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El hipercentralismo vuelve utópico al país federal

Domingo, 22 de mayo de 2022 01:41

Los argentinos estamos viviendo la Semana de Mayo. El miércoles 25 se conmemorarán los 212 años de Gobierno Patrio y el comienzo de un proceso político y militar que en la siguiente década desplazaría la Corona de España de Sudamérica y pondría en marcha un nuevo sistema de Estados nacionales.

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Los argentinos estamos viviendo la Semana de Mayo. El miércoles 25 se conmemorarán los 212 años de Gobierno Patrio y el comienzo de un proceso político y militar que en la siguiente década desplazaría la Corona de España de Sudamérica y pondría en marcha un nuevo sistema de Estados nacionales.

Fue una transformación política, económica y cultural. La Constitución Nacional definiría, medio siglo después, un sistema federal de Gobierno con el propósito de garantizar un desarrollo equitativo y equilibrado de todas las provincias.
Hoy el federalismo es un sentimiento entrañable de todos los que vivimos en las provincias, una necesidad insoslayable para la construcción de un país equitativo y un mandato incumplido de la Carta Magna.

Las provincias hicieron enormes sacrificios durante la guerra de la Independencia. El Noroeste, y Salta en particular, fueron protagonistas fundamentales en la consolidación de la nueva Nación. Ya en ese momento se vislumbró cómo el poder central, ubicado junto al puerto de Buenos Aires, mostraba escasa disposición a escuchar y sostener con recursos económicos a las provincias convertidas en campos de batalla. Las provincias trataron de institucionalizar su identidad y su capacidad de autodeterminación sin escindirse del resto. La Constitución federal no impidió la confirmación de un presidencialismo muy fuerte, que debilitó la división republicana de poderes y alimentó un proceso de centralización del país en torno al área metropolitana de Buenos Aires.

El país es federal, pero el centro económico y electoral del país está en los 13.285 km2 del Área Metropolitana, que alberga al 40% de la población nacional, en gran parte, emigrados del interior postergado. El peso demográfico tiene consecuencias políticas y económicas y allí están puestas las prioridades de todos los gobiernos nacionales, cualquiera sea su signo político y la procedencia del presidente de turno.

De allí surgen las enormes asimetrías sociales y económicas que se dibujan en el territorio nacional. Son la consecuencia de la concentración de la recaudación, la actividad industrial, la exportación y la inversión del Estado nacional en la región portuaria. Como contrapartida, no existe un régimen de coparticipación federal de impuestos equitativo y ordenado a los intereses nacionales y, de ese modo, la administración de más del 70% de la recaudación tributaria está regida por la discrecionalidad casi monárquica del poder central. 

El presidencialismo hipercentralista, la subordinación del Congreso y la permanente declaración de emergencia económica determinan que, en los hechos, el federalismo parezca una utopía.

Los desequilibrios son constantes. La dramática escasez de gasoil, que hoy castiga a las provincias, es un indicador de ese sistema de prioridades. Por otra parte, el combustible siempre es más caro en el interior que en la región central. Además de los sobreprecios y los aumentos discrecionales que cobran los expendedores, y de las sospechas acerca de la causa del faltante, siempre, desde hace más de un siglo, todo el sistema de transporte se ha organizado en función de los intereses exportadores de la región central; al mismo tiempo, las presiones de empresas transportistas y gremios del rubro lograron la desactivación de los ferrocarriles de larga distancia como servicio de carga y pasajeros, el transporte fluvial nunca fue desarrollado de acuerdo a las necesidades provinciales.

Y lo mismo se pone de manifiesto en la diferencia entre el precio del boleto urbano en el área metropolitana, donde cuesta 18 pesos gracias a que el Ministerio de Transporte subsidia el 87% del costo, y los 41 pesos que paga el pasajero en Salta.

El desafío es muy fuerte y requiere un cambio en nuestra cultura política. En lo inmediato, sería indispensable la creación de un sistema federal de compensaciones para corregir los enormes desequilibrios que padecen las provincias.

Los fundadores de la Nación argentina soñaron con una Patria independiente, equitativa e inspirada en los valores de la libertad y la calidad de vida de los pueblos. Un federalismo genuino es esencial para que ello sea posible en todo el país. Luego de dos siglos, es una asignatura pendiente para todos los argentinos.
 

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