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Kates (Estrella en el idioma wichi) duerme angelicalmente, sin saber que su corta vida, de apenas 48 horas, es el resumen de un milagro estremecedor. Tras haber sido sustraída por, hasta ahora, manos anónimas del lecho que compartía con su mamá en el hospital de Tartagal, la pequeña fue hallada debajo de un árbol en la madrugada de ayer viernes en un descampado al este de esa ciudad. Hacía frío en Tartagal; mucho frío. Eran cerca de la 1 de la madrugada cuando un joven vecino del barrio Roberto Romero escuchó aullar a los perros. Salió con su linterna y alcanzó a ver debajo de un árbol, entre un arenal, muy cerca del monte, un pequeño bulto de donde salía un agónico llanto. Las noticias habían llegado a todos los rincones y Tartagal era un hervidero por el despliegue de policías y gendarmes. Todos buscaban a la bebé robada. Tal vez con algo de premonición, Gonzalo se acercó y descubrió lo que en definitiva terminó siendo el milagro del que todos hablan. Con frío y la carita llena de tierra, una niña de apenas horas de vida pedía con sus últimos llantos una oportunidad en el medio de la gélida noche.
Lo que vino después se conoció con las noticias de esa madrugada: la niña fue trasladada al hospital; los médicos la rescataron de una hipotermia y los padres, Ángel Torres y Eugenia Abran, confirmaron que se trataba de su hija, sustraída casi 20 horas atrás desde la habitación de Neonatología del hospital Juan Domingo Perón.
El milagro se traduce, inobjetablemente, en el hallazgo de la niña, pero también en las circunstancias que permitieron que Kates siga con vida.
En Tartagal desde las 7 de la mañana del viernes 14 de julio nadie se relajó y en la noche más fría de lo que va de la época invernal muy pocos pudieron dormir. Los estados de WhatsApp de los pobladores del norte mostraban prácticamente la misma imagen: el Alerta Sofía lanzado desde el Ministerio del Interior de la Nación para dar con el paradero de una bebé, sin nombre hasta ese momento, de menos de 3 kilos de peso que había sido robada desde la sala de maternidad en un par de minutos en los que la mamá primeriza, acompañada por el padre de la chiquita, fue al baño porque el parto del día antes había sido difícil: el milagro comenzó allí. Tras el robo, con apenas horas de vida, lejos de su madre, sin alimento y con un frío como pocos en el norte de la provincia, el destino de la bebé estaba casi marcado.
En esa jornada todo podría haber ocurrido, pero la pequeña Estrella (Kates) brilló en medio de la oscuridad, para seguir confirmando que los milagros existen.
El salvajismo humano
Los operativos que se extendieron durante todo el día, la tarde y la noche no habían mostrado resultados iniciales y cuando la deseperanza comenzaba a cundir, los aullidos de perros ayudaron a encontrarla. Fueron los propios animales los que podrían haberla devorado si el frío no la mataba antes. Pero el salvajismo de los animales fue mucho mas benévolo que el salvajismo humano, que la raptó del lecho materno y la alejó de su mamá .
"Con la linterna del celular alumbré y ahí vi que estaba tirada la bebé. No sabía qué hacer, abrí el portón y hablé a mi tía. Saqué una manta para taparla. Fue mi tía quien la alzó y la entró", dijo Gonzalo Soruco, el joven de 18 años de barrio Roberto Romero que encontró a la bebé. "Sabía que era ella" aseguró poco después. El joven sostuvo que ya conocía la noticia sobre el robo de la bebé "porque salió en todos lados, así que cuando la vi sabía que era la bebé. Llamamos a la policía y le expliqué".
Minutos más tarde la niña, hija de integrantes de la comunidad "Paraíso Cinco" de General Mosconi, fue llevada al hospital con un cuadro de hipotermia, pero fue evolucionando hasta que pudo reencontrarse con sus padres.