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La reseña de esta novela dice

Martes, 14 de agosto de 2012 18:48

¿Precisa el desborde, la plenitud, la vastedad que es la infancia un filtro, un tamizado (un embudo) para entrar en el universo adulto? ¿Dejar la infancia no es acaso una de las primeras -y quizá una de las más importantes- formas de morir? El mito del edén perdido encaja a esta nouvelle en el pathos de los habitantes de Pueblo Nuevo. Pares de contrarios dinamizan el relato del paisaje filosófico o cultural visto y simbolizado desde los ojos de un niño: realidad/ficción, verdad/mentira, lo permitido/lo prohibido, la ternura/la violencia, etcétera.

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¿Precisa el desborde, la plenitud, la vastedad que es la infancia un filtro, un tamizado (un embudo) para entrar en el universo adulto? ¿Dejar la infancia no es acaso una de las primeras -y quizá una de las más importantes- formas de morir? El mito del edén perdido encaja a esta nouvelle en el pathos de los habitantes de Pueblo Nuevo. Pares de contrarios dinamizan el relato del paisaje filosófico o cultural visto y simbolizado desde los ojos de un niño: realidad/ficción, verdad/mentira, lo permitido/lo prohibido, la ternura/la violencia, etcétera.

Pero hay un lugar perfectamente delimitado por el embudo: la confrontación (tensión) permanente entre la palabra y el silencio, el costo de callarse y el costo de decir: esa zona obscura, incierta, atemporal. El sustrato siempre es la muerte, aún a pesar del asombro y la alegría (o la candidez protegida) de la infancia.
Pueblo Nuevo podría ser cualquier pueblo de Latinoamérica, pero es Ledesma (autobiográfica en este caso), con toda su catexis existencial, la clara opresión de su "discurso-amo", los miedos y las represiones (incluso hasta las más tremendas).
Encuadrada en la fatalidad, esta historia de vida está, sin embargo, cargada de magia, vértigo y asombro, ternura y nostalgia; en fin, nada que no sea pura literatura."