¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
29 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Los casos de "mal de rabia" que conmocionaron a los salteños

A principios de 1950 la provincia dictó una ley para defender a la población de la hidrofobia o "miedo al agua". 
Domingo, 29 de junio de 2025 01:55
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

A consecuencia de la epidemia de "mal de rabia" que se desató en nuestra provincia a principios de los años de 1950, el gobierno de Salta dictó la Ley 1.588, más conocida como la "Ley de Profilaxis de la Rabia". Hasta que su aplicación tuvo efecto, en nuestra provincia ocurrieron innumerables hechos, algunos de los cuales llegaron a conmover a la opinión pública. Y así es que hoy vamos a recordar tres sucesos que alcanzaron gran resonancia pues tuvieron como escenario el Mercado San Miguel y la zona norte de la ciudad.

El primero que ocurrió en el San Miguel fue una dramática lucha que se dio entre un cliente que había concurrido a una carnicería, y un perro presuntamente enfermo con mal de rabia. El otro caso fue el de un caballo que de estar lo más tranquilo atado a una jardinera en una de las calles del interior del mercado, de improviso sufrió una crisis de rabia, también afectado de hidrofobia. Y el tercero ocurrió en el barrio 20 de Febrero donde un pacífico caballo de un cochero afectado por el "mal de rabia" causó serios daños materiales en el vecindario.

El perro del mercado

El primer episodio ocurrió cuando un perro overo de regular porte atacó sin razón alguna a don Fabián Cruz que pretendía comprar –así declaró en la policía- en un puesto del mercado bofe y una buena bisacara (matambre). Ya en el mostrador, Cruz alcanzó a ver que un perro, ojos enrojecidos y la boca espuma se le venía derechito y con "cara de pocos amigos". Cuando ya estaba a escasa distancia, el animal se le abalanzó saltándole a la cara sin que lograra asestar la dentellada gracias a un oportuno esquive del hombre. Al parecer, esto enfureció más al animal que dando media vuelta volvió a la carga para ahora sí, aplicarle un mordiscón en la mano izquierda. Cruz, viendo la ferocidad del animal y sentirse herido, sin titubear echó mano a uno de los cuchillos que estaban en el mostrador en el momento justo que el can reiniciaba el ataque con más furia. El hombre, ahora armado, lo esperó tranquilo y, cuando ya lo tuvo casi encima, le asestó un rudo golpe, mientras el público pedía a los gritos la presencia policial. El perro, pese a estar muy mal herido, volvió a la carga ciego de furia recibiendo de lleno el golpe que le provocó la muerte minutos después, casi en la puerta del mercado, sobre la avenida San Martín.

Días después, el Centro Antirrábico informó que "El animal padecía de hidrofobia. Asimismo se comprobó –dijo- que las heridas que presenta el atacado Cruz, son de importancia y por lo tanto deberá someterse de inmediato al tratamiento correspondiente".

