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La tragedia de Cecilia, la decadencia de un país

Sabado, 22 de julio de 2023 00:00
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El aberrante crimen de Cecilia Strzyzowski a manos del clan de la familia de su esposo César Sena, conmueve a la sociedad por la extrema crueldad con que fue ejecutado y por el despiadado tratamiento al que fue sometido el cadáver de la desafortunada joven.

Más allá del aspecto estrictamente penal, el crimen ha develado y puesto en evidencia las nefandas prácticas de una organización social presidida por Emerenciano Sena, sumergida en un foco de corrupción, delitos e impunidad.

Y es que, además de los negocios y las acciones cuasi mafiosas se encuentra un efecto colateral, la osadía de Emerenciano Sena de asumir la dirección de escuelas y cobrar sueldo docente sin haber cursado la escuela secundaria. Todo, con la connivencia del gobierno de Chaco.

Un particular puede fundar un establecimiento educativo, pero ello requiere titulación docente. El ejercicio de la docencia requiere conocimiento disciplinar, dominio pedagógico y didáctico. Requiere también, aunque parezca obvio, estudio y el título obtenido en un profesorado terciario o universitario.

El abogado de la familia de la víctima, Dr. Juan Arreguin, relató en la señal de A24 que este siniestro personaje, Emerenciano, calificaba exámenes en la escuela de la organización piquetera.

Obviamente representa un atropello sobre el cual los gremios docentes se mantuvieron en silencio y no se manifestaron rechazando esta avanzada sobre el ejercicio de la docencia. La sociedad que se muestra cotidianamente anestesiada frente al desgobierno no ha mostrado ningún asombro o repudio ante tamaña falta de respeto en una institución educativa.

Emerenciano Sena desconoce y agravia el valor de la educación y el rol imprescindible de los docentes.

Los símbolos patrios

Otro hecho atrevido es el de enarbolar banderas de Cuba o Venezuela. Los establecimientos educativos que son depositarios de banderas extranjeras, pueden usar esos pabellones en sus actos, pero esto implica un procedimiento que debe contar con los protocolos que habilitan dicho depósito.

La bandera, el escudo y el himno son los tres símbolos nacionales que representan a nuestra Nación argentina. La bandera y el escudo son representaciones visuales de nuestro país y el himno lo es desde el punto de vista poético y musical.

Es harto conocido que Manuel Belgrano enarboló por primera vez el pabellón patrio en las baterías de Rosario el 27 de febrero de 1812, hecho que fue luego rechazado por el Primer Triunvirato, postergando su uso para cuando se produjera una gran victoria.

Desde la convocatoria de la Soberana Asamblea del año 1813, se han venido dictando diversas reglamentaciones, leyes y modificatorias que norman sobre los símbolos patrios. La gloria póstuma de la Asamblea General Constituyente se asienta en dos hechos: adoptar como sello una composición que luego pasó a ser el escudo de la Nación argentina y aprobar una canción que más tarde fue consagrada como el Himno Nacional Argentino. Una referencia a este hecho se encuentra en "El Redactor de la Asamblea", en cuya edición del 20 de marzo de 1813, expresa: "Decreto: La Asamblea General ordena que el Supremo Poder Ejecutivo use el mismo sello de este cuerpo soberano con la sola diferencia de que la inscripción del círculo sea Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata". Se desconoce quién fue el autor del dibujo original, el caso es que este dibujo pasó luego a constituir el escudo oficial que distinguiría a la nueva nación.

La Marcha Patriótica con letra de Vicente López y Planes y música de Blas Parera, pasó a ser el Himno Nacional Argentino. La Asamblea aprobó la canción en sesión del 11 de mayo de 1813, y manifestó por decreto: "Téngase por la única marcha nacional debiendo por lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos... y acompañase en copia certificada al Superior Poder Ejecutivo, al efecto de lo prevenido en el presente decreto".

A su vez, el Triunvirato distribuyó copias con la consigna de "inspirar el inestimable carácter nacional, y aquel heroísmo y ambición de gloria que ha inmortalizado a los hombres libres".

Así cabe citar el Decreto N° 10302/1944, sancionada el 24 de abril de 1944 y publicada en el Boletín Nacional del 10 de mayo de 1944 por el que se establece los patrones para la bandera , la 

banda presidencial, el escudo argentino y el Himno Nacional.

