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Federico Javier Juárez, de 58 años, ha dedicado más de la mitad de su vida a la cocina, con una trayectoria que se extiende a lo largo de 26 años en el ámbito de la gastronomía. Juárez ha trabajado en múltiples proyectos mineros, lo que lo ha llevado a conocer los rigores y las transformaciones que ha experimentado esta industria con el paso del tiempo.
Juárez comenzó en la cocina minera en el año 2005, en tiempos donde los campamentos eran pequeños y las condiciones eran muy distintas a las actuales. "Los primeros campamentos eran muy chicos, de exploración, estábamos unas 15 o 20 personas. La logística era otra, dormíamos en carpas y los caminos no eran los mejores, pero todo ha ido cambiando para bien", comenta Juárez, haciendo referencia a cómo el desarrollo de la tecnología y la mejora de las infraestructuras ha transformado su trabajo y la vida en los campamentos.
Además, explica que, en aquellos años, las comunicaciones también eran un desafío. "No teníamos la fluidez que hay hoy, manejábamos celulares, pero no había señal en todas partes, no existía Whatsapp ni todo lo que tenemos ahora", recuerda.
Su primer campamento fue en Cerro Gordo, cerca de Pastos Grandes. Juárez destaca los avances en la logística, los controles y los protocolos de seguridad que hoy rigen en la minería. "Antes no había tantos controles, ahora todo está supervisado, hay profesionales que cuidan la nutrición, las relaciones humanas, la seguridad y la higiene, lo que es fundamental en un campamento minero".
A lo largo de su carrera, Federico ha aprendido a desempeñarse en diferentes áreas dentro de la cocina y otros sectores del servicio. "Puedo trabajar en panadería, viandas, el sector de bacha, pero principalmente en la cocina. Con los años uno aprende a manejarse en todos los sectores", señala, demostrando su versatilidad y experiencia.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan quienes trabajan en los campamentos mineros es estar lejos de sus familias durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, Juárez aprendió a adaptarse a esta realidad. "Antes hacíamos subidas indefinidas, podíamos estar hasta 30 días en un proyecto. Ahora todo está mucho más regulado, trabajamos 15 días y descansamos otros 15, lo que nos permite organizarnos mejor y planificar nuestra vida personal", menciona.
A pesar de que extraña a su familia y a sus mascotas, el cocinero afirma estar ya "recontra acostumbrado" a este ritmo de vida. "Nunca tuve que enfrentar los desafíos que tienen los chicos nuevos, que tienen esposas e hijos pequeños. Siempre se extraña a los padres, hermanos y a los animales, pero estoy acostumbrado", explica.
Para los jóvenes que están comenzando su carrera en la cocina o que aspiran a trabajar en la minería, Juárez tiene algunos consejos valiosos. "Lo más importante es tener pasión por la gastronomía. Si no te gusta lo que haces, es difícil adaptarte a las condiciones, pero cuando uno tiene vocación, todo lo demás pasa a un segundo plano", reflexiona. También destaca la importancia de la predisposición y la capacidad de aprender constantemente. "Nunca se deja de aprender. Yo, a mi edad, sigo preguntando y observando. Ese es el consejo que les doy a los más jóvenes: prestar atención y tener siempre ganas de mejorar", afirma.
Juárez se muestra optimista respecto a los avances en la industria y su rol en ella. "Los cambios siempre han sido para mejor. Hoy en día todo está más organizado y eso nos permite ofrecer un mejor servicio. Nosotros estamos aquí para servir a la gente, y esa es nuestra principal misión en los proyectos mineros", concluye.
Federico Javier Juárez es un ejemplo de dedicación y adaptación en una industria en constante cambio. Su experiencia y consejos son una guía invaluable para quienes desean seguir su camino en la minería y la gastronomía.