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Delgados, desbastados por la guerra, el regreso fue más duro de lo que los sobrevivientes imaginaron. Bajo amenazas, los militares les prohibieron que hablaran de lo que habían vivido en las islas, por eso es que nadie se atrevía a contar y todo lo sufrieron en silencio.
Varios años después, gracias a las meditaciones que hacía a diario Rivera, fue uno de los primeros que empezó a contar su historia dando charlas hasta hoy en escuelas y universidades. “No es fácil lo que nosotros vivimos, pasamos, todos los días desde hace cuarenta años, respiramos Malvinas”, señaló.
A pesar de la dura experiencia, Rivera aseguró que “siempre hay algo bueno, en este caso, la hermandad que nosotros tenemos es muy grande, somos y nos tratamos como hermanos en armas, en el dolor, en la pérdida y en la miseria humana que soportamos”.
“Nos consolamos y nos reconocemos en aquel soldado que matamos y que no conocimos, tal vez podríamos haber sido amigos, no sabemos quiénes eran, pero hasta hoy sus familias lloran sus pérdidas al igual que nuestras familias”, dijo.
Rivera contó que al regreso, cuando estaban volando, se enteró que volvía a casa, producto de un cambio de planes a último momento ya que la idea inicial era tomar el vuelo para ir a otro destino cercano a seguir combatiendo: “En ese momento el avión que nos trasladaba a otro lugar, entró en alerta roja y salió del continente, o sea que salimos sin saber que salíamos y la verdad es que no estábamos preparado para eso, fue una sensación similar en la que nos sacaron de un sueño, era una pesadilla, pero yo no me quería ir, sentía que necesitaba regresar a la guerra como todos”.
Recuerda que lo primero que hizo, fue bañarse después de un medio que no lo hacía, estaba lastimado con hongos en los pies y cuando por fin se sacó las botas, la piel se le caía de a pedazos. El rostro estaba quemado por el sol y el frío. Tenía el estómago cerrado.
Luego el avión arribó de Río Grande a Bahía Blanca, y de allí partió en un colectivo a Córdoba, lugar donde tenía el destino final: Rosario de la Frontera.
“Un oficial me acompañó al colectivo mientras cargaba mi bolso, nadie podía creer que un oficial de navío, con un rango tan algo, cargara el bolso y le dijera al chofer; Ciudalo porque este soldado viene de Malvinas. Cuando subí al colectivo ya todos los pasajeros sabían que venía de Malvinas y todos me trataron de una forma muy especial en todo el viaje, me ofrecían para comer y para beber, no entendía nada”, expresó.
Finalmente Rivera recordó : “Cuando me bajé del colectivo en Rosario, me esperaba mi familia, mis amigos, el Intendente, vecinos y una gran cantidad de gente, al abrirse la puerta, el chofer se bajó y expresó ante todos los presentes: Aquí les traigo de regreso a un héroe”.