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"Enseñemos a nuestros hijos, nietos, a no matarlos?

Domingo, 28 de abril de 2013 19:11

 El Papa Francisco nos ha sorprendido gratamente al haber tomado el nombre de San Francisco de Asís, quién ya desde el año 1200 era conocido por su respeto y su cariño a todo lo creado, a sus “hermanos menores” los animales, las plantas, el sol, la luna, el viento, un anticipo de 800 años de lo que los últimos 40 o 50 años pedimos los ecologistas, en un intento para que el hombre deje su egoísmo antropocéntrico y se acerque a un concepto Eco-céntrico, donde el ser humano se integre como una parte del todo, del Universo, del planeta Tierra, y sepa compartir con sabiduría, con humildad toda la creación, donde estamos inseparablemente inter-relacionados e inter-dependientes todos los seres vivientes y el medio ambiente en que nos encontramos. 

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 El Papa Francisco nos ha sorprendido gratamente al haber tomado el nombre de San Francisco de Asís, quién ya desde el año 1200 era conocido por su respeto y su cariño a todo lo creado, a sus “hermanos menores” los animales, las plantas, el sol, la luna, el viento, un anticipo de 800 años de lo que los últimos 40 o 50 años pedimos los ecologistas, en un intento para que el hombre deje su egoísmo antropocéntrico y se acerque a un concepto Eco-céntrico, donde el ser humano se integre como una parte del todo, del Universo, del planeta Tierra, y sepa compartir con sabiduría, con humildad toda la creación, donde estamos inseparablemente inter-relacionados e inter-dependientes todos los seres vivientes y el medio ambiente en que nos encontramos. 

 

El Papa Juan Pablo declara a San Francisco patrono de los ecologistas y de los animales; desde 1929, se toma el 4 de octubre, aniversario de su muerte, como “Día Mundial del Animal”, y en Argentina es el 29 de abril en conmemoración del Dr. Ignacio Albarracín quién logra se apruebe la Ley 2.786 de Protección a los animales. Jalones que marcan la cada vez mayor preocupación por su defensa no sólo en el trato adecuado, sino hoy ya en la supervivencia de muchas especies amenazadas en su desaparición para siempre, por la única culpa de no tener un valor comercial o lucrativo suficiente, encontrándose casi todas en una manera de espera le llegue su triste final; lo que ignoramos es si esa clase de animal, por más insignificante su aspecto, o de una apariencia no agradable, o hasta aterrador, sea un eslabón tan importante, que quizás nos precipite a un cataclismo del planeta, o un deterioro ambiental tan grande que nos lleve a una gravísima epidemia de alguna rara enfermedad, o a una terrible hambruna global por ausencia de algún nutriente derivado de él, o que sea la clave para la cura de alguna dolencia hoy todavía intratable. Por ello, si no es suficiente una cuestión de ética, de conciencia, de sentimiento, aunque más no sea por un posible interés, tenemos que protegerlos. Desde muy pequeños enseñemos a nuestros hijos, nietos, a no matarlos, a no hacerlos sufrir, a no hondearlos ni asesinarlos, pues sabemos que ése niño inocente que mancha sus manos con la sangre de un pobre animal, será insensible hasta por el dolor de sus propios familiares.

Irónicamente, al día siguiente se levanta la veda de cacería; con las armas tan sofisticadas que existen, más que un deporte, es un asesinato del más débil, provocado por un sentimiento de soberbia irresponsable.

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