Por Yamile Abraham
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Por Yamile Abraham
El Tribuno
La ciudad de Tartagal, que hoy vive uno de sus días más aciagos por el robo de una beba recién nacida, no solo es la segunda más poblada de Salta -después de la capital provincial-, sino que es la cabecera de la zona más caliente del norte salteño, el departamento San Martín. A poco más de 50 kilómetros de la difícil frontera con Bolivia, Tartagal ha vivido largos años en una verdadera tragedia griega en versión argentina.
Los conflictos sociales en la ciudad y localidades vecinas se agudizaron allá por la década de 1990, cuando la ola privatizadora dejó a miles de trabajadores de YPF -cuyos pozos petroleros y de gas movilizaban toda la economía local- sin su puesto de trabajo ni sus ingresos mensuales. El fracaso de las políticas de "reconversión laboral" agudizaron el desempleo, la falta de emprendimientos y la pobreza, generando un caldo de cultivo para que el narcotráfico y el contrabando ocuparan esos espacios vacíos.
La ruta nacional 34, que pasa por un extremo de la ciudad, es una de las principales vías que desde hace décadas utiliza el crimen organizado para ingresar cocaína que, en parte, distribuye en suelo argentino y, en su gran mayoría, envía a los puertos del centro del país para "exportar" a otros continentes. En el último tiempo, la misma ruta nacional es utilizada en sentido contrario para llevar al norte y a países vecinos cargamentos de marihuana que ingresan desde Paraguay, y vía cotidiana del contrabando de granos que salen del país y se venden en Bolivia a mejor precio y en una moneda más fuerte que el peso local.
Narcotráfico
Pero el narcotráfico no solo atraviesa por la ciudad. La utiliza como mercado local dañando a generaciones de jóvenes y adultos que no encuentran contención ni actividad en Tartagal, demasiado lejos del centro de todo: Buenos Aires. También la ciudad funciona para el crimen organizado como base en la avanzada hacia el interior del país.
La ruta provincial 54, muy conocida por el festival folclórico del Tri-Chaco, es una vía alternativa que utiliza el crimen organizado para ingresar o salir hacia Bolivia y Paraguay.
La casi desaparición de la actividad petrolera y la falta de nuevas inversiones que generen fuentes de trabajo genuinas y en cantidad han transformado el perfil de la ciudad y también de localidades vecinas como Campamento Vespucio, Aguaray y Mosconi. Allí donde las familias eran y se sentían de clase media solvente, hoy hay casas derruidas, gente con empleos precarios y muchos jóvenes sin la idea de un futuro mejor.
El deterioro económico y el creciente mundo delictivo golpeó con crudeza a las familias y a la sociedad. Desde hace varios años la adicción de las drogas impacta en la ciudad de Tartagal y, especialmente, en las comunidades originarias que viven en precarisimos asentamientos en las afuera de la ciudad -sin servicios de ningún tipo- y a pocos kilómetros de distancia, a la vera de la ruta nacional 86.