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Recordando Un Cuento.

Martes, 22 de julio de 2014 00:00

Porque doña Carmen recordaba haber escuchado, en una de esas tardes del verano humahuaqueño en la que se escuchaban cuentos, que en medio del cerro había una vertiente que no sólo acariciaba con la frescura de sus aguas a los peregrinos, y no sólo templaba las cajas para nuevos carnavales, sino que era capaz de darles descanso a los guerreros derrotados.

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Porque doña Carmen recordaba haber escuchado, en una de esas tardes del verano humahuaqueño en la que se escuchaban cuentos, que en medio del cerro había una vertiente que no sólo acariciaba con la frescura de sus aguas a los peregrinos, y no sólo templaba las cajas para nuevos carnavales, sino que era capaz de darles descanso a los guerreros derrotados.

Sólo eso precisaban para volver a ser la partida gaucha que enloquecía a las tropas realistas con su guerrilla. Necesitaban que la sombra y el viento fresco de esa vertiente fueran ciertos y estuvieran cerca de ese camino que bajaba al sur subiendo el cerro.

Pero el cerro se secaba frente a ellos, cada vez más parco en amaras y en cardones, cada vez más desierto y viento yermo, y entonces doña Carmen forzaba las palabras del recuerdo que le hablaban de esa vertiente que les abría los brazos emponchados a los guerreros en derrota porque era la misma madre quien lo hacía.

Eran cuentos que escuchaba a la siesta o al ocaso de esa Humahuaca colonial, y los contaba un hombre ya grande de haber vivido, un hombre de barba blanca a quien le pesaba andar pero no seguir contando esos cuentos de vertientes milagrosas en el cerro, de descansos para el andar de los derrotados.

Y doña Carmen sabía que mientras recordara esa boca anciana que le hablaba en el recuerdo de la vertiente blanca, ella y su tropa andarían aún por la buena senda de la esperanza, y no precisaban sus hombres escucharla porque en su andar bastaba con que ella esperara ese descanso prometido.