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Una elección antipática

Domingo, 12 de septiembre de 2021 02:44
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No es casualidad que las elecciones provinciales en Misiones, Jujuy, Salta y Corrientes hayan tenido una participación ciudadana muy por debajo de los porcentajes históricos. Ya en pasadas columnas -sobre todo analizando el caso de Salta- hacíamos hincapié en dos factores, que combinados, impactan negativamente en nuestra democracia. El primero es de orden contextual: la pandemia; y el segundo es de orden coyuntural: la falta de respuesta desde la política. Pensando los dos factores en detalle, podemos aventurarnos a decir que las PASO nacionales probablemente tengan rasgos similares a pasadas elecciones de este año: baja participación, alta cantidad de voto en blanco y corte de boleta. Ahora, no por tener que manejar una situación adversa vamos a dejar de participar en las elecciones. Para nada, y nada en esta columna busca apoyar la inconcurrencia a la obligación democrática que todos tenemos con nuestro país. Más bien el análisis apunta al día después. Si con resultados de participación bajos, y este ya siendo tendencia en muchas provincias, la política no reacciona, entonces estaremos ante un problema mayor. Este problema no sería otro que la aparición de la "antipolítica" como modus vivendi de la sociedad, con altos niveles de conflictividad, de falta de debate técnico, y a la suerte de algún producto canchero de marketing político.

Por eso estas elecciones PASO y las generales de noviembre son un punto de partida hacia una Argentina que debe sinceramente verse más seguido en el espejo. Esto tiene que ver con el segundo factor que nos aqueja en estos tiempos: la falta de respuesta desde la política.

El estudioso de campañas políticas probablemente haya visto que la irrupción del Partido Libertario tiene más correlato con el hartazgo que con sus propuestas de gobierno. Similar a lo que en el 2001 se llamaba a votar por Clemente, los candidatos más alejados de las coaliciones más importantes parecen haber sacado ventaja en el impacto de su mensaje en el electorado. Esto es un síntoma de la misma raíz del problema: los temas sensibles que necesitan resolución en nuestro país no pueden depender de los humores y estados de ánimos de expresidentes y sus arpones asociados. De alguna manera, lo que las PASO podrían producir es un tiro al aire en advertencia de que lo más antipático para el pueblo es votar sabiendo que ninguna (o pocas) opciones lo representan y le van a solucionar sus problemas. Este grandísimo desafío es netamente de la política.

Es lógico que en pandemia, y con una crisis montada sobre otra, la respuesta desde las políticas públicas sea de emergencia. Pero, como se ha visto en otros países, tampoco hay una agenda a futuro que salga de los eslóganes de los últimos 30 años.

El repaso rápido de los grandes temas de propuestas muestra que en esta elección en el 2021 son casi iguales que a aquellos pos-2001: seguridad, bienestar económico, bajar la inflación, mejor educación, más derechos sociales, el déficit fiscal y "tranquilizar la macroeconomía". Y todavía falta instalar el debate sobre la crisis climática, el gran problema de este siglo. Para los historiadores esta elección es una buena oportunidad para actualizar lo escrito hace décadas.

Entonces volvemos a un tema debatido con muchísima extensión en la Ciencia Política: el rol de los acuerdos políticos a largo plazo. No hay que ser un estudioso tampoco para darse cuenta que las elecciones de este domingo funcionan más como un factor de ordenamiento del poder interno hacia las dos grandes coaliciones, que como una oportunidad para debatir los cambios que necesitamos como sociedad.

Es mucho más fácil apelar a imágenes de estabilidad deseada que hablar de los pasos para llegar a ella. Mucho más chocante es demostrar el porqué de acciones de gobierno cuando hay una parte de la población que puede ser afectada por ella.

Por ejemplo, entre las bombas de tiempo en la Argentina, ¿cómo se pretende desalentar expectativas de devaluación sin acuerdos básicos sobre las bases de la economía?

¿Cómo se pretende bajar la pobreza sin debatir el entramado de impuestos e incentivos a la producción?

¿Cómo queremos ser líderes en la lucha contra la crisis climática expandiendo Vaca Muerta?

¿Cuál es la educación del Siglo XXI pos-COVID?

Me faltaron muchas preguntas más, pero estas son las que no fueron debatidas en campaña y a las que no tenemos referencias de planes concretos sobre los candidatos que vamos a votar hoy. Pero todavía queda tiempo hasta noviembre para que la clase política tome nota, se arremangué la camisa y demuestre - con detalles - los "cómo" de cada "qué".

En Salta estos temas urgen en demasía. Siendo una provincia rica en posibilidades, convivimos con la chatura del sistema de partidos, la falta de referentes coherentes y la casi nula imaginación de lo que hace falta en nuestros hospitales, escuelas, sedes de Policía y geriátricos. Por eso este domingo ir a votar, en un contexto antipático, es hacer patria. La posibilidad de concurrir a dejar en claro la postura de uno es lo que necesita la política para salir del molde de los manuales de campaña y gestionar en pos del bien común. De eso se trata la política, gestionar en pos del bien común. Cuando salgamos del cuarto oscuro nos agradezcamos profundamente la posibilidad de superar los desencantos y de animarnos a participar y de exponer la propia opinión.

 

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