Con un Teatro Provincial colmado de público tuvo lugar a ayer por la tarde el acto por los 50 años del colegio José Manuel Estrada. Durante su desarrollo, tanto los actuales directivos de la institución como dos de los socios fundadores, Walter Silvera y Antonio Pérez Pérez, recibieron plaquetas conmemorativas del Concejo Deliberante capitalino, en la que también se destaca su labor educativa.
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Con un Teatro Provincial colmado de público tuvo lugar a ayer por la tarde el acto por los 50 años del colegio José Manuel Estrada. Durante su desarrollo, tanto los actuales directivos de la institución como dos de los socios fundadores, Walter Silvera y Antonio Pérez Pérez, recibieron plaquetas conmemorativas del Concejo Deliberante capitalino, en la que también se destaca su labor educativa.
El evento reunió no solo a alumnos y docentes, sino a más de mil exalumnos de todas las promociones, incluso de la primera, egresada en 1973. Durante los discursos, tanto Silvera como la ministra de Educación, Analía Berruezo, hicieron hincapié en la dedicación, como eje de la docencia y el aprendizaje. Musicalizó el encuentro la Banda de Música de la Policía de la Provincia.
En el marco de la celebración del Día del Profesor se hizo un apartado especial para recordar la figura y la obra de José Manuel Estrada, escritor, docente, político e intelectual argentino, referente del pensamiento católico. “Su pensamiento nos marca un camino y también un ideal al cual aspiramos”, señalaron.
Carlos Hering, exalumno del colegio expresó: “Se vivieron momentos de mucha emotividad. Pocas veces se ha visto que una institución logre reunir a tantas promociones, eso muestra a las claras el vínculo cercano que existe entre quienes tuvieron la oportunidad por sus aulas”.
La institución nació 1969, bajo la influencia salesiana y funcionó en el edificio del Angel Zerda hasta principios de los 80. En 1983 se trasladó a un edificio propio, ubicado en calle España 2.251, a la altura del barrio Alto Molino.
Mariana Comba, exalumna: “Uno siente y sabe cuando está delante de un docente de alma absolutamente enamorado de su vocación, como el profesor Silvera. Muchísimo adolescentes aplaudieron sus palabras, como nosotros los exalumnos. Eso significa dejar huellas y reflejar una vocación que trasciende un aula y una época”