Desde el año 2015 se reconoce como símbolo patrio histórico, la Bandera Nacional de la Libertad Civil creada por el general Manuel Belgrano. Por otra parte, el Ministerio del Interior es el custodio de los emblemas y símbolos patrios.

Cabe considerar que este es el único pabellón que ha de flamear en las instituciones educativas, como así también en edificios públicos. Surge de la normativa que la bandera argentina debe permanecer en alto como gloria de esta tierra, representando a los hombres y mujeres protegidos y amparados por tan sublime paño. La Bandera se constituye en emblema de libertad, paz, honor y trabajo.

Se ha de recordar que incluso la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmó el Decreto N° 1650/2010, sobre Símbolos Nacionales.

Culto a la violencia

Tan agraviante como el ultraje a los símbolos es la organización de reconocimiento a Ernesto Guevara, una figura icónica de la guerrilla de izquierda y de la violencia política.

La Historia Argentina tiene notables patriotas. Los docentes deben enseñar y homenajear a los muchos hombres y mujeres que hicieron de este territorio un país grande. También hay muchas personalidades dignas de estudio en los campos de la literatura, del arte y de la ciencia. Es a esa pléyade de artistas, literatos y científicos que los docentes deberían dirigir la mirada, como ejemplo tesonero de estudio y trabajo, dos cualidades que conducen a la grandeza de la Nación.

Es pública y notoria la deficiencia, en general, de la educación argentina. Se ha criticado mucho la enseñanza enciclopedista; pues bien, hoy simplemente la otrora enjundiosa cultura de nuestra nación forma parte del pasado. Se impone una marcada tendencia a la incultura.

Inexorablemente, Sena buscó adoctrinar y disciplinar en su beneficio a docentes y alumnos.

Desde hace dos décadas, una cantidad de personajes que presiden organizaciones paraestatales y, que lucran con las necesidades de la gente se enseñorean a lo largo y a lo ancho de la Patria y se apropian de los fondos públicos. A saber, Hebe María Pastor de Bonafini viró de la defensa de los Derechos Humanos a los negocios turbios con Sergio Schocklender en la organización de Sueños Compartidos.

Otro ejemplo nefasto, el de Milagro Salas. Jefa de una organización paralela al Estado jujeño, ejerciendo un poder para el cual no había sido elegida, pero siempre disponiendo a su antojo del cuantioso dinero que la ciudadanía honesta y trabajadora debe aportar cotidianamente. Tozuda y caprichosa vocación de negocios inmobiliarios, pero sin propietarios reales y escrituras inexistentes. A raíz de la tragedia de Cecilia Strzyzowski se ha develado los turbios manejos de fortunas que hoy investiga la Justicia Federal y la trama sórdida de otros probables crímenes impunes que tiene como símbolo la tristemente célebre "chanchería" de Emerenciano.

Queda en evidencia la anarquía que representan estas organizaciones sociales todopoderosas, capaces de convertir a los desocupados en cautivos. Y la arbitrariedad, porque las personas tienen derecho a acceder a una educación pública y un trabajo digno, con los beneficios correspondientes, y también a tener una vivienda sin deberle nada a un caudillo.

Superar las utopías

Necesitamos comenzar a superar utopías setentistas y anacrónicas. Ha pasado medio siglo; no se puede anclar las decisiones políticas ni la gestión encerrando a la Argentina en el estrecho marco que ofrecen Cuba, Nicaragua y Venezuela. Hay personajes que fueron juzgados, indultados y ridículamente vueltos a juzgar. No podemos seguir en esa espiral de odio y resentimiento, atrincherándonos en un eterno pasado. Por ese camino solo se profundizará el actual estado de pobreza extrema, desesperanza y frustración.

El efecto colateral de estas ideas y estas prácticas es que mancillan, colocan en lugar subalterno a las descollantes figuras de los prohombres de la Patria, San Martín, Belgrano, Güemes y una multitud de estadistas y de hombres y mujeres anónimos que contribuyeron desde sus lugares a la grandeza del país. A cambio, se reivindica a anacrónicos dictadores.

El país está mal. La escuela y los docentes deben educar para la libertad, para la cultura del trabajo, del mérito, del estudio de excelencia, para construir una sociedad justa y equitativa, y honrar de ese modo a las generaciones de argentinos que fundaron a nuestra Nación. Ese es el camino que abandonamos y que debemos retomar.

 

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