El caballo de Jacinto

Días después del episodio del perro, hubo otro no menos singular, en el interior del Mercado San Miguel. Pero esta vez el protagonista fue un caballo que estaba atado desde la mañana a la jardinera de don Jacinto Abraham, un verdulero sirio de Limache. Los acontecimientos se precipitaron luego que el animal permaneciera por casi dos horas absolutamente tranquilo. Según don Jacinto declaró en la policía, "el caballo permaneció toda la mañana tranquilo, pero de golpe se puso inquieto, como si lo hubiese atacado un enjambre de abejas". Unos testigos contaron que de improviso el animal se puso hostil y comenzó a patear y bellaquear y como no tenía manea, dada su habitual mansedumbre, encabritado comenzó a marchar despacio pero sin dejar de patear, manotear y cabecear al tiempo que mostraba sus poderosos dientes. Pero cuando tres changarines se acercaron para tratar de tomarlo de las riendas para tranquilizarlo, el animal reaccionó violentamente. Agachó la cabeza, replegó sus orejas y furioso se lanzó tras uno de ellos, arrastrando tras de sí la jardinera que, por las patadas recibidas no solo ya había perdido el pescante sino también buena parte de la mercadería adquirida esa mañana. El changarín, al ver que el animal se le venía con todo y para peor, mostrando su inmensa dentadura, salió a todo escape por una callecita interna rumbo a la Ituzaingó. El jamelgo, ya casi al galope, lo siguió con la jardinera a los tumbos. Y como el hombre dobló para alcanzar lo más rápido posible la calle, al perseguirlo el animal, el resultado fue que la magullada jardinera volcó sobre un puesto de frutas, arrastrando en su rodada al furioso animal que aun en el suelo y patas para arriba no cejaba de cocear y mostrar sus dientes. Así estuvo unos minutos y enredado con las riendas hasta que cuatro policías lograron manearlo de patas y manos. En eso estaban tratando de aquietarlo, cuando el caballo con los ojos desorbitados y la boca espuma, lanzó desde el suelo un fuerte relincho o algo parecido para inmediatamente cortarse, mientras desde sus entrañas manaban aguas mayores y menores. Había muerto. Días después, se informó que el corazón del animal no había resistido la crisis causada por la hidrofobia que padecía.

Caballo demoledor

El tercer caso que hoy vamos a recordar se conoció cuando una mañana llegó a la Seccional Tercera un aviso procedente de la zona norte de la ciudad, diciendo que se había detectado un caballo presumiblemente atacado de hidrofobia. En esta oportunidad, el animal había entrado a un rancho de lata y madera y, ante el estupor de sus ocupantes, había comenzado a causar daños de consideración, por lo que pedían la inmediata intervención policial para reducir al furioso equino.

El hecho sucedió cerca de las 11 de la la mañana del 16 de febrero de 1953, en el domicilio de Benito Ibañez, calle 25 de Mayo al 1.000. Desde allí llegó el aviso a la Seccional, dando cuenta que el equino de un cochero, que esa mañana no lo había podido uncir a su Victoria, estaba loco de remate. Y no solo eso, luego de cortar el lazo, el animal había ingresado al humilde rancho del vecino, donde había sembrando el pánico entre sus ocupantes, ya que mordisqueaba y coceaba a cuanto objeto encontraba a su paso.

Entre los casos de hidrofobia más resonantes en la ciudad, se destacan dos que ocurrieron en el Mercado San Miguel y uno en el barrio 20 de Febrero.

Cuando la policía llegó al domicilio de los denunciantes, se encontró con un cuadro increíble. El desorbitado equino estaba prácticamente demoliendo a patadas limpias la precaria casa, en tanto no dejaba de morder cuanta cosa tenía a su alcance. A una tabla de lavar la había dejado astillas, al igual una batea; de una bicicleta "Phillips" quedaban caños retorcidos mientras que de un colchón solo había lana esparcida por todos lados y del cotín un montón de hilachas. Cuando unos de los agentes del orden intentó arrimarse para tirarle el lazo tuvo que salir a todo escape y treparse al árbol del patio, pues el caballo se le vino encima con toda la intención de mal matarlo a patadas. Ante semejante comportamiento del "perisodáctilo", los agentes resolvieron pedir refuerzo al Cuerpo de Caballería que poco después se hizo presente con una dotación reforzada de mulas de buena alzada. Ya ubicados estratégicamente, enlazaron al animal desde distintos ángulos hasta que finalmente lograron sujetarlo al árbol donde aún permanecía el afligido agente.

El informe policial dijo después que "el equino murió en horas de la noche, interviniendo en el caso veterinarios de la provincia y del Ejército quienes al realizarle la autopsia constataron las causas del extraordinario comportamiento del caballo del cochero". Más tarde, el Centro Antirrábico de Salta, informó que lo de "Trabuco" –nombre del caballo- era un caso más de hidrofobia.

Días después sucedieron otros casos donde se vieron involucrados varios gatos, perros y hasta un "chancho enojado".

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD