobladores que buscaron prosperar pese a las epidemias y a otras catástrofes. Sobre el uso del agua, que también fue criticado por estas pseudo comunidades originarias que culpan a las “casas lujosas, que riegan jardines y parques”, quiero manifestarles que hice el ofrecimiento al consorcio de riego de Cachi de donar tierras para construir una represa que almacene el abundante caudal de agua nocturna que se desperdicia, desde las siete de la tarde hasta las siete de la mañana, con lo que se terminaría el problema de riego. Eso sí; primero me hacen desalojar las tierras ocupadas por la banda de delincuentes, cuatreros de campos, que usufructúan con el visto bueno de la Justicia, estas valiosas tierras con recursos, las cuales son cultivables desde hace más de una década. Por supuesto que las acciones por daños y perjuicios seguirán hasta terminar en un amparo, donde la Justicia ya no podrá mirar para otro lado. En lo que respecta a la “biblioteca” que “la comunidad” construyó sobre mis tierras, y que hoy sirve como lugar para armar fiestas y “chupandinas” que terminan con muertos, estoy dispuesto a donar ejemplares de libros, en cuenta de las revistas y folletines de dudosa calidad intelectual que hoy ocupan parte de mi propiedad, con el falso argumento del patrimonio cul tural.

He pasado mi vida luchando por magnificar la imagen de Argentina como un país que puede alimentar a cuatrocientos millones de habitantes. A título personal, tengo tres quiebras en el esfuerzo y la mayor me la provocó José Martínez de Hoz al cerrar la ampliación de fronteras agropecuarias, y no va a ser ninguna falsa comunidad aborigen la que me obstaculice mi labor, que ahora comparto con hijos, nietos, biznietos y mi mujer, que le pone el hombro a un hombre de 82 años, con 60 años de matrimonio.

Lo mismo opinan aquellos pequeños productores que con mucho esfuerzo lograron tener sus tierras para hacerlas producir y que hoy estas supuestas comunidades pretenden arrebatar a familias dignas y honestas de la comarca y a empresarios que se esfuerzan por llevar adelante proyectos de envergadura que darán riqueza productiva, intelectual y cultural a la zona. La Justicia, aunque lenta en este país, siempre llega y confiamos en ella. 

Somos parte de una Nación que quiere encontrar el camino acertado porque los argentinos marchamos por la senda honesta y listos para reagruparnos como el granero del mundo.

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