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Esposas despechadas con amantes ambiciosos 

Domingo, 27 de octubre de 2013 02:01


Era febrero de 1932, la ciudad de Filadelfia (foto superior actual), como el resto de Estados Unidos estaba inmersa en la crisis que se había desatado el 24 de octubre de 1929 y que pasó a la historia como el “jueves negro”, cuando cayó la Bolsa de Valores de Nueva York.

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Era febrero de 1932, la ciudad de Filadelfia (foto superior actual), como el resto de Estados Unidos estaba inmersa en la crisis que se había desatado el 24 de octubre de 1929 y que pasó a la historia como el “jueves negro”, cuando cayó la Bolsa de Valores de Nueva York.


Millones de personas intentaban sobrevivir, en un clima de tensión y máxima pobreza.
En ese contexto, la señora Giacobbe, una bella veinteañera de pelo rubio, corto, ondeado, a la altura de los hombros, con un vestido de paño, ajustado en la cintura, que le llegaba a la mitad de la pantorrila y dejaba al descubierto parte de sus piernas torneadas, ingresó al consultorio del doctor Morris Bolter y se largó a llorar desesperadamente en sus brazos.


“Mi marido -le contó- se está gastando nuestro dinero en alcohol y fiestas, pero lo peor es que me engaña todas las noches con una mujer distinta... por favor necesito su ayuda”, sollozó
Bolter, era, en realidad, una especie de “brujo” que se dedicaba a proporcionar pócimas para recuperar el amor perdido y la fidelidad de los cónyuges.
Sus clientes eran en su mayoría mujeres desesperadas tratando de recuperar a sus maridos...las despechadas eran las más interesantes.

La pócima mágica
Cuando Bolter estaba preparando la pócima, compuesta por una mezcla de soda de jengibre y salitre con lo que “medicaba” a los infieles, la señora Giacobbe le contó que su marido se gastaba el dinero y no le alcanzaba para pagar el alquiler ni un seguro de vida de 10.000 dólares.
Al escuchar la confesión, el extraño profesional se dio vuelta y miró a la mujer. ¿Cómo es eso del seguro de vida?, le preguntó. Después de la explicación, decidió organizar un siniestro plan. Se le estaba presentando una buena ocasión para incrementar sus ganancias.
Bolter se puso en contacto con un amigo, dueño de una sastrería que estaba en bancarrota, un hombre alto, pelo castaño claro, de buen porte y mejor hablar... todo un seductor que respondía al nombre de Paul Petrillo, un latin lover de aquellos.
Trago de por medio, establecieron un trato: Paul enamoraría a la mujer abandonada por su marido, y luego lo asesinaría para cobrar la suculenta -por entonces- póliza.

Del dicho al hecho
Paul se hizo pasar por un vendedor de libros, fue a visitar a su casa a la víctima elegida y emprendió la tarea de enamorarla.
Ella era una dama bella y atractiva y él, todo un profesional.
A los 15 días, la señora Giacobbe fue a ver a su “protector”, el doctor Bolter, y le comunicó que sus remedios no estaban dando resultados, aunque era falso porque se había enamorado locamente del Petrillo y comenzaba a fantasear con la posibilidad de quedarse “viuda” y casarse con su amante.
Cuando Bolter se dio cuenta de que su paciente había caído en la trampa, estimó que era el momento de que Paul le hiciera la tétrica propuesta.
Es así que una noche, en medio de caricias y susurros, el gigoló le propuso, de manera temerosa, “deshacerse” de su esposo, a lo que ella respondió ante su sorpresa, “¡Qué idea maravillosa!”.
Días posteriores se encontraron con Bolter y planificaron el crimen y cómo se repartirían el dinero del seguro.

El crimen
Pasaron unos días hasta que, una noche gélida se presentó la oportunidad, esperaron a que Tony Giacobbe llegara, como siempre, totalmente borracho... lo desvistieron y desnudo lo dejaron al lado de una ventana abierta para que se enfermara a consecuencia del frío.
A las 48 horas, el borrachín estaba volando de fiebre. La esposa, llamó al médico.
Giacobbe tenía una neumonía que había que tratar con urgencia.
El galeno le dejó un frasco con la medicina que debía tomar el paciente, pero Boltes tiró el contenido y lo llenó con cicuta, un veneno escalofriante.
Todos los conocidos, incluídas las ocasionales amantes, fueron a despedir, a los pocos días, los restos de Giacobbe, quien era muy apreciado.
Al mes, la compañía de seguros indemnizó a la viuda, quien recibió los 10.000 dólares.
Ella cumplió el pacto y le dio la mitad a Bolter y a Paul. A medida que el tiempo transcurría, el amante empezó a perder pasión por la mujer que le presentó sus quejas a Bolter, quien no le dio ninguna respuesta.

La continuidad
La actividad criminal les había salido muy bien a los sujetos, por lo que decidieron dedicarse al rubro de pólizas de seguros de vida.
El procedimiento trazado, era así: tanto Paul Petrillo, el gran conquistador, como su primo Herman, se presentarían con una falsa identificación en las compañías de seguro y contratarían una póliza, en la que la beneficiaria sería una mujer, a la que uno de ellos debía conquistar...
En pocas semanas ya tenían a otra esposa dispuesta a “sacarse el marido de encima”. En un par de meses, Paul, con la complicidad de una seducida, ingresó a la casa de un tal Lorenzo, subió a la terraza, donde estaba el marido bebiendo cerveza y, con un pequeño empujoncito, lo arrojó al vacío y cobraron la póliza.

Pero, todo tiene un final...

En 1933, Morris Bolter, Paul y Herman Petrillo, estaban viviendo como bacanes.
Entre 1932 y 1937 cometieron innumerables estafas y asesinatos, nunca se determinó exactamente la cantidad de víctimas, pero se calcula que fueron más de 30. Pero en 1937, un exconvicto de apellido Harrison por razones comerciales se acercó a Herman y éste le contó de sus actividades. Harrison los denunció y todos fueron detenidos. Algunas de las esposas participantes fueron enviadas a prisión. Morris Bolter, fue condenado a perpetua y murió enfermo en la cárcel.
Paul y Herman Petrillo llevaron la peor parte: fueron ejecutados por sus crímenes.

 

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